Malú
Kikuchi
No
es bueno que un presidente electo no hable con la prensa o con organizaciones
de cualquier tipo, pero tampoco es
bueno que hable demasiado.
El que habla
mucho termina diciendo lo que no quiere o lo que no debe decir.
O
dice una cosa el lunes y la desmiente el viernes.
Alberto
F. necesita con urgencia un vocero, cuestión de preservarse un poco.
Si
sigue hablando tanto, va a llegar al 10/12 con la credibilidad esmerilada.
Ya
tiene que enfrentar una situación más que difícil en lo económico y dentro de
su frente interno.
Sumarle
a todo esto el hecho de decir con respecto a la deuda con el FMI, “vamos a
pagar a la uruguaya” (Uruguay 2003, sin quita de intereses ni de
capital, alargando plazos de pago de acuerdo con el acreedor), y ahora
dice que la Argentina no puede pagar su deuda de ninguna manera.
Fue
a Portugal y admiró su impactante renacimiento económico.
Un
país que salió de una situación francamente desastrosa y hoy es un ejemplo de
cuentas ordenadas, bajo desempleo y con pobreza acotada.
Es
el país más barato de Europa y un
destino turístico muy buscado.
Pero Alberto F.
olvidó decir que Portugal sufrió un ajuste feroz, que achicó su administración
pública y bajó los sueldos que dependían del estado en un 23%, desde
barrenderos a profesores universitarios.
Nueve
años después volvió a subir ese 23%, obviamente sin pagar la retroactividad.
En
la Argentina de hoy, ninguna de estas medidas son viables.
¿Entonces
para qué hablar del modelo portugués?
¿Para
qué meterse sin cesar en los países extranjeros a favor o en contra?
Se
sabe que “los países no tienen amigos, tienen intereses”.
¿Alberto
F tiene en cuenta este “detalle”?
Pelearse con el
presidente Trump está fuera de lugar.
Juzgarlo
públicamente como atrasando a EEUU por apoyar la renuncia de Evo Morales, está
fuera de lugar.
Y
torearlo a Bolsonaro visitando a Lula e invitándolo a su asunción presidencial,
es un error.
Un
gravísimo error.
El
presidente Bolsonaro puede no gustar, molestar, insultar, de hecho él lo hace
con Alberto F., pero Brasil, país que preside, nos es imprescindible.
Es
nuestro socio mayor, con o sin Bolsonaro.
Lo
seguirá siendo cuando el presidente brasileño deje de serlo.
En
cuanto a Bolivia, debería ser
suficiente el fallo de la OEA, que a través de su secretario general
Luis Almagro (después de recibir el informe de 40 peritos), declaró que Evo Morales había dado un
auto golpe a través de un indiscutible fraude electoral.
Pero
las ideologías pudieron más y para Alberto F. fue un golpe.
Lo
mismo con el Uruguay.
La
simpatía hacia Pepe Mugica se comprende, que lo traiga a la Argentina, se
comprende.
Que
vaya a visitar como presidente electo a Tabaré Váquez, que ya está abandonando
la presidencia de la ROU, se comprende.
Que
se vea con Martínez, bien.
Daniel
Martínez, intendente de Montevideo, candidato por el Frene Amplio, ganó las
elecciones, va a balotaje contra Luis Lacalle Pou del partido Nacional.
El
24/11, de acuerdo a las encuestas (¿serán creíbles?), ganaría Lacalle Pou, que
Alberto F. no visitó.
La
ROU también es socia.
Un presidente,
Alberto F. al ser electo ya lo es, no puede, no debe dejar que sus simpatías
personales o su ideología, o la ideología que le imponen sus laderos dueños de
los votos, lo desvíen de su trabajo como líder de un país.
No
puede, no debe dejar de lado los intereses de la Argentina.
Hasta
ahora es lo que viene haciendo.
Y
es bueno recordar que Perón decía que “la política es la política exterior, lo
demás es sólo administración”.
¿Cómo
explicar si el Frente de Todos es peronista, la necesidad por recrear el polo
ideológico chavista en América del Sur?
Si
Piñera consiguiera estabilizar a Chile y erradicar el foquismo enviado desde
Cuba/Venezuela, si Bolivia estableciera elecciones transparentes y justas (lo
que implicaría no votar a Evo), y si
ganara Lacalle Pou en Uruguay, ¡qué
aislamiento el de la Argentina de Alberto F.!
Piñera
en Chile, Vizcarra en Perú, Moreno en Ecuador, Duque en Colombia, Bolsonaro en
Brasil, Abdo en Paraguay y Lacalle Pou en Uruguay, dejarían a Venezuela y a
México muy lejos.
¿Ninguna
de estas posibilidades se baraja en el entorno de Alberto F?
¿No
hay estadistas entre sus políticos?
Que
a partir del 10/12 el pragmatismo supere la ideología y los intereses del país
prevalezca sobre los que podrían esgrimir “los votos son míos”.
La
Argentina está por encima de los partidos y muy por encima de los políticos.
Esperemos.
¡Y
que Dios nos ampare!
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