Malú
Kikuchi
Llegaron
las elecciones generales del domingo 27 de octubre y considerando el resultado
de las PASO, la votación fue mucho mejor de lo esperado.
Aunque
la mística lograda por Macri en su caravana del “Sí se puede”, esperanzaba a
los militantes de la institucionalidad constitucional.
Cuando
se empezaba a creer que Jorge Asís tenía razón al sostener que “el destino
argentino es el peronismo”, el 40% del
pueblo, ante una situación económica realmente muy difícil, ante el dilema
de elegir entre la heladera llena y los valores y principios, optó por estos
últimos.
Pensar
que 10.470.697 de argentinos votaron por la República, dejando de lado sus
dificultades pecuniarias, da esperanzas.
Se
puede creer que si casi la mitad de la población (hay que sumar a los votantes de NOS y de UNITE y entonces son más),
no todos votaron ladrones.
Por
supuesto que la mayoría de los integrantes del Frente de Todos no es ladrón,
pero hay muy altos dirigentes K que sí están sospechados (teniendo casi la
certeza) de serlo.
Alberto
Fernández ganó en 1ª vuelta con un 48% de los votos, ganó bien, pero no fue con
la diferencia de 20 puntos y más del 50% de los votos.
Ganó bien, pero
no fue el “albertazo” pronosticado.
Ya
es presidente electo y asumirá el 10/12/2019.
Mientras que la
derrota de Juntos por el Cambio está llena de dignidad.
Y
lo importante es que con más de un 40% de argentinos que defienden valores y
principios republicanos, es imposible obviarlos.
Son muchos,
demasiados.
El
Frente de Todos estará obligado a negociar.
O
gobernará por decreto, que también debe ser aprobado por el congreso.
Juntos
por el Cambio tiene en diputados la primera minoría.
El
Frente de Todos que soñaba con quorum propio, tiene menos diputados que Juntos
por el Cambio.
En
el senado Fernández tiene quorum propio.
Pero
el bloque de senadores PJ está divido entre los K y los PJ de los gobernadores.
Las
visiones políticas de AF y CF parecen ser antagónicas.
Ya
en el poder, ¿seguirán tolerándose o se harán visibles sus diferencias?
¿Eso
se espejará en el senado?
El
futuro lo dirá.
Por
ahora, Juntos por el Cambio, además del histórico triunfo de Rodriguez Larreta
en CABA, tiene que sumar las provincias de Jujuy, Corrientes y Mendoza.
Este
más del 40% de los argentinos y todo lo que ello representa, significa una
oposición bien parada, dispuesta a defender sus creencias.
Puede
que sea el signo de un futuro país bipartidista, como lo fue desde el comienzo
de su historia y desapareció con la crisis del 2.000.
Un
país civilizado, sin opresivas mayorías absolutas, obligado a negociar.
Por
ahora, la transición parece ser la de Finlandia o Dinamarca.
Y este más del
40% de argentinos se constituye en una sólida muralla contra la que ya se estrellan
los delirios de cambio de la Constitución para eliminar al poder judicial, de
la reforma agraria, del reparto de casas desocupadas y…
Con
Alberto Fernández presidente y Cristina Fernández vicepresidente, sin plata
para subir jubilaciones, AUH, subsidios y a toda la administración pública, el ajuste parece inevitable.
Si
no lo hacen de entrada (el gradualismo demostró no ser lo deseable), deberán
darle a la maquinita lo que llevará a una hiperinflación.
De
ahí a un ajuste mucho más duro.
Una situación muy
difícil de explicar para un gobierno peronista.
Una
vez más, ¿estarán de acuerdo Alberto y Cristina, sumando a Axel Kicillof, con el
imprescindible ajuste si ya están pidiendo que no se suba la electricidad en la
provincia?
¿Le
pedirán préstamos a China y a Rusia?
¿A
cambio de qué?
La
Argentina que viene es una incógnita.
Pero
hay un 40% de reserva.
Si
sigue imperando la cordura, si se consigue un clima de cordialidad aunque sea
aparente, si se cuida el lenguaje y se evitan los insultos, que sólo definen a los que los pronuncian; si se
consigue internalizar que no importa el signo político, respetando siempre la Constitución Nacional,
puede que se recuerde que a todos los argentinos los cobija la misma bandera.
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