Se
ve que Alberto leyó el libro de Dorfman-Mattelart (1972) y se quedó ahí, no más.
Antes
que nada quiero felicitar al presidente electo Fernández por el triunfo y por
la manera impactante con que cerró su discurso celebratorio del domingo pasado.
Dijo
Tío Alberto textualmente:
“El
gobierno volvió a manos de los argentinos… gracias por todo… gracias por
acompañarnos… muchas gracias… los abrazo!!
Así
como lo lee, amigo lector, esta es la transcripción exacta.
Posta.
Por
más que lo quieran explicar de cualquier otra forma, si decimos que “el
gobierno volvió a manos de los argentinos” eso significa que hasta ahora estuvo
en manos de los extranjeros.
No
hay otra lectura posible.
¿Tal
vez Macri era un espía búlgaro?
¿Sica
y Lacunza dos sicarios calabreses?
¿Stanley
una pirata inglesa?
¿Bullrich
y Dietrich un par de criminales croatas?
¿Vidal
y Peña dos franquistas trasnochados?
Evidentemente
Rubinstein debe ser polaco, alemán, ruso o de algún país de por ahí, pero
seguro que de acá no es.
¿Acaso
un agente del Mossad?
¿Un
ex KGB?
¿Y
si Lousteau resultara ser un colaboracionista francés?
¿Qué
podemos pensar de esos 10 millones de invasores que le otorgaron a esta
cofradía foránea el 40% de los votos?
¿De
dónde salieron?
¿Cómo
entraron al país?
Todos asuntos
que deberán ser investigados cuando la AFI vuelva efectivamente a manos
argentinas.
La
frase es contundente.
“El
gobierno volvió a manos de los argentinos”.
Histórica.
Mortal.
Y
curiosamente no fue advertida por nadie.
Sin
embargo, así fue dicha.
No
le toqué ni una coma.
Pueden
googlearlo, buscarlo en Youtube, lo que quieran.
Con
esta definición Tío Alberto cerró su primera noche de presidente electo.
¿Esto
quiere decir algo?
En
cualquier otro país sería muy preocupante.
Tomada
literalmente (que es como hay que tomar las expresiones políticas para entender lo
que esconden esas cabecitas locas), la frase explicaría lo que pasó en
la Argentina en los últimos 16 años, lo que pasa actualmente y lo que va a
pasar en el futuro.
Ni
más ni menos que el preámbulo de un nuevo intento del “vamos por todo”.
O
sea, nosotros, los argentinos, contra ellos, los extranjeros, que hasta ahora
usurpaban el gobierno.
Sin
embargo, en la Argentina Cambalache en la que vivimos, esto es sólo un eslabón
más de una comedieta nacional que lleva décadas entreteniendo generaciones.
Y
empobreciéndolas, por supuesto.
No
deberíamos tomarlo en serio.
Pregunta.
¿Por
qué tamaña declaración en semejante momento histórico pasó desapercibida y no
provocó el más mínimo comentario de nadie?
Hasta
mis amigos a los que les comenté la frase, me sugirieron que seguramente había
escuchado mal, que no era posible que un presidente recién elegido hubiera
dicho eso.
Pero
lo dijo.
Quedó
grabado.
Conclusión:
o es la frase fundacional del cuarto gobierno kirchnerista y, pese a lo que
dicen, el delirio autoritario está
intacto o estamos todos locos y ya decimos cualquier pavada.
Honestamente,
me inclino por esto último.
De
hecho, los macristas también están completamente locos porque sacaron el 40% de
los votos, perdieron el poder y están más felices que nunca.
“Esto
recién empieza” es la nueva consigna de Cambiemos.
Rara
manera de ver la derrota final de un gobierno.
Y los
kirchneristas están mucho más locos aún porque sacaron el 48% de los votos,
ganaron las elecciones y están amargadísimos.
Es
más, denuncian fraude.
Gioja y Massa
hicieron presentaciones judiciales reclamando el urgente recuento de los votos porque, según
dicen ellos, ganaron por mucho más.
“No puede ser,
nosotros los argentinos somos el 60% o más”, piensan de ese lado.
Para
ser francos, desde que empezó el recuento minucioso, Cambiemos confirmó el
segundo senador por Entre Ríos que estaba en duda, ganó uno por Tierra del
Fuego que al principio no había entrado y metió un diputado más por Chubut.
Yo
sugiero que no recuenten más, no sea cosa que termine ganando Macri y el
gobierno siga en manos de los búlgaros…
Dios
no lo permita.
La
fatídica frase “el gobierno volvió a manos de los argentinos” fue pronunciada
sobre el escenario en una puesta teatral protagonizada por Cristina, Kicillof,
Máximo, Wado de Pedro, Cuervo Larroque y la participación especial de Alberto
Fernández.
Dos
días, dos escenarios diferentes para Alberto Fernández: uno con peronistas y
otro con kirchneristas
Rodeado
por todos ellos pusieron de extra a un muchacho que andaba por ahí, muy parecido a Sergio Massa, seguramente
para cargarlo a Sergio Massa que debía estar en su casa mirando la escena por
televisión.
Minutos
antes, el presidente Macri daba su mejor discurso desde el escenario de su
propio bunker confirmando que acababa de llamar a Fernández para felicitarlo y
convocarlo a la Casa Rosada para acordar los pasos a seguir.
Ni
más ni menos que lo que debió haber hecho el 11 de diciembre de 2015 si es que
realmente querían cambiar algo, pero bueno.
Ya
fue.
Un
rato después, Fernández agradeció la llamada de felicitación que le hizo
Roberto Lavagna y mencionó la de Macri sin agradecerla porque, como todo el
mundo sabe, a los extranjeros que usurpan nuestro territorio no hay que
agradecerles nada.
¿Estamos
entonces frente al mismo disparate de siempre?
¿Otra
vez sopa?
Veamos.
Mirta
Tundis, la diputada del Frente Renovador y ahora también integrante del Frente
para Todos, contó que durante los festejos post comicio, Cristina la saludó de
manera poco cordial.
La miró mal.
Esto
lo dijo en el programa de Ernesto Tenembaum, el martes a la mañana.
O
sea, 36 horas después del triunfo, Mirta Tundis contó por radio que Cristina
Kirchner le puso cara de orto, lo cual es todo una novedad.
Obviamente,
la novedad no es la cara de orto, de hecho esa es la especialidad de la casa,
sino que lo novedoso es que Tundis lo cuente.
Antes
se hubieran callado.
¿Le
perdieron el miedo?
¿Comenzó
el desafío?
¿Tan
rápido?
Este
dato sería un buen síntoma de que algo ha cambiado y de que el “vamos por todo”
va quedando atrás si no fuera por el hecho de que un par de días después el
Profesor Tío Alberto disertó sobre Bugs Bunny, la Warner Brothers y el
Correcaminos con una autoridad desopilante sin que ningún compañero salga a
decirle “todo bien Alberto, vas a ser el mejor presidente de la historia pero
lo que acabas de decir sobre la cultura de la animación es una pelotudez que
demuestra que, sobre el tema, no entendés nada, macho”.
Se
ve que el tipo leyó “Como leer al Pato Donald” de Dorfman y Mattelart (1972) y
ahí se quedó nomás.
Alguien
debería avivarlo de que el mundo ya es otra cosa.
En
fin, el tiempo dirá si termina imperando la vieja obediencia verticalista o el
siglo XXI.
Mientras
tanto, Tío Alberto pospuso su lucha para la liberación y decidió asistir a la
Casa Rosada para conversar y sacarse una foto con el presidente extranjero.
Si
nos olvidamos por un momento de que Macri es un búlgaro que habla un castellano
raro pero piensa en otro idioma y responde a los intereses de otro país, la
foto conjunta de un presidente en ejercicio y un presidente electo es un gesto
civilizado.
Un
dato muy positivo elogiado desde todos los sectores.
Una
simple foto de dos mandatarios y un 48% a 40% en lugar de un 55% a 33%, calmó
al país.
Parece
mentira pero fue así.
Mauricio
y Alberto fotografiados juntos mientras conversan sobre el futuro es un episodio
simple y cotidiano para cualquier país del mundo.
Para
nosotros es como si hubiéramos puesto un hombre en la Luna.
Un
pequeño paso para estos dos muchachos.
Un
gran paso para la democracia.
En
realidad, lo más probable es que todo esto haya sido para la gilada y que
mañana lunes volvamos al mismo zafarrancho de siempre.
Hoy
domingo, Cristina está en Cuba arreglando sus problemas personales, Alberto en
México hablando de Bugs Bunny con López Obrador y nosotros acá, con los
búlgaros.
Esperando
que alguien nos explique cómo carajo seguimos…
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