Malú
Kikuchi
Se
va el 2019, año difícil, electoral, con serios problemas económicos y sociales.
Cambiamos
de año y de gobierno.
El futuro es
sombrío.
Nada
es claro, nada es previsible.
Y
como dice Joaquín Sabina, *“que ser valiente no salga tan caro, / que
ser cobarde no valga la pena”.
Por
eso, rechazando una realidad que duele, sueño improbables utopías, que
seguramente compartiremos.
Que todos los
dirigentes sean patriotas.
Dirigentes
políticos de todos los partidos, empresarios, gremialistas, banqueros,
industriales, funcionarios.
Que
ser patriotas implique ser idóneos para el puesto que ocupen.
Que
sean honestos, trabajadores y respetuosos de las leyes.
Que las leyes
sean justas.
Que
sean necesarias y le sirvan a la gente.
Que
la Justicia sea rápida.
Que se acabe la
impunidad en la Argentina.
Que el ajuste no
lo pague sólo la gente, que empiecen a pagarlo los políticos.
Que
al hacerlo no cercenen libertades.
Que
la Argentina deje de recurrir a las emergencias, no estamos saliendo de una
guerra.
Que
los argentinos piensen en pesos y no en dólares.
Que los poderes
legislativos nacional y provinciales dejen de ser aguantaderos de personas
sospechadas de haber cometido delitos.
Que
la mayoría no se sienta dueña del país, mañana puede ser la minoría.
Que
la minoría aprenda a negociar, es la forma superior de hacer política.
Que
la educación vuelva a tener maestros y deje de tener trabajadores de la
educación.
Que
alumnos y padres los respeten, que se ganen ese respeto.
Que
los contenidos se adapten al siglo XXI.
Que
todos los maestros sean universitarios.
Que
todos los policías sean universitarios.
Que pasen una
revisión psicológica anual para usar armas.
Que
la guerra contra el narcotráfico sea en serio y que la ganemos.
Que
los gremialistas no se hagan millonarios a costa de sus sindicados.
Y
hay tanto más…
Desear
utopías es quizás una forma de acercarnos a ellas.
Parafraseando
a Eduardo Galeano cuando se refería a la utopía:
“Ella
está en el horizonte.
Yo
me acerco dos pasos y ella se aleja dos pasos.
Camino
diez pasos y el horizonte se corre diez pasos. […]
Entonces,
¿para qué sirve la utopía?
“Para
que sigamos caminando”
A
pesar de todo y aunque todo parezca estar en contra, ¡sigamos caminando!
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