"La
victoria de los malos es el fruto de la cobardía de los buenos"
San Juan Bosco
En
2010, José Enrique Miguens escribió un magnífico artículo, "Darse
cuenta" referido a la ley de medios, en el que describió el método que
utilizó Adolf Hitler, que no tenía la mayoría -había obtenido en las últimas
elecciones sólo el 36,8% de los votos-, para hacerse con el poder absoluto.
En
el Reichstag, su partido presentaba un proyecto de ley; la forma de encararlo
caía bien a la izquierda moderada; apoyada por los nazis y los socialistas,
obtenía la sanción.
Acto seguido,
presentaba otro que, esa vez, gustaba a los comunistas que, sumados a los
nazis, lo convertía en ley; y así sucesivamente.
Cuando
la sociedad se dio cuenta, ya fue demasiado tarde…
El
precio de esa desatención fue cincuenta millones de muertos y la devastación de
medio mundo.
La
historia viene a cuento por lo que está sucediendo hoy en la Argentina donde en
el Hº Aguantadero, con la descarada complicidad del "lavagnismo" y a
lomos de la eterna emergencia económica y una
"solidaridad" impuesta por ley, bastante rara porque deja
fuera a muchos privilegiados, el peronismo pegoteado delegó en Alberto
Fernández casi la suma del poder público.
Y ello ante un
Poder Judicial que, cobardemente, no reacciona cuando el Presidente y sus
ministros cuestionan públicamente fallos, pruebas y detenciones.
Recordemos
que tanto el Presidente cuanto el Gobernador Axel Kiciloff nombraron a algunos
procesados como funcionarios, invocando siempre la famosa lawfare.
Pero ni siquiera
esas situaciones expresan el colmo de lo que estamos viviendo.
A
ese límite se llega al contemplar, muy pasivamente por cierto, el copamiento
por Cristina Fernández de todos los resortes que se vinculan con las mayores
"cajas" estatales y, sobre todo, de los organismos de control.
Es
natural que haya puesto en ellos el foco, porque serán determinantes para la
suerte de las causas por corrupción, lavado de dinero, enriquecimiento ilícito
y traición a la Patria que la afectan y tanto la preocupan.
No
sólo hablo de sus escuderos nombrados en la Oficina Anticorrupción y la
Fiscalía de Investigaciones Administrativas, que actúan en esos procesos como
querellantes, y en la Procuración del Tesoro (jefe de todos los abogados del
Estado nacional), que ya logró para Carlos Chino Zannini, sino que impulsa a
Daniel Rafecas, el mismo Juez que pretendió archivar la denuncia de Alberto
Nisman por el memorándum con Irán sin disponer prueba alguna, nada menos que
como Procurador General, es decir, jefe de los fiscales federales.
Si
los acusadores dejan de ejercer ese rol, habrá logrado la tan ansiada
impunidad.
Pero
ni con eso quedó conforme:
Quiere
nombrar como cabeza de la Inspección General de Justicia, organismo de control
legal de las sociedades, a un abogado -Ricardo Nissen- que fue apoderado de sus
hijos Máximo y Florencia en Hotesur S.A., la empresa que resultó instrumento
para que Cristóbal López y Lázaro Báez "reintegraran" a la familia
Kirchner parte de los sobreprecios que obtenían en las licitaciones amañadas o
a través de las facilidades "extraordinarias" que les otorgaba la DGI
para devolver los impuestos robados.
Y
qué decir de la radio y la televisión públicas, puestas en manos de Rosario
Lufrano, que ha prometido usarlas para denostar al gobierno anterior. ¡Hola,
Joseph Goebbels!
Mientras
tanto, los ministros del Poder Ejecutivo, respaldados expresamente por el
Presidente, se dedican a demoler todo aquello de lo poco que la sociedad valoró
positivamente del gobierno de Mauricio Macri:
Desarmaron
a la Policía, pretenden ideologizar a las fuerzas armadas, compraron diputados
electos por la oposición,
terminaron con
la movilidad legal automática de las jubilaciones en desmedro de los que
trabajaron toda su vida,
dinamitaron
la economía del conocimiento, redujeron la lucha contra el narcotráfico y
pretenden despenalizar el consumo de marihuana,
instauraron
la tarjeta alimentaria como elemento de control social (¡vamos, Nicolás
Maduro!),
incrementaron
el gasto, expolian a la clase media con impuestazos impagables,
volvieron
a perseguir al campo y crearon infinidad de cargos en la administración pública
que inundaron de familiares,
de
militantes sin experiencia ni curriculum, de piqueteros,
de
terroristas de ERP y Montoneros y de fanáticos dispuestos a expulsar a quienes
no resulten afines al partido que se ha quedado con el poder absoluto.
La
comparación con el proceder del primer peronismo no es mera coincidencia.
Marco
Tulio Cicerón, que fue asesinado por ello (¿le recuerda algo?), sesenta y tres
años antes de Cristo le preguntó en el Senado a Lucio Catilina hasta cuándo
abusaría de la paciencia de los romanos con sus pretensiones de demoler la
república y hoy, más de veinte siglos después, se lo pregunto al kirchnerismo.
También
se lo pregunto, en sentido inverso, al cuarenta y uno por ciento que no lo
votó.
Porque,
más allá de los malabares verbales, ya está claro que aquél volvió para
quedarse y llevarnos al "socialismo del siglo XXI", apoyado por Cuba,
por Venezuela y por la probadamente disolvente Rusia de Vladimir Putin.
La
única esperanza de un mejor devenir para nuestro futuro, al menos hasta que se
consiga refinanciar la deuda pública, se centra hoy en Donald Trump, por el
enorme peso que tienen los Estados Unidos en el FMI.
Eso
obliga a Alberto Fernández a alinearse con su política exterior, o sea,
acompañar el enfrentamiento con los ayatollahs iraníes y con el tirano Nicolás
Maduro, y le implica renegar de los alineamientos que tanto promovió Cristina
Fernández durante su gestión anterior.
En
este tema, cuánto durará y qué resultado tendrá el enfrentamiento con su
compañera nadie lo sabe, pero seguramente ameritará alquilar balcones.
Bs.As.,
25 Ene 20
Enrique
Guillermo Avogadro
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