El
cacerolazo expresó el rechazo de un amplio sector social a un error cometido
para satisfacer al ala más radicalizada de su coalición. Subir en las encuestas
no sustituye la falta de liderazgo.
Por
Sergio Crivelli
El
presidente tuvo una acumulación inusual de tropiezos en la última semana:
El primer
cacerolazo por la salida de presos de las cárceles, la eyección de Alejandro
Vanoli de la Anses y el conflicto con Uruguay y Brasil en el seno del Mercosur
que puede derivar en el retiro de la Argentina de ese bloque regional.
En
los tres casos hubo avances del
cristinismo por pasividad del presidente.
El
presidente había subido verticalmente en las encuestas y la reacción de su vice
no se demoró.
Pero
no todo obedeció a presiones de la vicepresidente.
Los
errores de Fernández se agravaron por el cansancio social ante el encierro
prolongado, el deterioro económico y la falta de solución a problemas que se
acumulan desde diciembre.
En ese momento
se escudó detrás de la herencia recibida, hizo un fuerte ajuste a la clase
media y repartió dinero entre sus votantes con un fuerte costo fiscal.
Las variables
macroeconómicas se deterioraron y nunca presentó un programa para revertir la
peligrosa tendencia.
Su
segunda excusa para no presentar un plan racional fue la deuda externa.
Abusó
de esa estrategia los 100 primeros días de gestión y cuando en marzo se
acumulaban las malas señales, apareció la pandemia.
Hábilmente armó
una épica de la lucha contra le enfermedad, clausuró la economía y dictó el
confinamiento generalizado.
Pero
esa tercera excusa también empieza a agotarse.
Los
tropiezos enumerados son prueba de ello.
Los problemas de
Fernández no coinciden con los de la sociedad, sólo los agravan.
Tienen
tres causas: falta de liderazgo, mala praxis y carencia de ideas.
El
episodio de los presos es atribuible a la primera.
En su origen
está la excarcelación de presos por corrupción que llegó a un punto culminante
con la de Amado Boudou.
Eso,
más la pandemia, habilitó a los jueces a abrir las celdas de las que salieron
delincuentes violentos.
Incidieron
para que esto ocurriera la tradición peronista en la materia (cuando asumió el
gobierno anterior había miles de prófugo que fueron paulatinamente devueltos a
prisión), las excusas “garantistas” y la corrupción.
El presidente
intentó desligarse del desastre atribuyéndolo a la Justicia, pero la
excarcelación de Ricardo Jaime fue promovida por su secretario de derechos
humanos, y su viceministro de Justicia se sentó a la mesa de negociación con
los amotinados de Devoto.
Ambos
funcionarios pertenecen al ala “cristinista” del gobierno, mientras que
la cara ante los medios tuvo que ponerla la ministra del área, designada por
Fernández, pero que parece no manejar todas las palancas de su ministerio.
Ninguna
figura importante del gobierno defendió al presidente y algunos, Berni, Massa,
criticaron las excarcelaciones por los medios.
En el caso de
Vanoli a la falta de liderazgo se sumó la mala praxis.
Fue
echado según unos trascendidos por la pésima organización del pago a jubilados
hace tres semanas y, según otros, por sus disidencias respecto al pago de
subsidios.
Erró
por mucho los cálculos.
Dijo
que los $ 10.000 los iban a reclamar 3,6 millones de beneficiarios y terminaron
siendo 8.
Fue puesto por
CFK
y reemplazado por alguien también del ala cristinista, María Fernanda Raverta,
hija de montoneros.
Ese
barniz setentista de los funcionarios que tanto atrae a la ex presidenta es
secundario.
Coloca
sus alfiles en los cargos que más fondos, estructura política y despliegue
logístico mueven en la administración (Anses y Pami), mientras Fernández sufre el desgaste de los cacerolazos.
Pero
la ex presidenta parece no sólo preocuparse por los recursos, también baja
línea política.
Esto
explicaría la sorpresiva decisión del gobierno de impugnar las negociaciones
del Mercosur con otros bloques y países para cerrar acuerdos comerciales.
La
estrategia es impulsada por Brasil y Uruguay.
El
viernes el representante argentino Jorge Neme dijo que Argentina no estaba en
condiciones de sumarse por su crisis económica que atribuyó al neoliberalismo,
para lo cual se remontó hasta Videla y Martínez de Hoz.
Olvidó que su
partido fue gobierno durante 24 de los 40 años transcurridos desde entonces.
Ante
miembros del Senado Felipe Sola consideró maliciosas las interpretaciones de
que Argentina quiere abandonar el Mercosur, pero lo dicho por su secretario
Neme autoriza a sospechar lo contrario.
¿A
qué atribuir lo sucedido?
Es
evidente que en el Mercosur Fernández está rodeado de la “derecha” que
prevalece en la región.
Nunca se reunió
con Jair Bolsonaro, tuvo roces con Piñera y ningún diálogo con Lacalle Pou.
Cultiva,
en cambio, al grupo de Puebla, que goza de las simpatías del Papa, pero que no
integra ningún presidente.
Ni
siquiera López Obrador.
En
política exterior exhibe, ostentosamente, las mismas preferencias filo cubanas de su mentora y ninguna idea
posterior la Guerra Fría.
Esas
preferencias pueden agravar el aislamiento de la Argentina en especial, si
cae en default.
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