Uruguay
está encarrilado hacia la reactivación económica y Paraguay está entrando en la
fase II de la flexibilización
Argentina
atraviesa un momento económico, político y social crítico:
Crisis
económica que se juntó con una pandemia, noveno
default en su historia y una administración encabezada por Alberto Fernández
que está dispuesta a cometer los mismos errores históricos que han llevado a
Argentina hacia la debacle actual.
En
este sentido, los gobiernos vecinos de Lacalle Pou y Mario Abdo Benítez, se han
encargado de desnudar varios fracasos de la administración peronista en el
manejo de la pandemia.
Tanto charrúas
como guaraníes han logrado no solo contralar la proliferación del virus, sino
que también han reducido el impacto económico en sus países.
Uruguay difiere
con el modelo de cuarentena de Paraguay, siendo uno mucho menos restrictivo y
abogando por las libertades individuales.
Pero el
paraguayo no fue uno tan absoluto ni tan prolongado y, de hecho, hoy empezó la
fase II de la flexibilización.
Al
contrario de Argentina, que prolonga una cuarentena insostenible que provocará
mayor desempleo, más empresas quebradas y, por ende, aumento del hambre y la
pobreza extrema.
En definitiva, más
muerte.
“Qué
me importa cuánto dure la cuarentena, va a durar lo que tenga que durar”. Alberto
Fernández.
Pero
eso no le importa a Fernández que tajantemente afirmó:
“Prefiero
tener 10 % más de pobres y no 100 mil muertos en la Argentina”.
Esta
frase la espetó en una entrevista donde criticó a los que se enfocaban en el
dilema “economía o salud”.
Fernández
dijo que este dilema era falso, y tiene razón, pero lo que no dice es que él es
el principal promotor de este discurso populista de “poner por delante a la
vida” como si la pobreza y el hambre no mataran.
Había que
presentar algo “exitoso”
¿Por
qué Fernández se decantó por la vía de “poner la vida por delante de todo”?
Aunque,
en realidad, es imposible preservar la vida sino te importa la economía.
La
respuesta es simple: cumplía sus primeros cien días de Gobierno y no había nada
para presumir.
Por el contrario,
Argentina se dirige a pasos agigantados a una crisis económica sin precedentes
en su historia.
Adueñarse
del discurso de la vida y presentar su modelo sanitario como un éxito era la
oportunidad ideal de ganar rédito.
La
administración de Fernández no solo se adjudicó la retórica de la vida, sino
que ha mentido descaradamente —en confabulación con los grandes medios— en
decir que ha sido pionero en medidas sanitarias.
Esto es falso.
De
hecho, el primer país que decidió tomar el toro por los cuernos e implementar
medidas como la cuarentena obligatoria, la restricción del espacio aéreo para
vuelos comerciales y el cierre de fronteras fue, precisamente, su vecino
Paraguay.
Yendo
en contra de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS),
por cierto.
Otro
gran ejemplo de que el Gobierno de Fernández quiere, a toda costa, presentar
sus medidas sanitarias como exitosas sin importar la realidad, fue el último
gran escándalo del Ministerio de Salud argentino, que mintió sobre la tasa de
mortalidad por cada millón de habitantes de tres países de la región:
Chile, Perú y
Paraguay.
Después
de que los países reclamaran, el Ministerio dio una explicación y una fe de
erratas.
Argentina no fue
ni el más rápido en tomar medidas ni ha sido el país más exitoso en controlar
la pandemia.
Lo
único certero que ha logrado el Gobierno de Fernández hasta ahora es condenar a
miles de empresas y pymes a la quiebra.
Todo a partir de
un discurso que se ha basado en mostrar algo positivo en una realidad
ineludiblemente negativa.
La
situación de Argentina se evidencia cada vez más.
Los
casos por COVID-19 van en aumento de forma exponencial y todo indica que el
pico de contagios aún está bastante lejos.
En cambio, tanto
Uruguay como Paraguay tienen el virus controlado por debajo de los mil casos.
En
el caso paraguayo, además, la mayoría de contagiados proviene del exterior o de
contactos.
Hay
poca circulación comunitaria.
En
Argentina pasó lo contrario.
Del total de
casos, 955 (7,9 %) son importados, 5 302 (43,9 %) son contactos estrechos de
casos confirmados, 3 766 (31,2 %) son casos de circulación comunitaria.
El
resto se encuentra en investigación epidemiológica.
Si
bien es notorio que los índices poblacionales de Uruguay y Paraguay son
infinitamente más pequeños que los de Argentina, también es claro que ambos
países han tomado medidas no solo a tiempo, sino también efectivas.
Y que tanto
Uruguay como Paraguay han sabido reactivar los distintos sectores económicos
para disminuir el impacto de la cuarentena.
Paraguay,
que fue pionero en implementar una cuarentena obligatoria, ya entró en la
segunda fase de flexibilización cumpliendo con todas las medidas y recomendaciones
sanitarias.
Incluso
se llegó a un acuerdo con el rubro gastronómico que no estaba en esta fase.
Uruguay,
haciendo valer la línea pro libertad de
su administración, va por una senda similar.
Mientras
tanto, Fernández en Argentina no tuvo la
suficiente capacidad de encontrar una forma menos dañina para la economía del
país «de frenar» la proliferación del virus.
Argentina
ya venía fuertemente afectada económicamente.
La
cuarentena fue una especie de golpe de gracia para miles de empresas, negocios
y trabajadores.
Además,
las medidas económicas que se están tomando no solo son insuficientes, sino que
hasta parecen un maquillaje de gestión.
Desde
el día uno de confinamiento Argentina debió ponerse en campaña para reducir el
gran gasto público, reduciendo un gran cáncer en materia fiscal y terminando
así con muchos privilegios políticos para apoyar al ciudadano común. Esto tanto
Uruguay y Paraguay —este último en menor medida— lo hicieron y ha rendido
frutos.
La diferencia de
una crisis que afecta a todos, pero a algunos más que a otros
Uruguay
y Paraguay claramente se verán afectados económicamente como todos los países
del mundo, pero las medidas que ambos están tomando pueden ser la diferencia
clave entre una reducción económica que produzca una crisis gigante o una que
no afecte de forma tan contundente.
Es
lo que la administración Fernández no solo no pre visualizó, sino que no le interesa corregir.
Argentina
puede, tranquilamente, convertirse en un país con un foco de contagio bastante
alto y tener una economía miserable.
La
retórica de Fernández de presentarse como «la vida» y al resto como la muerte
ha quedado desnudada.
Países
vecinos le han demostrado un camino más efectivo, claramente no perfecto, pero
sí mucho menos dañino.
Paraguay
y Uruguay, de igual forma, no están fuera de riesgo, menos compartiendo
fronteras con Brasil que será una amenaza latente para toda Sudamérica en
exportación de casos.
Pero sí tienen
un panorama mucho más alentador económica y sanitariamente hablando que la
Argentina gobernada por Fernández.
Al
final, el discurso populista, convenientemente difundido por los grandes
medios, siempre se corre con un baño de realidad.
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