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miércoles, 27 de mayo de 2020

Paraguay y Uruguay desnudan la incapacidad de Alberto Fernández

Por Emmanuel Alejandro Rondón / PanAm Post
Uruguay está encarrilado hacia la reactivación económica y Paraguay está entrando en la fase II de la flexibilización

Argentina atraviesa un momento económico, político y social crítico:
Crisis económica que se juntó con una pandemia, noveno default en su historia y una administración encabezada por Alberto Fernández que está dispuesta a cometer los mismos errores históricos que han llevado a Argentina hacia la debacle actual.
En este sentido, los gobiernos vecinos de Lacalle Pou y Mario Abdo Benítez, se han encargado de desnudar varios fracasos de la administración peronista en el manejo de la pandemia.

Tanto charrúas como guaraníes han logrado no solo contralar la proliferación del virus, sino que también han reducido el impacto económico en sus países. 
Uruguay difiere con el modelo de cuarentena de Paraguay, siendo uno mucho menos restrictivo y abogando por las libertades individuales.
Pero el paraguayo no fue uno tan absoluto ni tan prolongado y, de hecho, hoy empezó la fase II de la flexibilización.

Al contrario de Argentina, que prolonga una cuarentena insostenible que provocará mayor desempleo, más empresas quebradas y, por ende, aumento del hambre y la pobreza extrema.
En definitiva, más muerte.

“Qué me importa cuánto dure la cuarentena, va a durar lo que tenga que durar”. Alberto Fernández.

Pero eso no le importa a Fernández que tajantemente afirmó:
“Prefiero tener 10 % más de pobres y no 100 mil muertos en la Argentina”.
Esta frase la espetó en una entrevista donde criticó a los que se enfocaban en el dilema “economía o salud”.
Fernández dijo que este dilema era falso, y tiene razón, pero lo que no dice es que él es el principal promotor de este discurso populista de “poner por delante a la vida” como si la pobreza y el hambre no mataran.

Había que presentar algo “exitoso”
¿Por qué Fernández se decantó por la vía de “poner la vida por delante de todo”?
Aunque, en realidad, es imposible preservar la vida sino te importa la economía.
La respuesta es simple: cumplía sus primeros cien días de Gobierno y no había nada para presumir.
Por el contrario, Argentina se dirige a pasos agigantados a una crisis económica sin precedentes en su historia.
Adueñarse del discurso de la vida y presentar su modelo sanitario como un éxito era la oportunidad ideal de ganar rédito.

La administración de Fernández no solo se adjudicó la retórica de la vida, sino que ha mentido descaradamente —en confabulación con los grandes medios— en decir que ha sido pionero en medidas sanitarias.
Esto es falso.
De hecho, el primer país que decidió tomar el toro por los cuernos e implementar medidas como la cuarentena obligatoria, la restricción del espacio aéreo para vuelos comerciales y el cierre de fronteras fue, precisamente, su vecino Paraguay.
Yendo en contra de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), por cierto.

Otro gran ejemplo de que el Gobierno de Fernández quiere, a toda costa, presentar sus medidas sanitarias como exitosas sin importar la realidad, fue el último gran escándalo del Ministerio de Salud argentino, que mintió sobre la tasa de mortalidad por cada millón de habitantes de tres países de la región:
Chile, Perú y Paraguay.
Después de que los países reclamaran, el Ministerio dio una explicación y una fe de erratas.

Argentina no fue ni el más rápido en tomar medidas ni ha sido el país más exitoso en controlar la pandemia.
Lo único certero que ha logrado el Gobierno de Fernández hasta ahora es condenar a miles de empresas y pymes a la quiebra.
Todo a partir de un discurso que se ha basado en mostrar algo positivo en una realidad ineludiblemente negativa.
La situación de Argentina se evidencia cada vez más.
Los casos por COVID-19 van en aumento de forma exponencial y todo indica que el pico de contagios aún está bastante lejos.
En cambio, tanto Uruguay como Paraguay tienen el virus controlado por debajo de los mil casos.
En el caso paraguayo, además, la mayoría de contagiados proviene del exterior o de contactos.
Hay poca circulación comunitaria.

En Argentina pasó lo contrario.
Del total de casos, 955 (7,9 %) son importados, 5 302 (43,9 %) son contactos estrechos de casos confirmados, 3 766 (31,2 %) son casos de circulación comunitaria.
El resto se encuentra en investigación epidemiológica.
Si bien es notorio que los índices poblacionales de Uruguay y Paraguay son infinitamente más pequeños que los de Argentina, también es claro que ambos países han tomado medidas no solo a tiempo, sino también efectivas.
Y que tanto Uruguay como Paraguay han sabido reactivar los distintos sectores económicos para disminuir el impacto de la cuarentena.

Paraguay, que fue pionero en implementar una cuarentena obligatoria, ya entró en la segunda fase de flexibilización cumpliendo con todas las medidas y recomendaciones sanitarias.
Incluso se llegó a un acuerdo con el rubro gastronómico que no estaba en esta fase.
Uruguay, haciendo valer la línea pro  libertad de su administración, va por una senda similar.
Mientras tanto, Fernández en Argentina no tuvo la suficiente capacidad de encontrar una forma menos dañina para la economía del país «de frenar» la proliferación del virus.

Argentina ya venía fuertemente afectada económicamente.
La cuarentena fue una especie de golpe de gracia para miles de empresas, negocios y trabajadores.
Además, las medidas económicas que se están tomando no solo son insuficientes, sino que hasta parecen un maquillaje de gestión.

Desde el día uno de confinamiento Argentina debió ponerse en campaña para reducir el gran gasto público, reduciendo un gran cáncer en materia fiscal y terminando así con muchos privilegios políticos para apoyar al ciudadano común. Esto tanto Uruguay y Paraguay —este último en menor medida— lo hicieron y ha rendido frutos.

La diferencia de una crisis que afecta a todos, pero a algunos más que a otros
Uruguay y Paraguay claramente se verán afectados económicamente como todos los países del mundo, pero las medidas que ambos están tomando pueden ser la diferencia clave entre una reducción económica que produzca una crisis gigante o una que no afecte de forma tan contundente.
Es lo que la administración Fernández no solo no pre visualizó, sino que no le interesa corregir.
Argentina puede, tranquilamente, convertirse en un país con un foco de contagio bastante alto y tener una economía miserable.

La retórica de Fernández de presentarse como «la vida» y al resto como la muerte ha quedado desnudada.
Países vecinos le han demostrado un camino más efectivo, claramente no perfecto, pero sí mucho menos dañino.
Paraguay y Uruguay, de igual forma, no están fuera de riesgo, menos compartiendo fronteras con Brasil que será una amenaza latente para toda Sudamérica en exportación de casos.
Pero sí tienen un panorama mucho más alentador económica y sanitariamente hablando que la Argentina gobernada por Fernández.
Al final, el discurso populista, convenientemente difundido por los grandes medios, siempre se corre con un baño de realidad.

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