El
otro Ramón Carrillo (26/08/2007)
El
sanitarista que acompañó a Perón en sus primeros ocho años en el poder fue
señalado por el actual Gobierno (Kirchner) como un ejemplo para la construcción
de un Estado moderno.
Pero
las crónicas oficiales ocultan las inclinaciones pseudocientíficas del médico
que levantaba hospitales para "depurar la raza"
Dicen
que Ramón Carrillo tenía sólo 27 años de edad y ya era un neurocirujano
consagrado, que lo dejó todo para ser Ministro de Salud, construir 234
hospitales, hacer desaparecer el paludismo y lograr que la esperanza de vida
creciera durante su gestión de 61,7 a 66,5 años.
Son
hechos que lo convirtieron en una figura histórica respetada igualmente por
peronistas y antiperonistas, que lamentan por igual su muerte temprana y en la
soledad del exilio.
Pero
detrás de las crónicas laudatorias sobre el funcionario que se distingue por
ser el único ministro que acompañó a Juan Domingo Perón en sus dos primeros
gobiernos, se esconde otra historia,
que muestra al sanitarista como un admirador de Hitler y señala que los
hospitales que construía se fundaban sobre los cimientos de la eugenesia, una
creencia que es definida por Francis Galton como "la ciencia del cultivo
de la raza y el estudio de los agentes de control social, que pueden empobrecer
o mejorar las cualidades raciales".
Admirado
y exaltado por el presidente Néstor Kirchner, el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y el actual titular
de la cartera de Salud, Ginés González
García, Carrillo tuvo su año oficial de homenaje en 2006, al cumplirse cien
años de su nacimiento.
Los
festejos continuaron hasta hace muy poco, cuando una empresa brasileña de
energía auspició la edición de un libro que relata una biografía heroica de
este santiagueño fallecido en Belém (en el estado brasileño de Pará) tras su
exilio de la Argentina por la Revolución Libertadora, y con el estreno del
documental Ramón Carrillo, el médico del pueblo, realizado por Enrique Pavón
Pereyra, hijo del biógrafo de Perón.
El
año pasado, Kirchner encabezó los agasajos iniciados el 7 de marzo con un acto
en el Salón Blanco de la Casa Rosada y con la distribución de una lujosa
publicación de la Jefatura de Gabinete titulada Ramón Carrillo, ejemplo para un
Estado moderno.
"En esta
operación política, muchos hechos fueron ocultados, y la acción del primer
Ministro de Salud fue puesta como el horizonte a seguir para la planificación
sanitaria actual.
En
esta entronización, no existió una reflexión crítica", dice la
historiadora Karina Ramacciotti, que se especializó en el análisis de las
políticas sanitarias entre 1946 y 1955.
En los albores del
Siglo XX, gobernar era poblar y purificar.
Educado
entre la elites conservadoras de Santiago del Estero, Carrillo transitaba esa
senda de creencias cuando, apenas graduado en Buenos Aires, escribió en 1929 Un
punto de vista: El de Keyserling ante la
vida , artículo publicado en la revista del Círculo Médico Argentino en el
que, retomando los conceptos del filósofo alemán, sostenía que los americanos
se encontraban en un estadio anterior al "descenso del espíritu".
A
las clases dirigentes les correspondía rescatar "la verdadera cultura
argentina", basada en "la tradición y los valores gauchescos"
que representaban las "fuerzas germinales" y que convertirían al país
"en el más rico en el provenir", concluía.
Al
año siguiente, Carrillo viajó a Europa para especializarse en neurocirugía, y
en Berlín, por casualidad, presenció un acto de Adolf Hitler y quedó tan
impresionado que asistió a otro encuentro y se fotografió con el líder nazi, de
acuerdo con lo que le confesó a Ramacciotti Cristina Carrillo, sobrina del
médico, cuando la historiadora la entrevistó para sus investigaciones en 2003.
A
su regreso a la Argentina, Carrillo comenzó a mezclarse con cuestiones
castrenses, hasta que en 1939 fue nombrado jefe del servicio de neurología y
neurocirugía del Hospital Militar Central, donde conoció a Perón en 1943 (luego
de su salida de la prisión de Martín García).
Fue
por entonces cuando desarrolló algunos de los conceptos que guiaron su política
en el terreno civil:
La
idea de crear un "soldado ideal", eliminando a los conscriptos que "presenten
determinadas rarezas" que podrían generar indisciplina o impidan
la formación de un "sentimiento argentinista".
Las
investigaciones de Ramacciotti muestran también que la imagen de Carrillo como
el técnico aséptico e inmaculado que "se ensucia en la política" es
también dudosa, al menos cuando se observan las huellas que dejó el debate que
mantuvo con el reconocido médico Ricardo Morea en la revista Círculo Médico
luego de que compitieran en un concurso para designar al titular de la cátedra
de neurocirugía de la facultad de Ciencias Médicas.
Morea lo acusó
de plagio.
En
su tesis doctoral, Carrillo copió textos enteros del clásico libro de anatomía
de Testut sin mencionar al autor.
Quien
unos años después se convertiría en una de las caras más visibles del gobierno
peronista se defendió argumentando que no citaba a Testut porque se lo sabía de
memoria.
"Hábitos
incorrectos"
Su
llegada al gobierno tampoco fue de las mejores.
A
fines de 1947, meses después de haber asumido como Secretario de Salud (luego
la Secretaría se convertiría en Ministerio), se desató en Buenos Aires un brote
de peste bubónica, una enfermedad que a esas alturas se consideraba erradicada
y que podría haber volteado a cualquier funcionario.
Pero
Carrillo contaba con enormes recursos económicos y el total apoyo de Perón.
De
hecho, según Ramacciotti, la política social del primer peronismo se basaba en
la salud, y hacia ese sector se dirigía el grueso del gasto del Estado
nacional.
Con
la peste, Carrillo mostró un carisma marcial:
En
uniforme de fajina se puso al frente de 60 camiones del Ejército que tenían la
misión de erradicar las ratas, imágenes retratadas por la aceitada maquinaria
de la Subsecretaría de Información y Prensa.
Para
el funcionario, la peste se desató por los "incorrectos hábitos de
higiene" de los hogares más humildes, y
con su campaña ocultó la falta de control estatal sobre los empresarios
portuarios que hizo proliferar a los roedores, tal como denunció en su
momento el diario La Prensa .
Una
actitud similar adoptó cuando otro brote asoló al país.
En
1949, la viruela volvió a la Argentina, a pesar de la vacuna antivariólica.
La
propaganda oficial acusó de la propagación del mal a quienes no se vacunaban,
además de no aceptar que se trataba de viruela e insistir en que era alastrim,
una enfermedad benigna, un hecho que se contradecía con algunas medidas
adoptadas por el Estado, como la ampliación de los horarios de atención en los
vacunatorios y la instalación de cordones sanitarios.
Ramacciotti
posee copia de un afiche que muestra a un soldado y a un obrero robustos,
blancos y esbeltos, admirados por la silueta de un chico.
Allí
se lee "Hombres sanos para el
futuro. Cuidando la salud del niño".
Pintada en un
estilo autoritario, similar a las ilustraciones de la propaganda nazi o de la
Rusia estalinista, este afiche fue central durante la gestión de Carrillo.
Las
piezas fueron criticadas por el médico socialista Florencio Escardó, que
aseguraba que "estos carteles más incitan a la neurosis que a la creación
de conciencia".
Sus
palabras se leyeron en la revista Roche y la Dirección de Higiene Social le
pidió al laboratorio que se retractara de lo escrito.
Como
explica el historiador Gustavo Vallejo, que junto con la doctora en ciencias jurídicas
Marisa Miranda compiló los trabajos que dan forma al libro Darwinismo social y
eugenesia en el mundo latino, esa pseudo ciencia era bien vista no sólo por
Carrillo sino también por un gran parte de las personalidades de la época.
Su
aplicación continuó varios años después de terminada la Segunda Guerra Mundial
y el Holocausto, en documentos oficiales en los que Carrillo y otros
funcionarios hablaban de "raza fuerte y un pueblo sano" o se
convocaba a "la raza blanca" para revertir "el suicidio argentino"
que se produciría por el aumento de la natalidad entre los "seres de menor
valor social".
De
acuerdo con Vallejo, hasta hoy persiste la utilización de enunciados de las
ciencias naturales para implementar políticas sociales de las que resulten grupos
de incluidos y de excluidos.
A
veces de manera subterránea, otras de forma más visible, estas ideas llegan a
la actualidad.
Ya
sea con la iglesia argentina, que censuró a Darwin en el Congreso Pedagógico
Nacional que se realizó a mediados de los años 80, o en Estados Unidos, más
recientemente, con el apoyo oficial de George W. Bush a la teoría del diseño
inteligente, que ensalza al antiguo creacionismo con visos científicos y
reniega de la evolución.
En
el caso de las políticas llevadas adelante por Carrillo, destacado en la
historia oficial por sus políticas de inclusión, las principales excluidas fueron las mujeres.
Por
ejemplo, la Caja de Maternidad, creada por Ley en 1934, que otorgaba 45 días de
vacaciones sin pago para las embarazadas (sólo se le otorgaba un subsidio) no
fue alterada durante los ocho años en que Carrillo fue funcionario.
De la misma manera, los planes maternales se
basaban en la entrega de ajuares o de charlas sobre cómo alimentar a los bebes,
pero no a las madres...
No hay comentarios:
Publicar un comentario