Por
Enrique Guillermo Avogadro
“Una
verdad a medias no es la mitad de la verdad, sino una mentira”. José M. Estrada
Me
pregunto si Joaquín Sabina obtuvo alguna respuesta.
Por
mi parte, tengo claro que ha sido el Gobierno el responsable de esta
irreparable pérdida que, seguramente, se extenderá también a mayo.
Con
lo que ignoro sobre las pandemias se puede hacer una enciclopedia, pero
recuerdo que el 6 de abril, desde cuando ya se ha duplicado el plazo de
incubación de la enfermedad, miles de jubilados se juntaron con otros tantos
receptores de la AUH sin respetar distancia social alguna.
Pero no se
produjo el estallido de contagios que las autoridades y los médicos esperaban
con terror.
Sin
embargo, aquí seguimos, encerrados en nuestras casas y, mientras tanto, la
economía se precipita hacia un abismo sin fondo.
Ante
ese seguro panorama de miseria y hambre generalizados, ¿no sería mejor levantar el
confinamiento y que cada uno se cuide como corresponde, como está haciendo el
mundo?
El
escándalo que el episodio produjo permitió, seguramente, la destitución de
Alejandro Vanoli del sitial de la ANSES y su reemplazo por María Fernanda
Raverta, militante de La Cámpora.
Con
esa movida, la principal “caja” del Estado pasó a Máximo Kirchner, que
seguramente la administrará con la honestidad aprendida de sus tan nobles
padres.
Más
allá del confinamiento con el cual el Gobierno busca controlar a la sociedad,
la necesidad de Alberto Fernández de obtener la impunidad de su jefa -precio pactado por su designación- que
lo llevó a apoyar la excarcelación de Ricardo Jaime y tantos otros, me pregunté
cuál era el objetivo real y repudiable de esta remake del 25 de mayo de 1973,
cuando otro Presidente delegado fue obligado por las
organizaciones terroristas a liberar a sus miembros condenados por la Justicia
en procesos absolutamente legales.
Tengo
para mí que la intención es reconstruir el “Vatayón Militante” para formar
grupos paramilitares al mejor estilo de los colectivos revolucionarios de
Nicolás Maduro, creados para ejercer el control violento de las calles de
Venezuela y ahogar en sangre las protestas.
Los
liberados aquí, como se ha visto ya, vuelven a delinquir pero, además, serán
los encargados de reclutar a lo peor del lumpenaje para incorporarlo a ese
proyecto de un rejuntado político al que aterra la posibilidad de nuevas y
masivas manifestaciones cívicas.
Y
qué decir si le sumamos la reincorporación de 400 oficiales de la Bonaerense, que habían sido cesanteados por María
Eugenia Vidal por delitos de todo tipo y fueron reincorporados por Sergio
Berni.
Resultó
llamativo el estruendoso silencio del movimiento #NiUnaMás ante la insólita inclusión de más de 150 violadores entre
los más de 2.800 criminales liberados recientemente de los penales federales y
provinciales; en especial cuando se supo que se permitió a uno de ellos volver
a la vecindad de su víctima, violada a los 13 años, y a otro, agresor sexual
(con acceso carnal) de sus propios hijos, regresar a su casa.
Pero
el atronador cacerolazo del jueves afectó a Alberto Fernández, arropado hasta
entonces por encuestas tan favorables, y lo llevó a desdecirse de su público
apoyo a este disparate, demostrando así que es un groucho-marxista de la
primera hora…
Y
reiteró esa penosa actitud varias veces esta semana.
La
Argentina se había levantado, extemporáneamente
y sólo por razones ideológicas, de las mesas en las que el Mercosur
negociaba con Corea del Sur, Canadá y otros países tratados de libre comercio.
La
razón invocada fue que esos acuerdos perjudicarían a la industria nacional, es
decir, impediría que nuestros empresarios continuaran pescando en la bañadera y
cazando en el zoológico.
Para
esa absurda y retrógrada posición, resulta mejor proteger a los ensambladores
de Tierra del Fuego que importar productos originales, más baratos.
La
repercusión entre los socios fue de tal magnitud, que el Presidente debió
recular en chancletas, sumar un nuevo
papelón internacional y echar la culpa del portazo a Felipe Solá, el Canciller,
diciendo que éste se había cortado solo, como si algo así fuera medianamente
creíble en un sistema de poder tan concentrado.
Esta
nefasta ideología ha llevado a que la Argentina, cuando más necesita del mundo
para arreglar sus problemas, esté peleada con Uruguay, Brasil, Paraguay,
Bolivia, Chile, Colombia, Estados Unidos y la Unión Europea.
Con
Rusia, Venezuela y Cuba en bancarrota, Cristina Fernández piensa en profundizar la
relación con Xi Jinping, la única posible –si los chinos fueran
kamikazes- fuente de financiación para el gigantesco agujero nacional.
El
aislamiento se agravó con la irracional decisión del Gobierno de prohibir a las
líneas aéreas vender pasajes hasta el 1° de septiembre.
El
claro objetivo es privilegiar a Aerolíneas Argentinas, también en manos de La
Cámpora y de los siete gremios aeronáuticos, perjudicando a las low-cost que
tanto nos han interconectado.
Mientras,
el gigantesco déficit de “su compañía” lo pagamos con nuestros impuestos.
La
organización que nuclea a las empresas del mundo –IATA- ya avisó que, de
mantenerse esa medida, muchas dejarán
de volar a la Argentina por muchos años.
En
fin, queda claro hacia dónde pretenden llevarnos Fernández².
Hoy,
cuando nos hemos convertido en una sociedad de mansos corderos que no hace más
que golpear sus cacerolas, si no salimos multitudinariamente a la calle ya
mismo a exigir respeto a la República y su Constitución, las habremos perdido
para siempre y será demasiado tarde para llorarlas.
Bs.As.,
2 Mayo/20
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