"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 15 de noviembre de 2020

Socialdemocracia y neoliberalismo, ¿pueden convivir? III

Es cierto que estas diferencias, muchas veces, ni siquiera son debidamente interpretadas por los propios políticos. Sin ir más lejos, Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez, que conformaron una de las fórmulas del Partido Demócrata antes de abandonar la contienda preelectoral, se confesaban orgullosos socialistas y se definían como socialistas-democráticos. Al mismo tiempo, cuando buscaban referencias en sistemas políticos afines a su posición ideológica, no dudaban en identificarse con las socialdemocracias escandinavas. Esta ambigüedad fue claramente expuesta por Daron Acemoglu, para quien lo que Estados Unidos necesita no es ni el fundamentalismo de mercado ni el socialismo democrático, sino la socialdemocracia. Es decir, una regulación eficaz para controlar el poder de mercado concentrado, una voz más decisiva de los trabajadores, mejores servicios públicos, una red de seguridad social más fuerte y una nueva política tecnológica en favor del interés de las mayorías.

Estas orientaciones son diametralmente opuestas al neoliberalismo. A pesar de su reciente declinación en Europa, la socialdemocracia ha sido el sistema que mejor ha conciliado el capitalismo con la gobernabilidad democrática. Todos los países nórdicos, que fueron su cuna, integran el "top 10" en la mayoría de los indicadores con que se evalúa el desempeño de un país. Dinamarca, por ejemplo, gobernada actualmente por una coalición liderada por la socialdemocracia, tiene un PBI próximo a los 60.000 dólares per cápita, es el 7° entre los países más ricos del mundo, el menos corrupto y el segundo en el "índice de felicidad". Y en la relación entre recaudación tributaria y PBI, prácticamente duplica la presión fiscal de la Argentina.

Con solo observar su clase política, comprenderíamos algunas de las razones del éxito socialdemócrata. Los diputados de Suecia, por ejemplo, viven sin lujos en departamentos de 40 m2 con lavandería en el sótano, sin personal de servicio, sin auto oficial ni chofer. Todos ganan el mismo sueldo -unos 6800 euros al mes- y trabajan entre 60 y 70 horas por semana. Son países con bajísima tolerancia a la corrupción política, donde la diputada Mona Sahlin, socialdemócrata, tuvo que dimitir luego de comprobarse que había adquirido un Toblerone con una tarjeta Visa oficial. Parecido a lo que ocurre en uno de los capítulos de Borgen, la popular serie danesa de Netflix.

No hay comentarios: