Lo que escribió Alberto Fernández en LA NACION en 2014 cuando llamaron a indagatoria a Boudou
En un texto publicado el 30 de mayo de 2014, el mandatario criticaba al ex vicepresidente y defendía el accionar de la Justicia
Las
voces dentro del Gabinete Nacional en torno al nuevo revés judicial que tuvo
Amado Boudou comenzaron a escucharse esta mañana. El jefe de Gabinete, Santiago
Cafiero, afirmó que el ex vicepresidente"
merece que sus derechos no sean pisoteados" y sostuvo que la Corte Suprema de Justicia debe "hacerse cargo de un
proceso plagado de irregularidades y arbitrariedades".
Se refirió de esta manera a la decisión de la Corte Suprema de Justicia de rechazar el recurso del ex vicepresidente y dejar firme su condena a cinco años de prisión por la apropiación de la calcográfica Ciccone.
Alberto Fernández no opinó todavía sobre el tema, pero en los albores de la Causa Ciccone, el mandatario ya había expresado su opinión al respecto, con una columna en LA NACION, que tituló: "Boudou: game over".
En
ese texto, publicado el 30 de mayo de 2014, Fernández aseguró: "Todas las excusas dadas por él hasta
aquí se han ido desvaneciendo con la misma velocidad con la que el agua se
escapa entre los dedos. Boudou ya no tiene coartadas. Los argentinos saben
cuánto ha mentido en su alocada carrera por escapar de los hechos que se le
atribuyen".
En otro párrafo mencionaba a su ahora compañera de gobierno, Cristina Kirchner: "Fue sorprendente escuchar las voces del oficialismo que avalaron sus dichos y lo exculparon del hecho que se le atribuye. Tan fuerte fue la defensa organizada desde el poder, que hasta una ley de la Nación impulsada por la mismísima Presidenta acabó por expropiar la empresa Ciccone para hacer más compleja la investigación de la maniobra".
La columna
completa de Alberto Fernández en LA NACION
Boudou:
Game Over
Amado Boudou ha sido llamado a prestar declaración indagatoria.
Aunque
genera cierto escozor pensar que un vicepresidente de la República deba tener
que afrontar esa instancia, nadie dudaba que este momento finalmente llegaría.
Todas
las excusas dadas por él hasta aquí se han ido desvaneciendo con la misma
velocidad con la que el agua se escapa entre los dedos.
Boudou ya no
tiene coartadas.
Los argentinos
saben cuánto ha mentido en su alocada carrera por escapar de los hechos que se
le atribuyen.
Fueron falsas las imputaciones que cargó en las espaldas de Esteban Righi y de Adelmo Gabbi a quienes atribuyó presiones maliciosas que nunca ocurrieron.
Su
desconocimiento sobre la persona de Alejandro Vandenbroele quedó desbaratado en
el mismo momento en que se descubrió que era la misma persona que pagaba todos
los servicios de su departamento en Puerto Madero.
La
distancia que tomó respecto de The Old Fund desapareció cuando se descubrió que
ese mismo fondo pagó viajes de placer a sus parientes más cercanos. Hasta el
administrador federal de impuestos lo desmintió haciendo pública una misiva
firmada por el mismo Boudou en su condición de ministro de Economía en la que
solicitaba flexibilidad en el cobro de una deuda impositiva para la empresa
Ciccone.
Tan
solo el sinnúmero de mentiras con las que pretendió defenderse, bastaría para
poner en crisis la honorabilidad del vicepresidente.
Sin embargo, fue
sorprendente escuchar las voces del oficialismo que avalaron sus dichos y lo
exculparon del hecho que se le atribuye.
Tan
fuerte fue la defensa organizada desde el poder, que hasta una ley de la Nación
impulsada por la mismísima Presidenta acabó por expropiar la empresa Ciccone
para hacer más compleja la investigación de la maniobra.
Hubo además un silencio presidencial que avaló esos alegatos defensivos.
Cristina
siempre supo que Boudou ocupa la Vicepresidencia de la Nación solo por su
decisión personal. Hasta aquí, le ha costado mucho admitir el error que ha
cometido.
Tanto
le ha costado, que ha preferido resguardarlo antes que aceptar que se equivocó.
Tratando
de preservarlo, Cristina no dudó en involucrar al parlamento argentino en el
más grave encubrimiento que se recuerda: la
expropiación de Ciccone.
No
se podría ser crítico de ese silencio, si no fuera tan fácil advertir que de
ese modo ha buscado diluir la gravedad del caso y la responsabilidad que en el
mismo le cabe a su vicepresidente.
Si Boudou recuperara la dignidad que evidentemente ha perdido, entendería el daño que causa.
No es bueno para
la República tener a un vicepresidente en ejercicio sospechado de haber querido
beneficiar desde el Estado a una empresa en la que tenía intereses concretos.
Y
tampoco es bueno para el gobierno nacional del que es parte, tener que cargar
con su defensa pública cuando son tantos los indicios que se ciernen en su
contra.
Aunque
dudo que lo haga, Boudou debería reflexionar sobre el daño institucional y
político que causa permaneciendo en el cargo.
Debería
entender que haría un enorme bien pidiendo licencia para asumir su defensa sin
las prerrogativas propias de su condición de vicepresidente.
Aunque
le cueste admitirlo, la pantalla anuncia el "game over" de su
intento.
Ya
es imposible aceptar que todo lo que hoy se conoce sea tan solo el resultado de
un impresionante accionar mediático.
Son
demasiados los fallos judiciales que le restan razón a los argumentos con los
que ha pretendido protegerse y son muchas las mentiras que se le han
verificado.
Tal vez sea hora de que el oficialismo entienda que no se puede seguir resguardando institucionalmente la inconducta de un funcionario, aun cuando ello implique dejar sin amparo la decisión presidencial de preservarlo.
Porque
en el mejor de los casos, Cristina se equivocó con Boudou.
Pero
el mayor costo de un error es persistir en el mismo…
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