Por Enrique Guillermo Avogadro
“El supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar”. Sun Tzu
Cuando Enrique Cadícamo escribió el tango “Por la vuelta”, no podía suponer que la Argentina sería esa “muñequita dulce y rubia” unida al protagonista por “ese mismo loco afán” que, lamentablemente, ya formaba parte del pasado.
Sin
embargo, el cuarto gobierno kirchnerista no sólo se resiste a la despedida sino
que vuelve a insistir en los mismos ¿errores?
La
reciente ley que dispuso la declaración de los servicios de Internet,
televisión por cable y telecomunicaciones como servicios públicos, sujetos a
regulaciones absurdas y la prestación básica universal de los mismos,
constituye una injustificable intervención del Estado en uno de los mercados
libres que eficientemente funcionaban en el país y remite a la historia de YPF,
cuando don Néstor decidió apropiarse del 25% de la compañía y, para conseguirlo,
nos dejó sin el autoabastecimiento energético, que tanto nos había costado
conseguir.
¿Otra
vez querrá la comandante suprema de la Patria quedarse no sólo con las coimas
sino con las propias empresas?
Como recordará –en cualquier caso, las notas obran en mi blog- he escrito infinidad de veces sobre el tema y, últimamente, lo he vuelto a hacer motivado por el pleito que tramita en Nueva York, iniciado por Burford Capital contra el Estado argentino, que podría llegar a costarnos la friolera de US$ 15 mil millones.
La
razón de mi insistencia radica en que sospecho que detrás del “fondo buitre” sigue estando la familia Eskenazy,
testaferro de los Kirchner en la anónima compañía australiana dueña aún de ese
25%.
Con
la irracional excusa de la necesaria gratuidad de los servicios de Internet y
comunicaciones para los más pobres, nuevamente el Estado está inviabilizando
las inversiones locales y extranjeras que se requieren, como en tantos otros
rubros industriales, para mantener actualizado a un sector verdaderamente
dinámico y competitivo de nuestra economía, que según el propio Ente Nacional
de Comunicaciones ya atiende al 95% del territorio, y del cual dependeremos
para no caernos definitivamente del mapa global.
La –para ella- muy preocupante probabilidad de perder las elecciones del próximo año por la monumental catástrofe económica que la absurda “cuarentena” produjo, que será imposible remontar en tan sólo ocho o diez meses (con o sin PASO), ha llevado a Presidente Vice a repetir sus gestos del período 2011-2015 y a congelar las tarifas de la energía, por lo cual podemos predecir –sin margen de error- que volverán los cortes de luz y la falta de gas. Pero, por mucho que le pese, las herramientas de las que dispone no son las mismas; no existen ya las reservas necesarias para reflotar los negociados con el gas licuado importado, reconstruir la piñata de subsidios a todos y a todas ni domar al mercado del dólar “blue”.
Por
el contrario, la falta de respuesta del consumo, considerado por el
kirchnerismo analfabeto como principal factor dinamizador de la economía,
obligará al Gobierno a seguir emitiendo más papelitos de colores para atender a
las organizaciones sociales y a las empresas que no pueden pagar los salarios
mientras se les impide despedir personal.
Es
decir, inexorablemente el peso continuará devaluándose y perdiendo poder
adquisitivo y no se generará trabajo formal privado.
Mientras
tanto, asombrados asistimos al permanente fuego amigo que el Senado, núcleo
central de la telaraña de Cristina Fernández, y los lenguaraces de ésta
disparan diariamente sobre el Presidente Pinocho, el Ministro Martín Guzmán y
los presuntos avances de ambos en la negociación con el FMI para obtener alguna
forma de facilidades extendidas.
Pero
no debiera sorprendernos porque, como se ha dicho en estas columnas muchas
veces, la Vicepresidente Vice pretende dejarnos sin alternativas de
subsistencia financiera que no sean las provenientes de China, con todo lo
negativo que ello implica, tanto para la democracia republicana y a nuestra
geopolítica cuanto para la propia economía, que así sólo suministrará las
materias primas esenciales al gigante asiático.
La
gota que derramó el triste vaso de este olvidable año la puso Carlos Pagni cuando
el lunes explicó, con todo detalle, las razones del oscuro pacto entre el
oficialismo y la oposición en el Consejo de la Magistratura, que habilitó la
designación para la determinante Cámara Federal Criminal de Roberto Boico, ex
abogado de Cristina Fernández y varios de los mayores corruptos de la historia.
Si
son ciertas, y los sagrados hechos le dan la razón, Juntos por el Cambio habrá
entregado las banderas al enemigo y, con ello, su último bastión contra la
impunidad.
A partir de
ahora, sólo nos queda la oscilante Corte Suprema como trinchera para proteger a
la República.
Le –y me- deseo el mejor 2021 posible, que seguramente no será mucho, puesto que en él deberemos resistir el golpe de Estado institucional que el kirchnerismo está ejecutando contra la Constitución y su tan esencial división de poderes.
Deberemos
imitar a Leónidas cuando, en el paso de las Termópilas, con sólo 300 griegos
ante miles de persas, ordenó:
“Mensajero,
ve a Esparta y di que aquí hemos muerto por defender sus leyes”.
Bs.As., 26 Dic 20
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