La desafortunada frase del presidente argentino “En la justicia debemos meter mano, sin ninguna duda…” significa el fin de la República.
Téngase
en cuenta que en el argot argentino meter mano es sinónimo de rapiña.
La República es un sistema basado en la división de poderes; es la constitución de tres poderes del estado, independientes y autónomos que se controlan entre sí.
La intromisión
del Poder Ejecutivo en el Poder Judicial es lisa y llanamente el fin de la
República
y la instauración de otro sistema que no se sabe cuál es, pero evidentemente es
un formidable y terrible avance del Ejecutivo sobre las Instituciones.
Todo
esto tiene que ver en realidad con el rol y las funciones de los que ejercen
los cargos públicos, los cuales son electos por voluntad popular para cumplir
el mandato.
Por
eso se llaman mandatarios, es decir son personeros del pueblo en el que está la
Soberanía que en una Democracia es popular.
¿Pero cuál es
ese mandato?
Que
es lo que debe cumplir el mandatario en ejercicio de su función; lo que él cree que es necesario o el mandato que le fue conferido.
El mandato conferido es aquél por el cual el pueblo lo votó, es decir, su plataforma electoral, lo que el mismo propuso como manifiesto para el ejercicio de su poder, que le confirió el pueblo.
Entonces
en su plataforma, en su manifiesto, estaba Meter mano en la Justicia, estaba la
Impunidad de los delitos juzgados y comprobados.
Es evidente que
el pueblo no lo votó para eso, y que no estaba contemplado en su
plataforma electoral.
Entonces
¿Cuál es el problema?
El problema es
el soberano.
El
soberano que debe ejercer el control de legalidad de las acciones de gobierno,
y ese control de legalidad se establece por el cumplimiento de lo prometido, de
las consignas pronunciadas y selladas como protocolo de su mandato.
Entonces si el
pueblo no cumple con su deber de control, la República termina de desaparecer.
Lamentablemente en mi país, hubo un presidente que afirmó “ si les decía lo que iba a hacer, no me hubieran votado”.
Lo
dijo alegremente durante su mandato.
Y
el pueblo, bien gracias.
También
es cierto, que la mayoría no tiene nada que ver con la verdad objetiva.
No
siempre la mayoría tiene razón.
En la historia
desde la caza de brujas hasta el nazismo ciento de ejemplos tenemos al
respecto.
Pero
también es cierto, que en la Democracia, la mayoría hace a la ley.
Es
el argumento socrático, al tomar la cicuta, “si no has tenido las agallas de cambiar el sistema, si no has tenido
las agallas de irte, debes someterte a la voluntad de la mayoría”.
La
voluntad de la mayoría expresada en las urnas, es la aceptación de los
fundamentos expresados en la plataforma partidaria triunfante.
El
mandatario, a ellos debe atenerse,
no puede después creer que él es el soberano y hacer su voluntad.
La soberanía es
del pueblo, y no se negocia.
El
pueblo debe ejercer el control de sus mandatarios y obligarlos a cumplir sus
promesas electorales.
No hay
alternativas ni excusas
El funcionario electo, es un representante del pueblo, al pueblo representa, al pueblo le debe obediencia, y debe cumplir el mandato para el cual fue electo, es decir sus promesas de campaña.
La
República y la Democracia se unen por un fino hilo conductor movido por el
soberano, el pueblo, mientras el pueblo esté atento y haga cumplir el mandato
que confirió a sus representantes, que son sólo eso, representantes de la
voluntad popular.
Sino habremos
arribado al fin de la República…
Elias D. Galati
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