Por Enrique Guillermo Avogadro (Nota N° 786)
¿Dónde
están los que salieron a libertar las naciones o afrontaron en el sur las
lanzas de los malones?
¿Dónde
están los que a la guerra marchaban en batallones?
¿Dónde
están los que morían en otras revoluciones?”.
Jorge
Luis Borges
Estamos acostumbrados a las mentiras de este personaje cínico y canalla que elegimos como Presidente, pero su mensaje del jueves superó sus propios records de hipocresía.
Aparentemente
emocionado, agradeció a los campeones de la democracia e incumplidores Vladimir
Putin y Xi Jinping y a su “amigo” Andrés López Obrador su inexistente apoyo,
llamó a la unidad de los argentinos para enfrentar esta catástrofe y,
simultáneamente, lanzó ataques a la Ciudad de Buenos Aires, a las provincias e
intendencias y, cuando no, a la Corte Suprema.
No asumió
responsabilidad alguna por la catástrofe sanitaria, social y
económica que ha provocado su inútil y corrupta gestión, no pidió disculpas por
el fracaso de la costosísima cuarentena que impuso y no dio las razones por las
que carecemos de las vacunas más reconocidas; y no lo hizo porque hubiera
implicado confesar los delitos de lesa humanidad que ha cometido para
convertirnos en el tercer país con mayor número de muertos por millón de
habitantes, y por los cuales será juzgado.
Aunque
no haya sido él mismo quien impidió la llegada de esas vacunas para favorecer
el capitalismo de amigos y coimear o forzado a China y Rusia como únicos
proveedores, ni haya robado personalmente las pocas que llegaron u organizado
los vacunatorios VIP, sin duda es el “responsable mediato” de todo; esa calidad
es la que mantiene en la cárcel a cientos de militares, porque “hubieran debido
saber” lo que pasaba bajo su mando, condenados a prisión perpetua.
El
martes, cuando se reunieron las comisiones de Justicia y Asuntos
Constitucionales de la Cámara de Diputados, perdí las esperanzas en una
recuperación de la República (por algo es su nombre) Argentina.
Discutían
nada menos que la reforma al régimen de la Procuración General para adaptar la
forma de designación y remoción de su titular y el acotamiento de su mandato,
hoy vitalicio, a las necesidades del kirchnerismo en orden a obtener la
impunidad de Cristina Fernández y la persecución a los disidentes.
Es
cierto que el tema resulta demasiado técnico para muchos pero, mientras unos
pocos protestábamos en la calle, el resto de la sociedad miraba fútbol o se
preparaba para VideoMatch, en una clara muestra del tobogán de degradación por
el que nos deslizamos hace décadas hacia el abismo.
Sólo nos rescató de la total ignominia la encendida participación de la Diputada Silvia Lospennato, que desnudó la total alienación de la agenda kirchnerista respecto a los urgentes problemas de la sociedad: salud, pobreza y miseria, desocupación, inflación, inseguridad, corrupción, etc..
En
la medida en que la discusión sobre ese siniestro proyecto de ley, resistido
por todo el arco empresarial y con destino de aborto en la Justicia, coincidió
con la declaración de una nueva y suicida guerra contra el campo, me puse a
pensar en la razón de la aceleración ordenada por la PresidenteVice, obvia
autora intelectual de ambas iniciativas. Me parece que hay una sola y unívoca
respuesta: el miedo; por eso necesita nuevamente fabricar enemigos y
victimizarse.
A esta altura del año y con las simultáneas crisis que estamos viviendo, ya se ha convencido que no podrá obtener los legisladores que le faltan para alcanzar los dos tercios del Senado y disponer de quórum propio en Diputados.
Y
la cuenta por todo lo que está rompiendo para llegar con alguna fuerza a
octubre (o noviembre) –emisión, tarifas, vacunas- aterrizará en el escritorio
de su patético mandatario al día siguiente de las elecciones, y habrá de pagarla
con fuertes riesgos judiciales y votos perdidos con vistas a 2023.
Más allá del
rastrero y vil papel que están interpretando casi todos los líderes de la
oposición,
incapaces de unificar sus posiciones para no exhibir públicamente sus patéticos
desencuentros, también me pregunto por qué son una nulidad a la hora de ofrecer
propuestas y planes a la sociedad que la conviertan en una verdadera
alternativa de poder. Eso deriva en otro gravísimo problema: el populismo que
nos auto infligimos ha convencido a muchos que el Estado debe hacerse cargo de
todo lo que consideran un derecho (luz, agua, gas, fútbol, etc.), no importa
quién deba pagarlos. Este disparate, que lleva al inmenso déficit fiscal y que
sólo puede atenderse con más emisión e impuestos, es incentivado desde el poder
con absurdas regulaciones e intervenciones, y ha hecho desaparecer las
inversiones; basta mirar qué sucede con el petróleo y el gas, la minería y el
litio, la pesca, etc., o cuántas empresas internacionales se han despedido de
la Argentina.
Esa insólita tara que padecemos nos pone frente a una opción de hierro: optaremos entre quienes propongan seguir emborrachándonos en esta fiesta impagable y quienes, convencidos de la locura que eso conlleva, se verán obligados a mentir para llegar al poder; Carlos Menem reconoció una vez que, si hubiera dicho qué iba a hacer como Presidente, no lo hubieran votado.
¿Es este dilema
el que impide que Juntos por el Cambio haga público un plan concreto –si es que
lo tiene- y a los partidos liberales, que ya los han presentado, mostrarse más
agresivos en sus propuestas?
Un escenario en el que la oposición deberá mostrarse mucho más activa y, sobre todo, unificada es en las redes sociales, que son el nuevo campo de batalla en que se dirimen los relatos.
Aún
estamos a tiempo, pero muchos figurones deberían renunciar a sus apetencias
personales para pensar sólo en el país y no poner en riesgo mayor un ya
improbable futuro; sobran ejemplos en nuestro glorioso pasado.
Bs.As.,
22 May 21
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