El editorial de Pablo Rossi en La Nación Más sostiene que el homenaje a los fallecidos por coronavirus evidenció una ausencia de empatía y disculpas sinceras por parte del oficialismo.
¿Qué mejor homenaje a los muertos del Covid que pedir perdón?
Hubiera
sido más empático y valioso hacerlo.
No
estoy en contra del homenaje a los muertos.
Lo
han hecho muchos otros países, que se han detenido un momento colectivamente
para encender una vela por sus muertos.
Sin
embargo, cada sociedad valora si estos actos públicos tienen una raigambre
realmente digna de un gobierno que tiene empatía con los gobernados o si se
trata de una manifestación política, una cobertura o una máscara.
La simbología utilizada por el oficialismo fue idéntica a la de otros países.
Ahora
bien, en la Argentina pasaron muchas cosas.
Al Gobierno le
faltó grandeza institucional, política y personal para, cuando se detectaban
los errores, pedir disculpas.
En
efecto, se equivocaron al comienzo cuando empezaron a señalar con el dedo a
países que, bajo su perspectiva, se estaban equivocando mientras ellos creían
que estaban haciendo las cosas bien.
Los
gestos innecesarios con Chile, Suecia y tantos otros.
Se
inscribe en esa cosa tan argentina de primer tiempo y de plantear que
afortunadamente teníamos dominado al virus.
Pasó
mucho tiempo y mucho dolor.
Pasaron
muchos muertos y muchas medidas.
También
falta de comprensión de parte de los ciudadanos y de parte del Gobierno.
Por ejemplo, la violación de derechos constitucionales y la arbitrariedad.
Los
cierres de fronteras internas y las aduanas internas montadas en las
provincias. O los casos como el de Solange Musse y tantos otros.
También
la falta de lógica de las autoridades para dejar fuera de sus provincias a
miles, cristalizado en el montaje autoritario, una especie de Guantánamo
sanitario en Formosa.
Deberían haber pedido perdón.
Ya
que estaban todos los gobernadores, hubiera sido el mejor homenaje.
Pedir
perdón por los vacunados VIP.
Pedir
perdón por esa falta de entendimiento de que están manejando algo valioso,
vital e indispensable y que debían ser más transparentes que nunca.
Además,
deberían pedir perdón por la militancia partidaria de la vacuna defendida hasta
el día de hoy por el gobernador de la provincia de Buenos Aires en los Zoom
partidarios.
El
creer que era lo mismo una vacuna que un colchón o que un subsidio o un carnet
partidario.
Perdón por la cuarentena eterna e inútil.
Perdón a los
médicos por acusarlos de “relajarse”:
Perdón por los
15% más de pobres.
Perdón a las
pymes.
Perdón por la
mala comunicación.
Perdón por
improvisar.
Perdón por no
tener todo el rigor científico.
Perdón por no
testear, por no rastrear y por no vacunar.
¿Qué era eso frente a todos los gobernadores? Ningún gobernador hubiera podido arrojar la piedra ante Alberto Fernández porque todos tenían una oportunidad para pedir perdón.
Luego de lo que el jefe de Estado dijo sobre los médicos, inmediatamente salieron miles de médicos y enfermeros en las redes sociales con las marcas de las máscaras en sus rostros, enrojecidos de estar atendiendo a sus pacientes durante horas.
Esa falta de empatía por ese lapsus que tuvo el presidente se mostró en el homenaje a los muertos.
¿Qué querían?
¿Adelantarse a
los 100.000?
Ni un solo
pedido de disculpas ni perdón.
Solo un acto
formal, más electoral que humano.
Un acto que evidencia cómo la política se aleja y se vacía de sentido común y de gestos empáticos.
¿Quiénes
les han dicho que no se puede equivocar y que pedir disculpas es electoralmente
nefasto?
La soberbia, la falta de empatía, el escudarse en la polarización política para no mostrar una deficiencia configuran el camino que nos ha traído hasta acá.
Por
eso sería muy saludable que más que mostrar estos homenajes de maqueta, esta
virtualidad política sin sustento, este conjunto coreográfico insustancial,
pidieran perdón rectificando, vacunando y corrigiendo.
Pidan perdón
haciendo y no diciendo…
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