Por Christian Sanz
Alberto y Cristina en la pelotudez, mientras se hunde el Titanic
“Hay que sostener el barco a como sea, esto se va a pique. Pero hay que resistir hasta que pasen las elecciones”.
La
frase no corresponde a nadie en particular, pero bien podría haber sido dicha
por algún ministro del kirchnerismo, en medio de las tribulaciones de la
economía argenta.
Salvo
un par de excepciones, los economistas intentan ser cautos a la hora de opinar
sobre el devenir del país, porque saben que todo se basa en la confianza de los
ciudadanos.
Sin
embargo, en privado no tienen los mismos reparos, y reconocen que todo está
mal.
“El gobierno
tiene todo congelado, y así y todo la inflación es insoportable. Ni hablar de
cuando pasen las elecciones y se disparen los aumentos que ahora tienen
pisados”,
me dijo un reputado experto a quien le pedí opinión en las últimas horas.
Ciertamente, no hace falta ninguna bola de cristal para saber qué es lo que ocurre.
Basta
salir a la calle y observar la enorme cantidad de comercios que han bajado sus
persianas.
A
ello hay que sumar los datos oficiales sobre pobreza e indigencia, que han
llegado a un peligroso récord.
En
tal contexto, el kirchnerismo no parece tener una receta a mano para revertir
la situación.
Apenas
sí algo de ayuda estatal.
Siempre
motorizada a través de la emisión monetaria, que a su vez genera más inflación.
Un
círculo vicioso del cual parece imposible salir.
Y ante tal panorama, la política solo atina a inventar nuevos impuestos.
Tanto en el
oficialismo como en la oposición.
Subyugando
aún más a los que vivimos exprimidos por los elevados gravámenes que ya ostenta
la Argentina.
A
su vez, como frutilla del postre, diputados y senadores —de ambos bandos— se
aumentan los sueldos más de un 40%. En una suerte de burla a la sociedad.
¿Cómo hace un país para escapar de semejante perversidad?
¿Cómo
hace para crecer ante tamaños desaciertos?
Las
preguntas se suceden, una tras otra, y nadie parece tener las respuestas.
Y
ello empieza a ser inquietante.
Porque la Argentina es un hermoso lugar, pero a veces se parece demasiado al realismo mágico de Gabriel García Márquez...
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