Joaquín Morales Solá / LA NACION
Muy pocas veces antes, la política estuvo como ahora tan lejos de la sociedad.
Los
plazos electorales existen, y las elecciones también.
Pero
la dirigencia argentina se abocó en el último mes, día y noche, a resolver las
internas que se disputarán en las elecciones primarias de septiembre y en las
generales de noviembre.
Asuntos
y disputas que no provocan el entusiasmo de nadie.
Todos los
dirigentes políticos, sean oficialistas u opositores, vienen cayendo en la
consideración pública, según todas las mediciones de opinión.
La
razón de tanta agitación en la cúpula política se debe, quizás, a que unos
quieren moderar el enorme poder de Cristina Kirchner y los otros aspiran a
recortar la influencia de Mauricio Macri.
Los
dos dirigentes que han liderado los bandos opuestos y casi excluyentes de la
política en la última década.
¿Lo
han conseguido?
Relativamente.
La consagración de Victoria Tolosa Paz como primera candidata a diputada nacional por la enorme provincia de Buenos Aires fue una decisión astuta de Cristina Kirchner.
Tolosa
Paz es una persona que responde más a Alberto Fernández que a la
vicepresidenta.
Aunque
en el último año y medio se hizo conocer como una mujer mediática, su carrera
política es corta y módica.
Es
la esposa de Enrique Albistur, un viejo amigo personal del Presidente.
La
calidad y cantidad de políticos que Alberto Fernández puede proponer es muy
limitada.
Ya
se había visto con la integración del gabinete.
Se
confirma ahora.
Que solo pueda proponer a la esposa de quien le
presta el departamento cuando vive en Puerto Madero es una expresión cabal de
esa limitación.
Cristina
la aceptó, después de llenar la mayoría de los casilleros de la lista de
diputados nacionales.
A
ella le importan los números finales, no solo las apariencias.
Su concesión no significa que le cede la victoria a nadie.
¿Quién
discutirá, sostienen a su lado, que fueron ella y su protegido Axel Kicillof
los padres de la victoria si sucediera la victoria?
¿Quién
pondrá en duda que el liderazgo peronista de la provincia de Buenos Aires es de
ella?
¿Quién,
cuando ella urdió una coalición peronista que ganó abrumadoramente esa
provincia en las últimas elecciones? La
derrota será del otro.
Si
el kirchnerismo gobernante perdiera las elecciones bonaerenses, Cristina lo
mandará a Alberto Fernández a explicar por qué imaginó una fórmula perdidosa.
Siempre
será así.
La
victoria será de ella, y la derrota será del Presidente.
No
obstante, Cristina debió abrirse a negociaciones y pactos con los otros
peronistas.
No
le gusta ninguna de las dos cosas.
Pero
sin unidad no existe ni la esperanza de la victoria.
El problema que se avecina es que el Presidente no descartó el proyecto de su propia reelección en 2023.
¿Qué
otro dirigente de la coalición gobernante, desafían los albertistas, está mejor
que el Presidente para enfrentar una elección presidencial?
Nadie, se responden.
Aunque
la consideración pública de Alberto Fernández bajó mucho en los últimos meses,
lo que dicen sus seguidores es refrendado por las encuestas.
Ni
Kicillof ni Máximo Kirchner ni Sergio Massa tienen mejores números que el
Presidente.
Un
conflicto político e institucional podría ocurrir dentro de poco si la actual
vicepresidenta no aceptara la reelección de Alberto Fernández.
Nunca
se amaron.
Se
conocen demasiado desde hace demasiado tiempo.
Alberto era para
Cristina un traidor hasta que ella se fue del poder en 2015.
En
algún lugar de la memoria del Presidente está guardada, una parte al menos, la
pésima consideración que él tenía de ella como gestora política.
Las
palabras y los gestos de reconciliación, sobre todo de Alberto hacia ella, son
actuaciones propias de la política. Ella no disimula nada.
Si el kirchnerismo perdiera las elecciones bonaerenses, Cristina lo mandará a Alberto Fernández a explicar por qué imaginó una fórmula perdidosa
¿Por
qué no fue Sergio Berni el primer candidato bonaerense, si es la figura
peronista que mejor mide en ese vasto distrito?
Berni,
que tiene una muy buena relación personal con Cristina, es también un verso
suelto del kirchnerismo.
Contra el dogma
garantista del cristinismo, Berni suele pedir mayor rigor del Estado para
combatir el delito.
Es
teatral; aparece en los lugares donde se cometió un robo o un crimen subido a
una moto con una escopeta al hombro.
Se
manifestó públicamente contrario al cierre parcial de Ezeiza que dejó varados
en el exterior a miles de argentinos. “El Estado no puede soltarle la mano a
ningún argentino, esté donde esté”, se despachó, suelto de cuerpo.
Es
un outsider de la política.
Cristina
demostró que, a pesar de su discurso disruptivo, ella es también una integrante
cabal del establishment político.
Afuera
los outsiders.
Sucede que los
outsiders pueden ser, si ganan, satélites sin órbita, elementos fuera de todo
control.
Es
mejor no darles la posibilidad de una victoria.
Es
preferible, en fin, que la oligarquía política siga manejando la política.
Otro outsider le apareció a Horacio Rodríguez Larreta, con mejor suerte que Berni.
Es
el médico Facundo Manes.
Rodríguez
Larreta había conseguido que María Eugenia Vidal pasara de la provincia a la
Capital, aunque fue más decisión de ella que de él.
Pero era el paso
que cerraba supuestamente el proyecto presidencial de Rodríguez Larreta.
Vidal está
pagando en las encuestas la decisión de abandonar la provincia de Buenos Aires.
El alcalde de la
Capital consiguió también neutralizar la decisión de Patricia Bullrich.
Y al mismo
tiempo consiguió que Jorge Macri no compitiera en la provincia de Buenos Aires
contra su ahijado político Diego Santilli.
Sin hacer vanas exhibiciones públicas, Rodríguez Larreta logró apartar del primer plano a Mauricio Macri y a Elisa Carrió, dos de los tres fundadores del viejo Cambiemos que echó al kirchnerismo del poder en 2015.
Macri
cedió.
La
unidad interna permite la ilusión del triunfo.
El plan era perfecto, y parecía perfecto su resultado.
Sin
embargo, apareció el radicalismo bonaerense con la candidatura de Manes.
El
médico neurólogo se pasó los últimos años llenando teatros en la provincia de
Buenos Aires para divulgar la neurociencia.
Les
contaba a las personas comunes los misterios del cerebro.
Tiene
un discurso político que no se detiene en las miserias de la política, sino en
las desventuras del país y de sus habitantes.
Santilli
deberá vérselas con él.
Santilli
es una buena expresión de la política clásica, que también recorre el conurbano
y es conocido allí por su presencia en los medios audiovisuales nacionales.
El
problema de Rodríguez Larreta es que Manes puede ganar.
No
es seguro y ni siquiera lo más probable.
Pero
es probable.
Manes
ya dijo que su objetivo final es la presidencia de la Nación.
Un
eventual triunfo de Manes descendería a Rodríguez Larreta a ser uno más dentro
de Juntos por el Cambio, después de haber logrado ser un primus inter pares.
Macri
observa desde su forzado exilio de varado en Suiza.
Espera,
como espera Cristina.
Las encuestas señalan que los números electorales de las dos principales fuerzas están parejos.
Cualquiera
puede ganar y cualquiera puede perder.
Faltan
casi cuatro meses para las elecciones generales.
La
pandemia y la economía decidirán más que los candidatos.
¿Logrará
el Gobierno una vacunación masiva antes de los comicios?
¿Rusia
se apiadará de sus amigos argentinos?
¿Por
qué la carta al gobierno ruso, divulgada en LA NACION por el periodista Carlos
Pagni, la firmó una asesora presidencial, Cecilia Nicolini, y no la ministra de
Salud o el jefe de Gabinete?
El problema con la vacuna rusa no es con un laboratorio privado, sino con el Estado ruso.
La
devaluación del peso está advirtiendo, a su vez, una inflación más alta en los
próximos meses, el primer problema de la sociedad en cualquier encuesta.
No
sirvieron ni el congelamiento de las tarifas ni cierto control de precios (ni
las amenazas veladas o abiertas a los empresarios) para frenar la escalada de
los precios.
Los
líderes solo se miran en su propio espejo, auto referencial y egoísta
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