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Caricatura de Alfredo Sabat

jueves, 5 de mayo de 2022

El autogolpe kirchnerista, el rechazo de la boleta única y la destrucción del país que a ninguno de ellos les importa

Por: Rubén Lasagno

Cuando este gobierno títere asumió la conducción nacional, lo dijimos sin eufemismos:

Cristina Fernández sería la encargada de manejar los hilos de su marioneta política, le impondría los funcionarios de las principales carteras y le dictaría las políticas a seguir.

Entre todo ese fárrago de actividades y compromisos, Alberto Fernández tenía una obligación: recordar que era presidente por obra y gracias de la viuda y poner la mayor cantidad de su esfuerzo en doblar la luz que ilumina a la justicia y con el codo, borrar las causas que atosigan a su vicepresidente y los hijos.

 

El “Plan B”, en caso de no lograr los objetivos ordenados o creer Alberto Fernández que realmente es presidente por derecho propio, era horadar su poder, desgastar sus bases, quitarle sustentación política y obligarlo a renunciar o “enfermarse” para que en el término de año y medio o dos años, su vice en función presidencial logre torcer los parámetros institucionales, destruya la justicia, el Congreso y exacerbe el populismo berreta en todos los rincones del país, subvirtiendo el orden social, repartiendo pobreza y planes que le sirvan para sostener el poder en el 2023 y si eso no ocurra, que quien venga, se encuentre con un terreno minado, mucho más oscuro que en el 2015.

El “Plan B” se está instrumentando en este momento.

No hay nada más destituyente, golpista y anticonstitucional que el kirchnerismo/cristinismo o como se llame esta facción populista del peronismo servil.

CFK solo tiene dos impedimentos, uno procedimental y otro institucional.

La valla procedimental fue la pérdida de la hegemonía en Diputados en las elecciones de medio tiempo, lo cual le restó poder para hacer lo que quiera y la institucional es el riesgo de asumir con un país destrozado por ellos mismos y que no pueda manejar a su antojo, generando una revuelta social debido al hartazgo que tiene la mayor parte del pueblo, acompañado por el asco que emana de su mala fama y abyecta conducta antisocial y antidemocrática.

Con una oposición dividida, sin convicciones y mucha necesidad por figurar de hombres y mujeres quienes se ven con posibilidades en el 2023, Cristina Fernández torpedea por debajo de la línea de flotación, a la frágil nave cuyo capitán está pensando seriamente en abandonar el barco.

 

Ella, su hijo, el cuervo Larroque, Bonaffini, Massa, Berni y tantos más se consideran distintos y son lo mismo. Pretenden hacer oposición dentro de su propio gobierno, imponiendo un nuevo engaño a los votantes distraídos.

Son todos cómplices de un mismo “proyecto”, que se lo vendieron al electorado como la vuelta mejorada de los mismos y era un salvoconducto para ellos y sus causas penales.

Nunca fue un proyecto para una salida real de la crisis.

Pero nadie o muy pocos lo vieron.

Solo les bastó con el “Ah! pero Macri”, para sustentar su engaño.

Fue muy poco lo exigido para retomar el poder en un país sin rumbo y una clase política (oficialismo y oposición) sin empatía.

Argentina es un barco al garete.

Sus constructores han huido de la cubierta y desde las lanchas de salvamentos, lo torpedean para hundirlo.

Arriba, un capitán inepto, cobarde y decrépito, zozobra junto a una tripulación de inútiles que no pueden remediar su propio desquicio.

Sobre el barco, los pasajeros miran absortos como se hunde de proa, se amontonan en la popa y todavía hay muchos que miran a los constructores que están en la barcazas, para ver si en el 2023 los pueden salvar construyendo otro barco que los lleve a alguna parte.

 

Este es un país sin destino si la sociedad no tiene un destello de lucidez para hundir a la lacra política que nos destruyó en los últimos 20 años y apostar por la justicia, la institucionalidad y la ley.

(Agencia OPI Santa Cruz)

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