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Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 19 de julio de 2021

Cómo convertirse en un tirano

Por Carlos Mira  

La plataforma Netflix tiene disponible, desde hace algunas semanas, una serie dividida en capítulos cuyo título es por demás atrayente: “Cómo se convirtieron en tiranos”.

Allí se cuentan los antecedentes de Adolf Hitler, Joseph Stalin, Idi Amín Dada, Muamar El Gadafi, Saddam Hussein, Benito Mussolini, Fidel Castro y otros tantos.

El argumento, si bien se basa en hechos absolutamente reales y completamente constatables, explica la total coincidencia de procederes, métodos, estrategias y objetivos de los que fueron los más extravagantes dictadores que conoció la humanidad.

Parecería que todos siguen un libreto, una especie de manual de procedimiento que, constando de distintos capítulos aplicables a cada uno de los pasos para sentar los reales de una dictadura, les indica el camino para construir un poder único, omnipresente, salvaje, impiadoso, cruel, sanguinario muchas veces y liberticida siempre.

Cuando uno verifica cada uno de los ingredientes de los que consta una dictadura o de aquellos elementos de los que un tirano se alimenta ve una enorme similitud con lo que está pasando en la Argentina y con lo que ha sido la historia del kirchnerismo, primero en Santa Cruz y luego en la nación.

Conquistar el Poder

La primera condición de la que habla el “manual” es la voracidad por conquistar el poder.

No hay que traer muchos elementos de juicio para probar este punto respecto del kirchnerismo.

Desde sus orígenes en la provincia que lo vio nacer a la vida política, Néstor Kirchner demostró un desbordante deseo de poder, una inmoderada sed de controlar todos los resortes del Estado.

En Santa Cruz lo consiguió, estableciendo un poder dinástico que hoy ejerce su hermana, sin control ni límites de ninguna especie.

Ese mismo apetito es el que lo llevó al gobierno central y que luego continuó su viuda.

División. Identificación de un culpable

El molde de la tiranía requiere trasmitir la convicción de que hay un culpable de lo que le pasa a los “buenos”.

Ello implica también la construcción de argumento según el cual una parte de la sociedad es “buena” y otra es “mala” y que los males que sufre la parte identificada como “buena” es culpa de los “malos”.

No hay que hablar mucho respecto de cómo los judíos fueron señalados como los culpables de lo que le pasaba al resto de los alemanes.

O lo que fueron los “asiáticos” en Uganda, a quienes se obligó a abandonar el país en masa identificados como la lacra nacional.

En la Argentina, los Kirchner también dividieron a la sociedad profundizando un resentimiento clasista de “ricos” contra “pobres”, incluyendo entre los primeros a la clase media aspiracional y a los “cipayos” que elogian lo que ven en el exterior, y entre los segundos a todo tipo de colectivo conveniente como “los pueblos originarios”, los “negros”, los “trabajadores”, etcétera.

Terminar con sus rivales

El deseo de terminar con sus rivales sean políticos o de las fuerzas vivas de la sociedad (como la prensa libre) es harto evidente. Es más, lo logró en Santa Cruz mediante el ejercicio de la fuerza, la persecución, el amañamiento de la ley y de otro componente que aparece en el “manual”: el gobernar mediante el miedo.

Gobernar con el miedo

Este elemento es también muy evidente en el ejercicio del gobierno nacional que no duda en echar mano del accionar de agencias del Estado para perseguir opositores, maniatar a la prensa, influir en los jueces y en trasmitir una sensación de poder que la propia ex presidente confesó cuando dijo que había que temerle a “Dios y un poquito a ella”.

Estatización de los medios productivos

Un paso importante en el camino de construir un dictador es la apropiación, perdón, la estatización de las fuentes nacionales de riqueza (petróleo, gas, operaciones financieras, comunicaciones, etcétera)

Con el verso de la soberanía nacional y del “acceso del pueblo a los medios de producción” el kirchnerismo se ha apoderado de diversas fuentes de riqueza.

Cómo ellos se han confundido con la figura del Estado y hoy no hay distinción práctica entre la nación y el gobierno, en realidad las estatizaciones han funcionado como apropiaciones de hecho.

Con ello se han hecho de ingentes fuentes de recursos que utilizan para perseguir opositores, comprar gran parte de la prensa que se presta por dinero a ser utilizada como polea de transmisión del mensaje del gobierno.

Una forma indirecta de la estatización es la regulación casuística y minuciosa de actividades que, aparentemente, siguen en manos privadas como, en la Argentina, son la banca y el campo.

Construir una verdad nueva

Este último punto se conecta con la siguiente característica verificada por el “manual”: el control de la verdad y su sustitución por un relato falso impuesto por la vía de la incesante repetición.

Quizás sea éste el punto en donde el kirchnerismo más se destaca como un alumno aplicado del “manual”.

En efecto, la construcción de una historia paralela, creada en base a falsedades repetidas hasta el cansancio por una gigantesca estructura de propaganda y de medios adictos es una marca en el orillo del kirchnerismo.

La profundización de ese mensaje en las escuelas y en general en todo el arco del sistema educativo, apuesta a una transmisión generacional del mantra dictatorial para mantener el poder.

Construir una sociedad nueva

Una característica también saliente de las prácticas dictatoriales -según el manual de “cómo convertirse en un tirano”- es la pretensión de construir una “sociedad nueva”.

Si bien en el kirchnerismo este punto es menos espectacular y menos distintivo, no es menos cierto que la comandante de El Calafate ha hablado suficientes veces en contra del diseño social de la Constitución (al que acusó de “antiguo” por basarse -según ella -en una apreciación que solo demuestra su ignorancia- en la Revolución Francesa) confesando su clara intención de reemplazarlo por lo que ella llama un “nuevo orden”.

Ese “nuevo orden” no es otro que la consolidación de un esquema de unicato en donde todo el poder esté en manos del dictador y éste no tenga ningún límite legal que oficie de protección y garantía a los ciudadanos contra sus abusos.

Un manifiesto

Antes de tocar un último elemento que, como denominador común constante y repetitivo, aparece en todas las tiranías analizadas, el estudio también resalta un elemento -si se quiere secundario pero llamativamente presente en el derrotero de estos personajes- que es la publicación de una especie de “manifiesto” en donde dan cuenta de sus “sufrimientos” de su lucha y de sus ideales.

Tal fue el caso de Adolf Hitler con “Mi Lucha” (fruto de la insistencia de su amigo Joseph Goebbels) y de Muamar el Gadafi con “El Libro Verde”.

Entre nosotros, fue Alberto Fernández el que instigó a Cristina Kirchner para que escribiera su libro al que tituló con la palabra que el actual presidente usa para terminar sus cartas, “Sinceramente”.

Gobernar para siempre

Finalmente si hay otra característica del manual de los tiranos que el kirchnerismo cumple a rajatabla es la pretensión de gobernar para siempre.

Ellos parten del supuesto que su victoria les entrega la escritura de dominio de la Argentina y luego desde el poder maquinan las estrategias electorales, legislativas, administrativas para extender ese poder hasta el infinito, y tal cual hicieron en Santa Cruz y tal cual hacen sus réplicas provinciales en Formosa, Chaco, San Luis, Santiago del Estero, etcétera.

Resulta lamentable y estremecedor ver un documental de televisión que pruebe la construcción de una tiranía y encontrar en él tantos elementos de coincidencia con lo que ocurre en la Argentina con el kirchnerismo.

Estoy consciente de las polvaredas que se levantan cuando se hacen estos planteos.

Pero es harto evidente que con las diferencias sutiles que podamos anotar, estamos hablando de una misma clase de régimen, de un “molde” que se repite con metódica semejanza en los distintos países que han tenido la desgracia de pasar por estas experiencias.

La realidad es simple: el mero repaso por los denominadores comunes (aquí solo nos hemos concentrado en los principales, pero hay más) de las tiranías más pestilentes de la historia nos llevan a una única conclusión:

El kirchnerismo los cumple a todos.


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