"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 5 de julio de 2021

El anciano Vicente

Bernardo Schweizer

4 de Febrero de 1952.

Frio y congelante invierno parisino.

El abuelo Vicente había llegado hasta allí gracias a un pasaje comprado en su mutual, en 48 cuotas fijas,  crédito brindado a todo antiguo personal que hubiera trabajado en la Fuerza Aérea Argentina, durante 10 años.

Él cumplía esos requisitos.

Había trabajado algún tiempo para Francia y, en virtud de poder incrementar su jubilación argentina en unos pocos (pero necesarios) pesos, unos fríos empleados administrativos le habían exigido un certificado firmado y sellado por el Departamento de Seguridad Social francés.

Solicitó el turno vía carta aérea, y se lo confirmaron de la misma manera, para el 4 de febrero de 1952.

Enviar su carta y recibir respuesta del gobierno francés fue un trámite que duró 9 meses.

Un parto.

El abuelo Vicente le comentó a su esposa, muy contento:

"Mirá Fanny, que rápido que fue todo, no? Los franceses son una maravilla. Qué envidia!..."

Llegó a Paris el 3 de Febrero, un día antes de la fecha acordada.

Y eran las 5 de la tarde...¿qué hacía?

Todavía incluso le faltaban varias horas para la cena de las nueve....

Solo para recordar viejos tiempos, se dirigió hacia el lugar donde había prestado servicios, la Base Aérea de Vélizy–Villacoublay, a solo 8 kilómetros de París.

Un micro de alquiler lo llevó, junto a otros doce pasajeros que iban para ese lado....

Se bajó.

Y caminó.

Aunque trabajosamente, ya que una molesta cojera en su pierna derecha lo acompañaba desde hacía unos tres años. "Descalcificación ósea", le había asegurado su médico.

Tomaba todos los días unas pastillas, cuya efectividad ya estaba comprobado que había sido nula, pero igual las tomaba.

Más para no escuchar los reproches de Fanny, que con reales esperanzas de recuperarse.

Sabía que lo segundo era improbable, pero que lo primero lo hastiaba.

Por eso, no dejaba de tomarlas.

Llegó a la base.

Los dos alférez de guardia sonrieron cuando el abuelo Vicente, en perfecto francés, les solicitó ingresar y les aclaró que su intención era solo tomar algo "fuerte" en el Casino de Oficiales, sin molestar.

Los mismos dos alférez que habían sonreído socarronamente, no disimularon su cara de sorpresa cuando del otro lado del Handy (luego de unos quince minutos) le permitieron el ingreso al anciano.

Caminó el piso de macadán y subió lentamente por la empinada escalera de cemento  del Casino de Oficiales del Aire. Una vez bajo el dintel de la puerta, el anciano sonrió.

La antigua puerta de madera había sido reemplazada por una giratoria.

Más de un minuto le costó solo ingresar, ante las sonrisitas malvadas de los jóvenes oficiales que se encontraban adentro, disfrutando sus tiempos de descanso.

Se le escuchó a uno decir, incluso entre risas, a sus compañeros: "Je préfère mourir en l'air que d'être comme ça..". Algo así como que prefería morir en vuelo antes que llegar de esa manera a viejo.

Disculparán mi escaso francés.

Igual el abuelo Vicente, se dirigió al bar de oficiales, una antigua institución aún más antigua que el mismo Casino. Llena de Icarios de madera, oxidados sextantes de metal, pretéritas máscaras de oxígeno, habitaba allí todo lo que un aviador admira.

Colmado de pedantes pilotos de caza, admirados por ser la "élite" de Francia, jóvenes, musculosos y desagradables, creídos que el cielo les pertenecía por derecho divino, simplemente se rieron de la bizarra situación...y se dedicaron a escarniar al anciano, apenas este se sentó a una mesa y pidió un "liqueur de pomme".

Ese viejito cojo, jorobado, muy pequeño casi esmirriado, con una mirada dulce y bonachona, con ajadas manos de delicado maniquí, encorvado hacia adelante y bajo un enorme y muy grueso tapado de lana pesada que lo hacía visualmente todavía más pequeño, se limitaba a sonreír cuando las pullas se dirigieron a él desde esa mesa de aguerridos pilotos.

Aguerridos pilotos que, hay que decirlo, pese a ser el "orgullo de los cielos de Francia", pertenecían a una generación cuyos galones habían sido obtenidos bajo horas de entrenamiento y de estudio, más no ganados en combate real.

Ustedes y yo conocemos de sobra a este tipo de personajes.

Abundan, en todos los ámbitos.

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