"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

martes, 17 de agosto de 2021

Cuando el águila desaparece III

Le général

Hasta hace poco podía ir erguido, con su bastón y su chalina, por la calle de la iglesia hasta la plaza del municipio. Todavía podía comprarse algún cigarro bueno si había llegado desde Perú su demorado giro de su devaluada pensión. El librero, el almacenero, el notario, lo saludaban con respeto.

El intendente alguna vez les había hecho saber que era un gran general, que había vencido a regimientos de España que no había podido derrotar el mismo Napoleón.

Le decían le général.

Antes. cuando todavía podía hacerlo, él mismo iba a encargar carne de vaca que hacía cortar de una forma extraña. Una vez, el señor Brunet, dueño de la Bucherie Chevallne. contó que el general había señalado con el bastón la cabeza de caballo dorada, insignia del negocio, y le había dicho: “No se deben comer los caballos, señor Brunet».

Sería porque en algunas noches sus entre sueños se llenan de caballos.

A veces son las mulas firmes y astutas. en el terrible frío y en los roquedales andinos, otras son los caballos cargando por el llano, con los ojos enrojecidos. la crin al viento, echando espuma.

Le parece oler el noble sudor cuando su asistente retiraba la silla y el mandil y los acariciaba.

A veces tiene la suerte de ser visitado por lo que es para él la más noble de las músicas:

El retumbar increcente de los cascos cuando su regimiento azul iba tomando carrera y ya se ordenaba desenvainar sables y bajar lanzas.

Si fuera poeta, si no fuera tan reservado, trataría de escribir para retener eso que se siente.

Trataría de decir que es algo grande, una exaltación suprema de la vida, como la culminación del amor.

Centauros.

Los caballos criollos y los granaderos con sus chaquetas que él quiso que fueran las más elegantes, pese a la poca plata que pudo mandarle el abnegado Pueyrredón.

Son amigos inolvidables.

Los caballos del combate, los de las infinitas marchas por los despeñaderos, los del triunfo (cuando entró en Lima v encontró la sonrisa de Rosa) o los callados compañeros de la derrota que lo trajeron desde Guayaquil enfermo hasta su chacra en Mendoza.

«Fue más o menos cuando murió Remedios. Y seguramente cuando yo empecé a morir.»

¿Cómo puede haber gente que coma caballos?

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