Por Christian Sanz
El plan "escondan a Alberto", la amenaza del fiscal González, y el regreso del avance K contra los medios
Cristina Kirchner está exultante. Sabe que está a punto de zafar en el expediente por el memorándum con Irán y ello la ayuda a dejar atrás todo aquello que la venía angustiando.
Principalmente
los ecos de aquel escándalo en la Quinta de Olivos, que nunca termina de
apagarse, porque siempre aparece algo nuevo.
Por
caso, el fiscal Ramiro González acaba de imputar a Alberto Fernández en ese
expediente, lo cual complica de alguna manera la campaña del Frente de Todos.
La decisión judicial sorprendió ingratamente a la vicepresidenta, quien había comandado a un conocido operador K para que la causa judicial durmiera el sueño de los justos, al menos hasta después de las PASO.
La
negociación no fue nada complicada: el fiscal González es un alumno dilecto de
la jueza María Romilda Servini, y había aceptado el “convite” de Cristina.
Pero
la calentura pudo más.
Es
que puntuales declaraciones del abogado de Alberto, Gregorio Dalbón —también
letrado de Cristina—, quien lo trató de
“coimero”, le molestaron en demasía.
Ello
explica la imputación, con los duros términos que allí aparecen descriptos.
En la decisión
que refrendó la semana pasada, González decidió “recordarle” al jefe de Estado
tres artículos del Código Penal: el 72, el 73 y el 279.
Los dos primeros refieren a las garantías de las personas imputadas, por lo cual es normal que los menciones.
Pero
el tercero advierte que “la presentación espontánea (del acusado) no impedirá
que se ordene la detención, cuando corresponda”.
¿Fue
un mensaje por elevación al presidente de la Nación?
¿Por
qué le recordó ese articulado puntual?
Como
sea, Alberto no logra dar pie con bola.
Cuando
hay inconvenientes no sabe cómo sortearlos y, cuando no los hay, los genera él
mismo.
Como ocurrió con la docente K que increpó duramente a un alumno, acusándolo de macrista.
El
presidente decidió defender a la mujer, asegurando que abrió un interesante
debate.
No
obstante, rápidamente le recordaron que no se trató de ninguna discusión, sino
de un innecesario y violento ataque contra un adolescente.
De debate no
tuvo nada.
El
mismísimo ministro de Educación, Nicolás Trotta, no solo separó a la docente,
sino que desautorizó al jefe de Estado y condenó su actitud.
A
su vez, las principales espadas del presidente en la CABA y la provincia de
Buenos Aires, Victoria Tolosa Paz y Leandro Santoro, directamente hicieron
mutis por el foro.
Le
sacaron hasta el banquito, como suele decirse.
Entretanto, Alberto decidió desaparecer de los lugares que solía frecuentar, a obvio pedido de Cristina.
Al
menos por ahora.
Prefiere
el mandatario moverse por el interior del país, en distritos donde sabe que
será bien recibido.
Allí,
y solo allí.
Hubo
alguna conversación para que recalara en Mendoza, pero le dijeron que aún
estaba fresco el recuerdo de la fiesta VIP de Fabiola Yañez y sus amigos.
Ello
decidió al gobierno a enviar un emisario, en este caso Martín Guzmán.
Uno
de los pocos funcionarios que miden bien en la provincia cuyana.
Básicamente
por su moderación.
La
misma que sabía ostentar Alberto y perdió apenas pudo ocupar el sillón de
Rivadavia.
No
obstante, en tierra mendocina el titular de la cartera de Economía terminó de
refrendar la estrategia electoral K, que refiere a machacar con el discurso de
la “herencia recibida”, criticar
duramente a la oposición y prometer un futuro de rosas.
En
tal contexto, sorprendió ver a un Guzmán alterado, fuera de su propio eje, del
cual suele no moverse.
Con
un lenguaje filo-militante.
En el encuentro “Producción, Economía y Futuro”, donde se preveía que hablara de economía y solo economía, arrojó varios dardos contra el macrismo, sorprendiendo a propios y ajenos.
Luego de reiterar que “la Argentina está viviendo una recuperación económica sólida”, cargó contra la gestión económica durante la presidencia de Mauricio Macri y consideró “insólito lo que está haciendo Juntos por el Cambio” por no haber ido al Congreso a “discutir responsabilidades de un proceso de endeudamiento entre 2016 y 2019 que tanto daño le hizo a nuestro país”.
En tal contexto, planteó que la oposición “con el endeudamiento insostenible hipotecó las posibilidades del país para salir adelante y hoy estamos trabajando para resolver los gravísimos problemas que nos dejaron y generar condiciones para un futuro con oportunidades y tranquilidad en los hogares”.
En
buen romance: todas las desgracias actuales son culpa del macrismo y la
oposición.
Ni
una sola mala decisión fue tomada por el Frente de Todos.
No está claro si esta estrategia ayudará o perjudicará al kirchnerismo.
Más
que nada porque, cuando se pudo ver el rostro de los que escuchaban a Guzmán, lo que denotaban era puro pavor.
Sobre
todo al final de la arenga, cuando sostuvo con inusual fervor:
¡Esa es la tarea que desde el Frente de
Todos, que conduce Alberto, que conduce Cristina, debemos seguir haciendo!
¡Vamos Mendoza, vamos argentinos!”.
Nada
que deba sorprender: los K están volviendo poco a poco a sus viejas costumbres,
las peores de ellas.
Incluso
el ataque a los medios de comunicación no obsecuentes.
Máximo Kirchner lo dejó claro, al culpar a la prensa por lo sucedido con el diputado correntino que fue baleado de manera imprevista, Miguel Arias, cuya investigación promete arrojar más de una sorpresa.
“Ese
odio de los medios de comunicación, que estigmatizan a los sectores políticos,
son el caldo de cultivo de gente que después va y actúa de esa manera”, afirmó
el hijo de Cristina.
Es curioso, porque no se sabe quién disparó contra el legislador ni tampoco cuál fue su motivación.
Pero
Máximo ya encontró un culpable: la prensa.
Habrá que abrocharse los cinturones: recién empieza la campaña...
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