Carlos Mira
El presidente Fernández entregó ayer en Tecnópolis una pieza para el recuerdo.
Se
pueden extraer tantas conclusiones de lo que dijo que uno teme no tener el
tiempo necesario para anotarlas a todas.
Fernández dijo
que lo acusan de ser un títere y un autoritario y que no sabe cómo se combinan
ambas cosas.
Además
de entregarnos con ello una confesión llana y expresa sobre lo poco formado que
está, sobre las escasas lecturas que han ocupado su tiempo y sobre las pocas
luces que alumbran su cerebro, nos da la oportunidad para desasnarlo.
A ver, Fernández: siendo un títere de una persona a la que le debe una obediencia ciega, frente a la que se humilla; una persona que lo rebaja en público, que no duda en gastarlo frente a la gente y a la que no puede decirle nada porque no se anima, lo más probable es que, efectivamente, sea un autoritario (e incluso un violento) con los demás, cuando se cree libre del escrutinio de su ama, a la que incluso supone agradar con sus atropellos a terceros.
El
trato violento que tiene con la gente es su secreta venganza a la humillación a
la que sabe está sometido.
Se
parece a esos maridos dominados que ni siquiera manejan el control remoto de la
tele en la casa, pero que se agarran a trompadas en el bar.
Cualquier acceso a la psicología básica le habría respondido lo que usted considera una contradicción.
De
nuevo: haber dicho lo que dijo demuestra que es una persona muy poco instruida,
que no ha tenido ni siquiera la curiosidad de bucear en lecturas que lo hubieran
informado de muchos secretos de la vida.
Una
confirmación más, Fernández, de que usted es un mediocre, un hombre sin
cultura, sin curiosidad por las paradojas de la vida y que solo se ha
preocupado por encaramarse en una casta que lo deposite en el poder.
Ser un títere y ser un autoritario es perfectamente compatible, Fernández.
Es
más, casi le diría que es lógico que usted juegue el rol de un compadrito de
barrio de mala muerte con los demás porque sabe que se tiene que hincar ante su
ama.
Es
la perfecta historia de un tango de segunda clase.
Luego se metió con un documento de la oposición en la que ésta afirma que, en estas elecciones, hay dos modelos de país en pugna.
Fernández
dijo estar de acuerdo con eso porque “Hay
un país que representamos nosotros, que cree en un Estado presente e igualador,
que cree profundamente en la democracia y las instituciones de la República y
hay otro país que no cree en la justicia social, que cree que cada uno debe
salvarse solo y por eso hablan de mérito y meritocracia, que se llena la boca
hablando de República pero arma mesas judiciales para perseguir opositores, que
generó la mayor decadencia económica, que generó el endeudamiento que vivimos y
la obligación de pagarlo en el tiempo que propusieron”.
El país que representa el kirchnerismo lo definió, en su ataque de fanatismo delirante, la “profesora” Laura Radetich, cuando, a los gritos, le dijo al alumno que la controvertía: “vos podes venir acá y comer esta porquería porque te la da el Estado”.
Ahí
tiene, Fernández, el tipo de “igualación” que entrega el Estado que usted
promueve:
La
igualación en la porquería, la igualación en la infamia de creernos tan
inútiles que no somos capaces de lograr algo mejor que la porquería que nos da
el Estado.
Y encima, con la pretensión de que, porque el Estado nos da esa porquería, tenemos que bajar la cabeza como usted hace frente a su ama y decir a todo que sí.
Eso será “igualación”, Fernández, como usted correctamente llama desde un auténtico fallido.
Pero
no es “igualdad”.
La igualdad
digna de la Constitución es la que nos permite llegar a todos a horizontes
diferentes según nos distinga nuestro mérito, aunque usted no lo soporte.
Es
completamente natural que un inoperante como usted predique en contra del
mérito:
si el mérito
existiera en el país usted no habría pasado, en el mejor de los casos, de ser
un oscuro abogado de barrio, defendiendo causas de poca monta.
Hay que tener la cara de piedra, como la tiene usted, para animarse a decir que ustedes defienden la democracia y las instituciones de la República cuando no hacen otra cosa que pujar por derribarlas y reunir en un solo puño todo el poder el Estado.
Pregúntele
a su ama qué modelo persigue, para ver si eso tiene algo que ver con la
República horizontal y de poderes limitados que organizó la Constitución.
¿Qué
cree que persigue Kirchner cuando habla de “Nuevo Orden”?
¿Acaso
defender las instituciones de la República?
Por supuesto que hay dos modelos en pugna y que ustedes representan la grisura, la decadencia, la pobreza, la miseria, la opacidad, la grosería, el embrutecimiento, la falta de futuro, la ausencia de proyectos, el servilismo, la dependencia, el patoterismo, la fuerza bruta, el autoritarismo, la servidumbre y el silencio del pensamiento único.
Son
ustedes los que reinstalaron el odio peronista, el resentimiento de clases, la
persecución al pensamiento libre; los que aíslan a la Argentina del mundo
civilizado y la ponen junto a los peores países de la Tierra.
Son
ustedes los mercaderes de la antigüedad, de que la gente común esté cada día
más lejos de los adelantos tecnológicos de los que goza el mundo exterior; son
ustedes los partidarios del encierro, de meter en prisión a los argentinos para
no darles la oportunidad de comparar cómo se vive aquí con cómo se vive en
otros lados.
Ustedes son todo
eso: la brutalidad, la ignorancia, el avasallamiento de la libertad, el grito y
la indecencia.
Son ustedes los que destruyeron el trabajo, los que fundieron cientos de miles de pymes,
los
que asfixian el esfuerzo productivo con impuestos que nadie sabe a qué
bolsillos van a parar;
los
que expulsan a las empresas que se van del país despavoridas ante tanta
arbitrariedad;
son
ustedes los que destruyen empleo formal con regulaciones delirantes que solo
existen en la Argentina;
son
ustedes los que llevaron la pobreza a más de la mitad del país y a más del 60%
de los jóvenes,
son
ustedes los que multiplicaron las villas miseria por 300,
los
que persiguen a los que trabajan y a los que dan trabajo;
son
ustedes los que defienden delincuentes soltándolos de las cárceles para que
vayan a robar, matar y violar inocentes;
son
ustedes los que destruyeron la economía mandando el 20% de la clase media a la
pobreza;
son
ustedes los que transformaron a este país en un yermo de tránsfugas en donde es
casi obligatorio evadir la ley para sobrevivir.
Son ustedes, Fernández. Ustedes.
Son ustedes los que se robaron las vacunas;
son
ustedes los que se cagaron en la cara de todos yendo de festejo en festejo
mientras ordenaban el encierro de todos; son
ustedes los que provocaron una matanza evitable de más de 110000 argentinos por
entregarse a la ceguera ideológica de una geopolítica que les queda grande.
Son
incompetentes, estafadores, corruptos, asesinos.
Ustedes representan el modelo de todo lo que está mal;
de
lo que posterga a los países y de lo que los dirige a un tobogán sin fin como
en el que, de hecho, está la Argentina desde que tuvo la malísima fortuna de
conocer al peronismo.
Ustedes son una lacra, Fernández.
Y
usted, particularmente, es un payaso sin honor, sin orgullo, sin pelotas.
Es
el epítome de la decadencia.
De
una decadencia que comenzó hace 8 décadas pero que con el kirchnerismo se ha
perfeccionado hasta hacer de la Argentina un páramo estéril del que todo el
mundo se quiere ir.
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