Santiago Kovadloff
No hay peor infierno que el de asistir a las exequias del propio deseo.
Al
funeral de nuestras pasiones.
No
hay castigo mayor que el de verse integrando su cortejo fúnebre.
La
muerte no es, por eso y para mí, lo que sigue a la vida.
Sino
lo que a diario nos acecha.
Lo
que nos esteriliza.
Lo
que encallece la piel.
La
ausencia de propósito, la apatía, el desapego a los seres cuyo trato nos
constituye en personas.
La muerte es vida seca, marchita.
Ésa
es la muerte que mata y no la que viene después.
Por
eso, imploremos:
Que
la muerte nos sorprenda sedientos todavía, ejerciendo la alegría de crear.
Que nos apague cuando aún estamos encendidos…
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