"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

sábado, 20 de noviembre de 2010

Un incómodo camión

"Pensemos en los millones de indecisos, que necesitan líderes y, a cambio reciben estafadores" - The Rolling Stones

Que la Ley de Presupuesto no reviste, para el 90% de la población, importancia alguna se comprueba fácilmente cuando se examinan las principales preocupaciones de los argentinos. Sin embargo, y por algo se la llama la “ley de leyes”, su discusión en el Congreso debiera transformarse en el más trascendente acontecimiento del año.

Para poner un ejemplo de fácil comprensión, comparando al Estado con una empresa, se trataría de saber qué hacer con el dinero que entra por la facturación de sus ventas. Hay que decidir si y cuánto se invierte en nuevas máquinas, en publicidad, en incremento de salarios, en nuevas obras o, simplemente, se distribuyen a los socios. ¿Alguien puede imaginarse una compañía en la que sus dueños no opinen sobre estos temas?

Para agravar el cuadro, con esa ley, lisa y llanamente se decide el futuro, al asignarse –al menos, en teoría, puesto que los “súper poderes” y los decretos de necesidad y urgencia permiten al Ejecutivo resolver a su antojo- destino a los ingentes fondos que ingresan al Estado en cada período fiscal. Se establece cuántos fondos irán a educación, cuántos a salud, a infraestructura, a defensa, a justicia y hasta a los subsidios.

Por ello, resulta indispensable que los opositores –por razones más que obvias no los llamo oposición- informen a la sociedad en su conjunto qué significa que el Gobierno haya cerrado el tema, sin permitir que su discusión continúe en la prolongación de las sesiones ordinarias o en la convocatoria a extraordinarias. Sobre todo, cuáles serán las consecuencias para la República y para la democracia.

Entiendo que, por diferentes razones, todos los partidos no oficialistas estarán de acuerdo en este punto, más allá de las diferencias gigantescas que han mostrado en el corto debate y en la reunión de Asuntos Constitucionales.

Es menester contarle a la gente –sí, a ese 90% que no se entera- qué implica que, durante el año 2011, doña Cristina ejerza su función de Presidente, en un año electoral (¿será así?), sentada sobre un comodísimo cojín de casi cien mil millones de pesos al que acomodar a su antojo. Y eso es, exactamente, lo que hará mediante el simple trámite de prorrogar el Presupuesto actual. Y, conociendo la matriz kirchnerista de ejercer el poder, resulta elemental imaginar qué hará con el cojín en cuestión.

Seguramente, porque no lo han hecho en los siete años y medio que llevan encaramados al sillón de la Rosada, no se terminará con la miseria estructural y, ni siquiera, con las muertes por desnutrición, hechos que claman al cielo en un país con capacidad para alimentar a quinientos millones de personas y que, por obra y gracia de la corrupción monstruosa de este gobierno, se ha transformado en un verdadero genocidio.

El Ejecutivo llevó al Congreso un proyecto de Presupuesto totalmente dibujado, que subestimaba la inflación y, consecuentemente, dejaba de contabilizar como ingresos los enormes fondos que, con ese verdadero impuesto a la pobreza (¡malgré Boudou!), se seguirán extrayendo de los magrísimos bolsillos de los que menos tienen para permitir al “aparato” oficial comprar adhesiones y voluntades, como sucedió el miércoles anterior, precisamente cuando se discutía esa Ley.

El esquema comunicacional del Gobierno, debemos reconocerlo, es fantástico; está dirigido, sobre todo, a los jóvenes, los grandes olvidados de los partidos políticos tradicionales. Su excelencia se vio en los fastos del Bicentenario, en el “Fútbol para todos” y, superlativamente, en el velorio del patriarca del “modelo”. Es, precisamente, ese triunfo publicitario el que le permite a doña Cristina disfrutar de las mieles que traen aparejados tanto el crecimiento de su imagen positiva cuanto el de su intención de voto.

Sin embargo, y aquí llegamos a la razón del título de esta nota, en ningún lugar el atractivo del duelo dura para siempre, y en la Argentina es aún más fugaz. Tal vez ese viento de cola personal pueda durarle a la Presidente hasta después del verano pero, con total seguridad, no se extenderá más allá.

Para recapturar el voto de las clases medias urbanas y rurales, ése que la depositó en su cargo en 2007, deberá comenzar a optar, a elegir permanentemente entre caminos diferentes. Y ya no está a su lado su jefe político, que podía mediar entre las diferentes alas del conglomerado denominado Frente para la Victoria.

El principal lastre para las aspiraciones de doña Cristina es, nada menos, que el Secretario General de la CGT y Vicepresidente –en ejercicio de la Presidencia- del pseudo Partido Justicialista de la Provincia de Buenos Aires.

Lo es por miles de razones, como se demuestra en la gigantesca imagen negativa con que lo castiga la sociedad en su conjunto, en el rechazo que produce en los barones del Conurbano, a los que extorsiona con la basura, y hasta en sus colegas sindicales, a los que sangra de afiliados cotidianamente.

Contribuyen, por cierto, a la pésima imagen del “hombre del camión” las acciones de sus hijitos que, al frente de Camioneros y de Peajes, consiguen amargar la vida de las empresas y de los ciudadanos y espantar a los pocos inversores que aún tienen a la Argentina en sus mapas.

La Presidente lo sabe, y conoce a la perfección el estado de las tres causas penales que podrían terminar con don Hugo y su mujer jugando al truco con Zanola y la suya tras las rejas. Bonadío, en la causa de los medicamentos “truchos”, Pradas, en la investigación por los asesinatos de la Triple A en Mar del Plata, y hasta el mismísimo Oyarbide, por la falsificación de los troqueles para estafar al Estado, se están acercando cada día más a Moyano.

Y, en algún momento del año próximo, doña Cristina deberá ejercer una opción de hierro: o se aferra a Moyano para intentar controlar al partido y a los díscolos, o deja que los procesos judiciales sigan su cauce, sin interferir en la balanza ni corregir la ceguera de la Justicia.

Incómoda situación, por cierto. Más difícil que matar un chancho a besos. Si elige el primero de los caminos y se compra ese collar de melones que significará don Hugo para las aspiraciones políticas de la primera magistrada, perderá inexorablemente ese voto de las clases medias y, también, los de la izquierda contestataria.

Si decide observar desde la platea cómo los jueces convierten en inviable la libertad de Moyano, deberá prepararse para enfrentar todos los desastres que el camionero, sus hijitos y sus adláteres desencadenarán para evitarlo.

Tal vez, este proceso pueda comenzar a acelerarse si continúa la investigación por el militante del PO, Ferreyra, sobre la Unión Ferroviaria y su Secretario General. La pauta la dará, con certeza, la conducta de Moyano frente a ello: ¿hará el mismo silencio con que acompañó el ingreso de Zanola a la cárcel?

Para concluir, permítaseme conmemorar el aniversario de la Batalla de Obligado con palabras de Leopoldo Lugones: “”Europa volvió a anudar los cabos rotos de sus recolonizaciones fracasadas, y fue el moverse las escuadras sobre los mares, y el agruparse los traidores sobre la tierra. Brevemente: Rosas … hizo pelear a su pueblo, y batiéndose –ambidextro “formidable- con un brazo contra la traición que ponía en venta la propia tierra por envidia de él, y con el otro contra la invasión que venía a saquear en tierra extraña, echó a la tempestad riendas de hierro que manejó con sus puños de hierro de gran jinete de pueblos y de potros. Y por segunda vez se salvó la independencia de América”

Buenos Aires, 20 Noviembre, 2010

Enrique Guillermo Avogadro

Abogado

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