Uno de los personajes de Andrea Camillieri, en relación al conocimiento de la verdad de un hecho de la vida, pregunta ¿qué forma tiene el agua?
Al
responderse que no tiene forma, dice que tiene la forma que uno le da, según
donde la coloque, en una taza, un recipiente cuadrado, o redondo.
Concluye
diciendo puedes buscar la verdad o quedarte con la forma que se le ha dado al
agua.
Hermosa metáfora para significar la vida.
Porque
también la forma de la vida, es la que uno le da
Los
hechos, las circunstancias, las relaciones, tienen una realidad monolítica, son
en verdad lo que son, hay identidad total, pero las formas que tenemos en
nuestra vida de acceder a la verdad de dichos hechos y relaciones muchas veces
tienen la forma que le damos nosotros –como al agua- en lugar de ser lo que
son.
Es
cierto que para hablar de las formas de la vida, hay que entender previamente
el sustento material de la misma. en el sentido de cómo se generaron, crecieron
y evolucionaron los seres vivos.
Pero esa es otra
cuestión, es el sustento material de la vida, lo que somos, lo que nos
diferencia de la materia inerte, aun con los mismo elementos químicos, y como
se descompone y fenece la vida.
Esta
metáfora alude a la relación de nuestro interior, el yo profundo de cada uno,
con la forma de ver la vida.
Esa
forma, que como la del agua, se irá moviendo y cambiándose de acuerdo a que nos
suceda, cuáles son nuestras condiciones,
nuestros proyectos, nuestros ideales, las conveniencias de la existencia y las
relaciones que tengamos.
Es
cierto que la vida nos antecede, pero
hay una tendencia innata en el ser en pretender el control exclusivo y total de
la misma, aún de aquella que se relaciona y condiciona a otros.
Pero la vida,
yace ante nosotros y debemos encaminarla hacia el destino que se nos ha
conferido.
La
vida es un don, pero un don que exige un esfuerzo personal y una
responsabilidad, por la cual debemos darle sentido.
Entonces
la forma de la vida, será su forma natural, el proyecto del ser, que vive,
crece, se relaciona, procrea y continúa con la existencia.
Ese marco está
adornado por una serie de virtudes intrínsecas en la vida, la igualdad, el
equilibrio, la bondad, la verdad y también la justicia.
Pero
el hombre se deja tentar, como se ha dejado tentar desde el comienzo de la
creación, y entonces inventa formas, le da connotaciones especiales a la vida.
Como
el agua de la metáfora que es distinta en una taza, en un tubo o en un
recipiente cuadrado.
El
hombre le da formas a la vida de acuerdo a su conveniencia, y entonces la vida
comienza a tener aristas desconocidas y distintas.
Hay
primeros y secundarios, compinches y enemigos,
dignos e indignos, privilegiados y subalternos, merecedores y negados,
hijos y entenados.
Vamos
creando una vida artificial a nuestro antojo y a nuestra comodidad, donde somos
privilegiados, generando situaciones de ayuda o disipación de acuerdo a nuestro
entender, nuestra conveniencia o nuestras trampas.
Entonces
la igualdad está en un vaso en el que caben los que me interesan, y los demás
están afuero, el equilibrio es para mis amigos, los otros no son merecedores;
la bondad es para el que creo que la merece o me conviene y para el resto nada.
La vida empieza
a tomar una forma inédita, perversa y malintencionada.
Retrotrayendo
la historia de la humanidad, se entiende que siempre hubo esta condición, que
en toda época y lugar hubo situaciones desiguales, no equilibradas y hasta
malvadas.
¿Qué
forma le damos a nuestra vida?
¿Elegimos
la vida en sí, o las formas que le damos?
Somos
conscientes del don recibido, y de la condición de todos los hombres en
igualdad con el mismo.
Entendemos
que no somos mejor ni peor que nadie, y que debemos respeto a la dignidad de
todos los hombres.
Sabemos
distinguir la vida en sí misma, de las formas espurias que les son dadas.
Hay una forma
real, verdadera y justa de la vida.
Como
el agua, dejarla fluir, que a todos se brinde por igual, que no esté contenida
de ninguna manera, ni nadie le ponga barreras o contornos, y entonces la humanidad vivirá en
equilibrio, en paz y con felicidad.
Elias D Galati
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