"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 13 de abril de 2008

ARGENTINA - MITO (Cuento de Elías Galati)


MITO

Cuento

El hombre quiere más. No terminó de concretar una meta, y está pensando como concretar la siguiente.

Hay una pulsión entre el deseo y la conquista.

La etapa del deseo es vívida, y pone todas las energías y las capacidades al servicio de ella.

Algunos piensan que es más útil y más placentero el deseo que el objetivo concretado.

Dentro de la idea de la perfección del hombre, y de un tránsito por la vida cada vez mejor, es bueno que el hombre quiera superarse.

La situación se complica cuando no puede lograr sus objetivos, y no se conforma con ello, pretendiendo lograrlo de cualquier manera, en especial cuando depende de otras personas, a las que se debe respetar la libertad.

Julián era el prototipo del hombre educado con la concepción clásica.

Sabía sus derechos y conocía sus deberes.

Había alcanzado el nivel terciario, y había leído, literatura, filosofía, historia y los autores que se fueron haciendo famosos a través de los años de su adolescencia y adultez.

Se había preocupado por leer autores de la Grecia Clásica , y con preferencia los relatos mitológicos.

Que apertura le había otorgado la lectura de los mitos.

El hombre, sus deseos, sus placeres, sus conquistas, sus miserias, sus grandezas.

La comedia y la tragedia.

Todo está allí.

Es el hombre en sí mismo, tal como fue creado y como se expresó, se expresa y se expresará.

A pesar de los siglos tan actual hoy como entonces, pareciera que pese al tiempo siempre el relato corresponderá a la actualidad del hombre.

Tan real... que asusta.

Por eso Virgilio escribía: “Temo a los griegos, aún cuando vienen con regalos”

La vida de Julián tuvo altibajos, algunos provocados por la personalidad de su espíritu, demasiado exquisito para el lugar y la época que vivía, y otros provocados por los vaivenes de la sociedad, en los que no tenía alternativa porque estaba inserto en ella, y su ser se identificaba con su nacionalidad.

Pero era difícil transcurrir la vida, sintiendo que lo que hoy es malo e ilegal, mañana será bueno.

Que los sistemas que habían servido para regir los destinos del país, ya no eran válidos.

Que se cuestionaban los valores, que se subvertía el orden.

Que se podía gobernar sin el consenso popular.

Que se derrocaba un gobierno por la fuerza, que una casta se atribuía derechos sin respetar las normas.

Que se volvía a la normalidad condenando a los insurrectos, que luego se los perdonaba, y luego se los volvía a condenar.

Que había hechos de violencia condenados y otros justificados en razón de la ideología.

Vivía en medio de esa vorágine social que conmovía sus entrañas.

Vivía también con sus problemas personales.

Porque a pesar de todo, hacía su vida y pretendía crecer.

Y el tiempo pasaba, y sus deseos no se cumplían y se acrecentaban, por aquello que cuando las cosas se arreglen, podré arreglar mi vida.

Las cosas no se arreglaban.

Esta sociedad parecía buscar los problemas.

En lugar de simplificarlas, las cosas se complicaban.

Sintió un enorme vacío en su corazón.

Sentía profundos deseos, y su razón le indicaba complejos deberes.

Decaulión, Antígona, Artemisa, pasaron delante de sus ojos, recreando la comedia y la tragedia.

¿Qué hacer?

La vida se vive una vez, y lo que ha pasado hoy como el agua del río que fluye hacia el mar, no vuelve a pasar.

Pasará otra agua, pero la misma ya no.

Buscó en su memoria algo que le diera la respuesta.

Se encontró con el discurso de Antígona a su padre el rey, al enterrar a su hermano en la pira funeraria a pesar de la prohibición:

“Ninguna ley humana, puede pasar por encima de la ley de la sangre”.

Se encontró con la sentencia de Agustín: ama y haz lo que quieras.

¿Pero que amor?

El sentimiento de amor o la pasión.

Encontró la sentencia sanmartiniana: "Serás lo que debes ser o no serás nada"

Y con un proverbio oriental de 25 siglos: "Que nunca tu deseo, supere a tu deber"

El deber... Siempre el deber.

Pensó en Kant: "Hay que cumplir el deber por el deber en sí mismo"

¿Era una respuesta?

...

Posiblemente sí, pero no satisfacía su deseo.

Se sentó en el comedor y encendió el televisor.

Elías D. Galati

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