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Caricatura de Alfredo Sabat

miércoles, 29 de octubre de 2008

La historia de Dimitri y su violonchelo.... gracias a su tesón

De Moscú a Buenos Aires
La historia de Dimitri y su violonchelo
Gracias a su tesón y a su gato, el ruso Dimitri Rodnoy recuperó su valiosísimo instrumento robado hace 13 años
Noticias
Miércoles 29 de octubre de 2008 Publicado en edición impresa

Por Verónica Pagés
De la Redacción de LA NACION

Dimitri Rodnoy no tuvo el mejor recibimiento cuando llegó desde Moscú. A la dura situación de haber decidido dejar su país, con sólo 24 años, se sumó la poco grata sorpresa de que "a menos de tres meses de haber llegado", le robaran, del departamento que alquilaba en San Telmo, el violonchelo Stainer de casi 200 años de antigüedad que su padre le había regalado ocho años antes, cuando se graduó en la escuela y entraba en el conservatorio Tchaikovsky.

La desesperación fue enorme, y acorde con ella fue la energía que puso Dimitri en su búsqueda. Avisos en revistas de compra y venta; carteles en los conservatorios de Buenos Aries; el boca a boca... Nada. Trece años después, con ayuda de Internet, Dimitri encontró, casi por casualidad, su Stainer, con el que hace un mes volvió a tocar en los servicios religiosos de los viernes de la Comunidad Amijai.

Horizonte
Corría el año 1995 y la situación bélica en su país no lo dejaba imaginar un futuro como músico, por lo que decidió emigrar sin demasiadas pistas ni demasiadas puntas. Se despidió de su familia ?de artistas ligados a la ópera?, tomó poco más que su chelo y se vino. Las posibilidades de trabajo escaseaban, por lo que decidió emplearse en una inmobiliaria hasta que algo apareciera, pero lo que aparecieron fueron ladrones que un día entraron en su departamento y sólo se llevaron el chelo.

Fueron pocas las personas ?vinculadas al ambiente musical? con las que Dimitri no habló sobre el robo, sobre su pérdida. Pero nada, no había señales, por lo que Dimitri se conformó con tocar con chelos prestados y nunca pudo encontrar el sonido que tenía el suyo. Algo de esa desazón fue lo que lo convenció de redireccionar, al menos un poco, su carrera. Si bien en estos 13 años nunca abandonó del todo la música clásica, sí encontró en la música popular ?género que le daba mejores perspectivas económicas a la vez que no le exigía un instrumento de tanta calidad? una buena excusa para seguir tocando.

Así que dejó un poco de lado el Trío Barroco de Buenos Aires, se alejó de los concursos de música (muchos de los cuales había ganado) y hasta se presentó a la audición y entró en el musical La bella y la bestia . Esa experiencia lo dejó lleno de adrenalina y de contactos. A partir de allí trabajó en producciones artísticas y discográficas de Gustavo Santaolalla y de Afo Verde, y les puso las cuerdas a temas de Divididos, Los Pericos, La Renga, Bersuit Vergarabat, Pedro Aznar y Los Redonditos de Ricota, entre otros.

La vida de Dimitri siguió su curso con los vaivenes de las de todos los argentinos, pero él nunca dejó de buscar su chelo. Con el paso del tiempo, el ímpetu fue aplacándose, pero nunca del todo. Había una suerte de rutina cotidiana que lo metía un rato cada tanto en Internet.

Así, casi en automático, Dimitri entró una mañana del último mes de marzo en la Red, pero alguien lo llamó por teléfono y abandonó la computadora que pronto puso en juego el protector de pantalla. Minutos más tarde, el gato de Dimitri "Jaime Jaime" pasó por el escritorio, movió el mouse y dejó al descubierto una página que ofrecía en venta un violonchelo de 250 años de antigüedad. Sólo le bastó una mirada al músico para reconocerlo. Las palpitaciones no le impidieron llamar a su abogado para preguntar qué hacer. Antes que ninguna denuncia, la mujer de Dimitri se presentó en el lugar para poder ver de cerca el chelo; ella nunca lo había visto en directo, pero sí a través de las fotos del pasaporte que Dimitri tenía de su Stainer.

Ese documento, obligatorio en Rusia, daba detalles inviolables de las características del instrumento que luego de la presentación judicial ?peritos mediante? dieron crédito a lo que decía Dimitri.

Pasaron siete meses desde el día en que Jaime Jaime descubrió el chelo en la pantalla hasta que efectivamente Dimitri lo pudo volver a tener en sus manos. Nunca fue tocado, ni siquiera le habían cambiado las cuerdas, dato que dejaba en claro que el instrumento estuvo guardado para que pasara el tiempo y se olvidaran de él o para venderlo en el exterior.

Dimitri tiene, por ahora, la custodia temporal del chelo, ya que el juicio continúa, porque las personas que lo tenían dicen que lo compraron en buena ley. Nobleza que Dimitri puso en duda, ya que el chelo tiene algunas modificaciones tendientes a ocultar su origen ruso realizadas con mucho cuidado por un luthier. Aun así, los peritos decretaron que había veintisiete coincidencias entre el chelo encontrado en el Gran Buenos Aires y el que figura en el pasaporte.

Feliz con su gato, con su chelo, con su mujer y el futuro hijo que esperan, Dimitri decidió volver a la música clásica para compartir el sonido que buscó durante tanto tiempo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es una historia magnífica. El resultado es casi feliz (Rodnoy solo es depositario del instrumento). También revela las falencias que permiten el encubrimiento profesional en nuestro país. Por empezar los sitios de remates por internet carecen de responsabilidad (la palabra responsabilidad está con doble sentido) aún en casos de manifiesta ilegalidad del origen.
Para seguir los compradores inescrupulosos. Como aparece con claridad el cello solo pasó por manos expertas. Sería deseable una base única de datos de objetos hurtados, robados o perdidos dependiente del Ministerio de Justicia y que fuera obligatorio presentar un certificado (fácil de obtener y gratuito)para publicar un aviso de venta de cualquier objeto que tenga registración (electrónicos, obras de arte, instrumentos musicales). Ese trabajo debería financiarse con las multas aplicables a quienes publiquen avisos sin requerir el certificado.

"Luis"