POR
JORGE MARTÍNEZ
El
nuevo gobierno debuta con las miradas apuntando a su experimento económico
heterodoxo, la decisión de exhibir resultados veloces, demagógicos, para marcar
un rápido contraste con el fracaso de la gestión anterior.
En
estos primeros meses el análisis político convencional también nos aturdirá con
las posibles discrepancias que surjan (o no) entre el presidente y su vice, y
todo en medio del folklore inevitable de una restauración más o menos
peronista.
Pero
detrás del escenario pasarán otras cosas.
El
kirchnerismo que vuelve al poder incluye una línea ideológica que podríamos
llamar "globalista".
Está
representada como mínimo en dos ministerios, Seguridad y Equidad, que serán
dirigidos por mujeres que responden al CELS de Horacio Verbitsky, a los que
debería agregarse el Inadi a cargo de Victoria Donda.
Este
globalismo K se manifestó en el ciclo anterior en la llamada "política de
derechos humanos", aquel blindaje
ideológico que enderezó a un proyecto político insustancial y le dio fueros
para encubrir una corrupción rampante que ya pasó a la historia.
A
partir de hoy, esa oportuna alianza se renovará.
El
setentismo seguirá siendo una estrategia redituable en más de un frente, casi con certeza reforzada como arma de
intimidación pública y coerción ideológica.
(Habrá
que prestar atención al uso persecutorio que se haga de una nueva acusación: la de "negacionista")
La
novedad vendrá con las banderas actuales del progresismo mundialista.
Feminismo
extremo, ideología de género, aborto (¿lo impondrán por ley, por protocolo o
por decisión judicial?), garantismo, tal vez eutanasia, tal vez legalización de
las drogas y quién sabe qué más.
Las
dos ministras tendrán mucho que hacer al respecto, seguras de que en este plano
contarán con un respaldo "transversal" que abarcará a buena parte de
la nueva oposición y también a los grandes medios y al mundo de la cultura y el
espectáculo.
Por
no hablar de las organizaciones no gubernamentales, las fundaciones
internacionales o los organismos multilaterales de crédito, demonios que el "campo nacional y
popular" no duda en obedecer
cuando se trata de esa agenda.
Estas políticas,
que serán aplicadas con una vocación hegemónica que excede en mucho el mandato
surgido de las urnas, seguramente generarán resistencias.
Que
no partirán, conviene repetirlo, de estructuras institucionales fácilmente
disciplinables, sino más bien de la población en general, de familias y
ciudadanos del común, de hombres y mujeres de fe, imbuidos de un genuino
sentimiento patriótico que nada tiene que ver con el nacionalismo adulterado de
camporistas y progresistas.
Como
ha ocurrido en otros países, las redes sociales volverán a ser los grandes
aliados de esa resistencia.
El
tuitero independiente con miles de seguidores es un personaje esquivo, difícil
de manipular, que ofrece un cierto contrapeso a los discursos uniformes que
parten de las usinas ideológicas y el periodismo estandarizado.
Y el
kirchnerismo lo sabe muy bien porque lo sufrió hacia el final de su primer
ciclo gobernante.
De
ahí que una de sus grandes preocupaciones en este regreso sea cómo vigilar,
censurar o desacreditar a esa oposición.
A
modo de anticipo sirve recordar que Amnistía Internacional, otro baluarte del
globalismo, presentó ya dos informes críticos sobre la actividad en las redes
en nuestro país y sigue trabajando en el tema, que parece interesarle mucho.
¿Hasta
dónde llegará este globalismo K?
¿Cómo
responderá a los incipientes focos de oposición?
¿Se
limitará a lanzar provocaciones o su objetivo, también en este caso, consistirá
en "ir por todo"?
Por
ahora faltan respuestas.
Pero
no hay dudas de que, tarde o temprano, habrá una ofensiva y será implacable y
total.
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