"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 30 de noviembre de 2008

El poder númerico

Los números tienen un inmenso poder.

El poder que les dio la cultura y la ciencia.

La ciencia necesita comprobar los hechos y las observaciones, y para ello deben ser mensurables, deben medirse, es decir cuantificarse.

Y esa cuantificación es un número.
Que determina el valor y la cualidad de los hechos y las observaciones, y determina sus relaciones, menor-mayor-igual, grande-pequeño, divisible-no divisible, y también su proyección, si es probable, posible o real, si crece o decrece, si se separa o se une.

Porque el número es una cantidad computada en relación con otra que se toma como unidad.

Por eso si uno establece una unidad es capaz de medir o magnificar cualquier cosa.

La teoría del Big Bang se probó tomando como unidad de medida el desvío de un sonido en el espacio de un día, y a partir de allí fue capaz el sistema de medir millones de años de acuerdo al desvío.

Hay un número para cada cosa, hasta hay un número para Dios, en realidad más de un número, Dios Uno y Trino.

En este mundo post moderno existen dos clases de números, los números reales y los números virtuales.

Los números reales son los que coinciden con las realidades humanas y naturales que podemos medir. 4 árboles, 3 niños, hay más vacas que caballos.

Los números virtuales son los que creemos que son o creamos a nuestro arbitrio o conveniencia para fines particulares, sociales, económicos, estadísticos, políticos.

Un ejemplo de números virtuales son los números que acompañan a las pautas publicitarias. Difícilmente coincidan con la realidad, son virtualmente acotados en más o en menos de acuerdo a las necesidades de la campaña o de la proyección de la información en relación a la venta, al valor que se le quiere dar, o a captar la preferencia del público y del mercado.

Es cuando el hombre se da cuenta que puede manipular los números y cambiarlos a veces sin consecuencias, si no es muy grosero el cambio, y siente que ha roto la tiranía numérica. Que por fin puede tener un poder superior al de los números, y que puede hacer de ellos lo que quiera.

Pero ese poder no se condice con el poder real.

Si bien el hombre puede manipular los números, no puede en la misma dimensión manipular los hechos ni la naturaleza.

Puedo hacer una estadística preciosa y virtualmente confiable que tengo 200 millones de cabezas de ganado, o que tengo 2 millones de adeptos, pero cuando debo usarlos los números volverán a correrse a la realidad y aparecerán no mis números virtuales, sino los números reales, los que verdaderamente son.

¿Y entonces, dónde ha quedado mi poder sobre los números?

Tendría que definir y determinar el número como abstracción, a la cual puedo manipular a mi antojo, y el número como magnitud o cuantificación de la realidad que escapa a mi control, porque la realidad, la naturaleza, no la puedo manipular.

La puede destruir, la puedo destrozar, según los métodos que emplea para relacionarme con ella, pero su magnitud va a estar determinada por la reacción, por la respuesta que esa realidad dé a mis hechos y a mis estímulos.

Y aunque proyecto y presuponga que sí hago A sucederá B, porque muchas o todas las veces que se dio A sucedió B, es posible que esa respuesta B, no sea siempre la misma, y que dependa de tantas variables dependientes e independientes que no puedo controlar, que se me escape y la respuesta sea menos B, o más B, o C, o D.

Hay una magia en los números que no puede alcanzar el manipulador de ellos, que sólo se alcanza cuando el hombre es un testigo fiel, un exacto glosador de la realidad.

Y entonces los números siguen siendo matemáticos, es decir exactos, porque los números manipulados son inexactos, erróneos, y conducen a falsedades, proyecciones equivocadas y decisiones perversas.

Existe la tentación de convertir a los números reales en cuánticos, entendiendo que a las magnitudes cuantizadas se le asignan diversos valores que pueden adoptar en cada uno de los posibles estados del sistema, olvidando que la realidad es un único sistema, y que el resto está en la fantasía o en la ilusión del tonto que las señala.

El número por si mismo respeta la realidad que a veces el hombre distorsiona, disfraza o pervierte.


Elías D. Galati

wolfie@speedy.com.ar

No hay comentarios: