Este es un mensaje religioso. Bánquenselo los que dicen que creen en Dios, y aumenten la fe, o sea la duda, porque si se muere la duda, se muere Dios.
De todos modos, por ser este un escrito navideño, nos regalaremos la licencia de irnos por las ramas todo lo que se nos dé la gana. Hablando de ramas, haremos mención al arbolito de Navidad, símbolo pagano que tiene más presencia que el Pesebre.
La conquista llega lejos y muchos argentinos están convencidos de que la Navidad en el otro hemisferio es mejor que en este porque ellos, los del Norte, tienen la nieve y los trineos y los renos y Santa Claus y las pelotas (del árbol). Pero no señores, la navidad en este lugar del planeta es mejor. (Abro paréntesis: el Sur no por ser el Sur debe someterse a estar abajo como nos tienen domesticados en los mapas, pues el Universo todavía no tiene ni techo ni piso, gracias a Dios. Digresión: Es muy importante nuestra concepción de Sur y Norte y su correlación con arriba y abajo y su correlación con superioridad e inferioridad. Haga la prueba, amigo/a: sugiérale a su hijo en edad escolar que cuando deba nombrar por escrito las capitales o países en el mapa, lo haga con el papel dado vuelta y lo presente así al docente - ej: Ushuaia arriba y Purmamarca abajo porque el mapa está al rev&eacu te;s - , y verá que si el maestro es de los de antes, lo felicitará mucho poniéndole un portentoso 1 (uno). Pero su hijo será más libre. Cierro.)
Volvamos a la religiosidad y a los festejos navideños. En el Norte del mundo, por estas épocas del año la pasan peor de lo que nosotros la pasamos soportando el calor en estas pampas. Primero porque tienen más noche que día, y eso no está bueno; para mí, por lo menos, no está bueno. Segundo, porque el frió es menos feliz que el calor: las conductas humanas son más retraídas y las mujeres se cubren en vez de descubrirse, y eso tampoco está bueno. Tercero, porque ellos, los del Norte, no tienen, como tenemos nosotros, ese paquete festivo que nos viene grabado desde la infancia. A saber: terminan las clases y somos más felices y en el campo salimos temprano a caballo y comemos duraznos, damascos, ciruelas y otras frutas maduras y jugosas que sacamos de los árboles, y eso está entre las cosas má s lindas de la vida. Viene Navidad y sus preparativos (Dios, qué seca es la carne de pavo. En realidad no hay ningún componente de las comidas navideñas que sea un manjar, de lo contrario se comerían esos alimentos en otras épocas del año, sin embargo obsérvese que nada de eso se ingiere pasada esa fecha; los turrones, sobre todo). Algunos reciben regalos (cada vez más menudos, los regalos), se vienen las vacaciones (cada vez más cortas, las vacaciones), Año nuevo, fiesta que se pasa con los que están, que Viene Reyes (obsequio de plebeyo que no alcanza más que para evitar la queja del infante. Ejemplo de mi infancia: un juguete plástico de baja calidad, de la marca –justamente- Baltasar. Recuerda?).
Pero fíjese estimado lector que ese sello de la niñez sigue indeleble durante nuestra vida madura, porque no sólo es el final del año sino también el inicio de un mes de poca actividad y de cambios de hábitos: Por ejemplo: la familia se va de vacaciones y el hombre de la casa se queda trabajando en la ciudad, y sólo viaja los fines de semana. Ese ser humano, durante los días de ausencia de su grupo familiar -pueden asegurarlo varios- es inmensamente feliz. Y no feliz porque practique acciones impúdicas contrarias a sus deberes de marido fiel. No necesariamente. Ese hombre es feliz porque esta solo por un tiempo, libre, en paz, porque usa todo el ancho de la cama para dormir, porque hace sus necesidades primarias con la puerta del baño abierta, porque no siente culpa de tener el poder absoluto del control remoto de la tele, porque ll ega a la hora que quiere sin avisar, porque sale con sus amigos y nadie le recrimina el aliento a alcohol cuando llega tarde, porque va a la heladera a comer lo que tenga ganas a la hora que tiene ganas, porque… en fin… porque el ser humano necesita recuperarse a sí mismo y esa es un forma de descanso para muchos prisioneros de este sistema. Aunque ellos mismos lo nieguen leyendo estas líneas.
Pero volvamos a la Navidad, que las campanas ya están sonando y viene un gordini que dice “Jo Jo Jo!!!” volando en trineo tirado por unos renos sin alas que se están por llevar puesto un árbol lleno de nieve y bolas. Bueno, resulta que ese árbol fue, de alguna manera, reconocido por un misionero inglés en Alemania, en el siglo VII, comprendiendo que era imposible arrancar de raíz la tradición pagana del Árbol –simplifiquemos- como símbolo mítico del encuentro del hombre con la divinidad y de la divinidad con el hombre (el árbol como puente entre el cielo y la tierra).
Entonces se adoptó esa tradición de adorar a la planta dándole un sentido cristiano, haciendo que el árbol adornado fuera también un símbolo del nacimiento de Cristo. Pero fue todo al revés: con los años, en lugar de que ellos adoptaran la imagen de Cristo, nosotros –por decir la cultura cristiana- adoptamos al árbol.
¡¡¡Somos joda los latinos!!!
Compramos hasta lo que no nos quieren vender, y encima trucho.
Iván Gándara y Matías Longoni
bichosdecampo@agroparlamento.com
De todos modos, por ser este un escrito navideño, nos regalaremos la licencia de irnos por las ramas todo lo que se nos dé la gana. Hablando de ramas, haremos mención al arbolito de Navidad, símbolo pagano que tiene más presencia que el Pesebre.
La conquista llega lejos y muchos argentinos están convencidos de que la Navidad en el otro hemisferio es mejor que en este porque ellos, los del Norte, tienen la nieve y los trineos y los renos y Santa Claus y las pelotas (del árbol). Pero no señores, la navidad en este lugar del planeta es mejor. (Abro paréntesis: el Sur no por ser el Sur debe someterse a estar abajo como nos tienen domesticados en los mapas, pues el Universo todavía no tiene ni techo ni piso, gracias a Dios. Digresión: Es muy importante nuestra concepción de Sur y Norte y su correlación con arriba y abajo y su correlación con superioridad e inferioridad. Haga la prueba, amigo/a: sugiérale a su hijo en edad escolar que cuando deba nombrar por escrito las capitales o países en el mapa, lo haga con el papel dado vuelta y lo presente así al docente - ej: Ushuaia arriba y Purmamarca abajo porque el mapa está al rev&eacu te;s - , y verá que si el maestro es de los de antes, lo felicitará mucho poniéndole un portentoso 1 (uno). Pero su hijo será más libre. Cierro.)
Volvamos a la religiosidad y a los festejos navideños. En el Norte del mundo, por estas épocas del año la pasan peor de lo que nosotros la pasamos soportando el calor en estas pampas. Primero porque tienen más noche que día, y eso no está bueno; para mí, por lo menos, no está bueno. Segundo, porque el frió es menos feliz que el calor: las conductas humanas son más retraídas y las mujeres se cubren en vez de descubrirse, y eso tampoco está bueno. Tercero, porque ellos, los del Norte, no tienen, como tenemos nosotros, ese paquete festivo que nos viene grabado desde la infancia. A saber: terminan las clases y somos más felices y en el campo salimos temprano a caballo y comemos duraznos, damascos, ciruelas y otras frutas maduras y jugosas que sacamos de los árboles, y eso está entre las cosas má s lindas de la vida. Viene Navidad y sus preparativos (Dios, qué seca es la carne de pavo. En realidad no hay ningún componente de las comidas navideñas que sea un manjar, de lo contrario se comerían esos alimentos en otras épocas del año, sin embargo obsérvese que nada de eso se ingiere pasada esa fecha; los turrones, sobre todo). Algunos reciben regalos (cada vez más menudos, los regalos), se vienen las vacaciones (cada vez más cortas, las vacaciones), Año nuevo, fiesta que se pasa con los que están, que Viene Reyes (obsequio de plebeyo que no alcanza más que para evitar la queja del infante. Ejemplo de mi infancia: un juguete plástico de baja calidad, de la marca –justamente- Baltasar. Recuerda?).
Pero fíjese estimado lector que ese sello de la niñez sigue indeleble durante nuestra vida madura, porque no sólo es el final del año sino también el inicio de un mes de poca actividad y de cambios de hábitos: Por ejemplo: la familia se va de vacaciones y el hombre de la casa se queda trabajando en la ciudad, y sólo viaja los fines de semana. Ese ser humano, durante los días de ausencia de su grupo familiar -pueden asegurarlo varios- es inmensamente feliz. Y no feliz porque practique acciones impúdicas contrarias a sus deberes de marido fiel. No necesariamente. Ese hombre es feliz porque esta solo por un tiempo, libre, en paz, porque usa todo el ancho de la cama para dormir, porque hace sus necesidades primarias con la puerta del baño abierta, porque no siente culpa de tener el poder absoluto del control remoto de la tele, porque ll ega a la hora que quiere sin avisar, porque sale con sus amigos y nadie le recrimina el aliento a alcohol cuando llega tarde, porque va a la heladera a comer lo que tenga ganas a la hora que tiene ganas, porque… en fin… porque el ser humano necesita recuperarse a sí mismo y esa es un forma de descanso para muchos prisioneros de este sistema. Aunque ellos mismos lo nieguen leyendo estas líneas.
Pero volvamos a la Navidad, que las campanas ya están sonando y viene un gordini que dice “Jo Jo Jo!!!” volando en trineo tirado por unos renos sin alas que se están por llevar puesto un árbol lleno de nieve y bolas. Bueno, resulta que ese árbol fue, de alguna manera, reconocido por un misionero inglés en Alemania, en el siglo VII, comprendiendo que era imposible arrancar de raíz la tradición pagana del Árbol –simplifiquemos- como símbolo mítico del encuentro del hombre con la divinidad y de la divinidad con el hombre (el árbol como puente entre el cielo y la tierra).
Entonces se adoptó esa tradición de adorar a la planta dándole un sentido cristiano, haciendo que el árbol adornado fuera también un símbolo del nacimiento de Cristo. Pero fue todo al revés: con los años, en lugar de que ellos adoptaran la imagen de Cristo, nosotros –por decir la cultura cristiana- adoptamos al árbol.
¡¡¡Somos joda los latinos!!!
Compramos hasta lo que no nos quieren vender, y encima trucho.
Iván Gándara y Matías Longoni
bichosdecampo@agroparlamento.com
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