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Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 7 de septiembre de 2009

La improvisación de Cristina...

El discurso de los Kirchner, con centro en los desaparecidos, se reveló como puramente instrumental. Olvidos de quienes hacen culto de la memoria.

Por Susana Viau / Crítica Digital

Durante la última visita a la Casa del Teatro, Cristina Fernández dijo que a Regina Pacini no la criticaban tanto como a ella porque la fundadora de la institución era la esposa de Carlos María de Alvear.

Dio a entender así que el apellido Alvear tiene la magia del dinero y el perfume de las clases altas... en cambio, para ella, una mujer nacida en la baja clase media platense, no hay piedad.

Olvidaba que la cantante lírica Regina Pacini estaba casada con un Alvear, sí, con "Marcelo Torcuato de Alvear", presidente de la República y nieto de Carlos María, cuya mujer era la española María del Carmen Sáenz de Quintanilla.

El salto de un siglo reflejó los riesgos que corre la Presidenta, puesta desde un inicio a improvisar, al menos una vez al día, rituales oratorios signados por el vacío.
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Ningún esfuerzo pudo corregir esa falla original. Habrá que agradecer al 28 de junio de Néstor Kirchner el haberlos llenado de sentido.

La herida de la derrota electoral desnudó el contenido del equipaje con el cual el matrimonio patagónico llegó a la cima de la responsabilidad pública: "Un proyecto individual en el que el poder es a la vez un arma y un bien personal"
La temática genérica del discurso K, con los desaparecidos como centro, símbolo y síntesis de un sistema de valores, reveló después de los comicios su carácter puramente instrumental.

La primera señal de que la desesperación había comenzado a rasgar los velos ideológicos que envolvían el discurso oficial, la dio la propia PresidentA al informar las razones que condujeron a que el Estado se asociara con la AFA para la transmisión de los partidos: los goles habían sido secuestrados por el Grupo Clarín; desaparecían cada domingo igual que habían desaparecido miles de hombres, mujeres y niños.

La ofensiva contra una porción de los medios tuvo, como beneficio secundario, la virtud de mostrar cuál era la perspectiva que se tenía desde El Calafate de ese oscuro capítulo de la historia argentina sobre el que – con astucia, todo hay que decirlo – el kirchnerismo edificó el corpus de su propaganda.
Sentada entre Julio Grondona y el técnico de la Selección, de frente a las representantes de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, a Cristina Fernández sólo le faltó anunciar la creación de una CONADEP del fútbol nacional.

Una semana después, al presentar el proyecto de ley de radiodifusión, segunda etapa de la ofensiva contra Clarín, la señora de Kirchner dijo hacerlo “en nombre de” los periodistas desaparecidos.
Se erigió en su vocera, se auto designó su apoderada, se apropió sin rubores de un pensamiento de imposible actualización. Es más, aunque la Presidenta lo ignore, en el listado al que aludió figuran nombres de empresarios periodísticos y directivos de medios que se horrorizarían de haber sido invocados con estos fines.
Hombres de derecha, en efecto, pero periodistas sin dudas.

El mandato “en nombre” del cual los Kirchner anticipan elecciones, espían adversarios, estigmatizan opositores, señalan blancos y aumentan geométricamente su fortuna, siempre se vincula con fines superiores: "Los desaparecidos, los pobres, los humillados de la tierra, el pueblo llano"
Es un recurso audaz, otros lo hicieron utilizando el lenguaje del socialismo.

Un inglés muy inteligente – todos los ingleses lo parecen, tal vez porque son sobrios en sus expresiones – sostenía que cuando un individuo comete un acto difícil de explicar, siempre dice que lo hace porque es su deber.

El último episodio del reality tuvo por escenario la reunión de la UNASUR, donde es probable que alguno de los asistentes haya tenido que preguntarles a sus asesores qué había querido decir la anfitriona al asegurar que el documento final “sale con fritas”.
Lo que vino a continuación no precisó aclaraciones.
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En una brutal versión de absolutismo criollo, la jefa de Estado manifestó: “Yo no tengo fronteras con Colombia”

La PresidentA hace un culto de la memoria pero olvida con frecuencia.
El martes, en la Casa del Teatro, prefirió olvidar que Regina Pacini pagó sus lujos primero con su arte y luego con la fortuna de un marido rico que al morir no le dejó más que deudas porque la política se había llevado todo.
La cantatrice vivió hasta una edad avanzada, asistida por la generosidad de sus sobrinos, destino que para los Kirchner quizá no sea sino el fruto de la imprevisión.

El 28 de agosto, en Bariloche, Cristina Fernández había perdido de vista un dato aún más importante, para su investidura y para el bien común: que ella no es Luis XIV ni Carlos Zannini es el obispo Bossuet.

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