"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

sábado, 3 de octubre de 2009

Frío Mortal - Capítulo 9 (Se acerca el final)

FRÍO MORTAL

CAPÍTULO 9

Tal como era su costumbre el inspector se levantó temprano, su profesión lo hacía extremadamente silencioso, de modo que sin despertar a Enrique salió de la casa y rumbeó hacia el encuentro con su amigo Eduardo, lógicamente llegó antes que él de manera que pidió un café con unas tostadas y parsimoniosamente comenzó a desayunar, estaba terminando cuando un uniformado le tocó el hombro.

-¡Desvarías totalmente! Con ese uniforme estás más llamativo que una bengala a media noche, ¿de esa manera vas ha cubrirme? El hombre no es tonto y en cuanto te vea se irá sin hacer contacto.

-¡Error amigo mío! Y parte de que eres un provinciano, porque allí los policías son escasos, pero en esta metrópoli llama más la atención un civil rondando que un agente haciendo infracciones. Y allí estaré haciendo una contravención a un compañero trajeado de modo que seremos dos para cubrirte.

Sólo faltaban cinco minutos para el encuentro cuando Javier se apostó en una de las esquinas indicadas, el paso peatonal era incesante y pese a que intentaba identificarlo no lo lograba, mientras que por el rabillo del ojo veía a su amigo en aparente discusión con otra persona, entonces volvió a mirar su reloj que indicaba que habían pasado diez minutos de la hora fijada, y como pensó que ya no vendría intentó girar cuando…

-¡No se mueva! El hombre que parece leer el diario frente a usted le está apuntando, de manera que retire su arma de la sobaquera con los dedos y pásemela lentamente.

La sorpresa inmovilizó al inspector ya que pese a los recaudos tomados la situación era ridícula, estaban ante decenas de personas que transitaban permanentemente y no podía creer que ante cualquier movimiento suyo pudieran asesinarlo impunemente. Pero su amigo sabía lo que hacía, porque en ese momento el supuesto chofer infraccionado le hablaba al del diario quién lo bajó lentamente, y también en ese preciso instante la voz de Eduardo le indicaba a Ricardo Paredes que se quedara quieto.

Entonces Javier giró lentamente diciéndole al asombrado personaje:

-¡Parece que se revirtió la situación! Y deberá dar muchas explicaciones para no terminar en un calabozo.

-¿A quién se cree que está amenazando? Estúpido poli… –y no pudo terminar la frase porque un golpe aplicado por mi amigo al riñón le quitó el aliento mientras le decía:

-¡No sea grosero hombre! El inspector Klein solo pretende conversar con usted, y de esta manera se hace difícil.

Durante unos segundos los tres permanecieron en silencio, cada uno esperando la reacción del otro, hasta que finalmente Paredes con una forzada sonrisa invitó:

-¡Klein! Retire del bolsillo de mi saco la billetera y vea la identificación que hay en ella.

Javier con curiosidad eso hizo y cuando vio el contenido emitió un silbido de resignación, e instantes después le dijo a su amigo:

-¡Parece que metimos la pata Eduardo! El hombre es un oficial del S.I.D.E. (Servicio de Informaciones del Estado)

-Bueno… pero eso no le da derecho a amenazar de muerte a un policía, –replicó dudando.

-Vayamos por partes, –aclaró Paredes agregando; Klein no pertenece a la fuerza ya que fue pasado a retiro por sospechas de corrupción y además no lo conozco personalmente ni sé cómo obtuvo el número de mí teléfono celular, cómo tampoco conocía sus intenciones, de modo que mis precauciones son totalmente justificadas. ¡Está claro!

-Visto desde ese ángulo tiene razón, pero mí amigo fue falsamente acusado y lo sé porque lo conozco de años, pero… ante los hechos es indudable que no podrá contar con su ayuda, de modo que propongo que desandemos y aquí no pasó nada.

El hombre del servicio de inteligencia quedó reflexionando por unos instantes mientras los policías esperaban su decisión, e instantes después resolvió:

-Para no dar por perdida la mañana propongo que tomemos un café en la confitería más cercana y me explican porqué querían verme.

-¡Me parece excelente! Pero como quien deseaba hablarle es el inspector Klein, sugiero que tanto su subordinado como nosotros nos marchemos. –Indicó Eduardo.

Sin dudarlo Ricardo Paredes se acercó al del diario y luego regresó junto a Javier quien terminaba despedirse de su amigo. Entonces ambos emprendieron el camino hacia el lugar dónde tomarían un presunto desayuno de trabajo.

Una vez en el lugar y luego de requerir las bebidas, inició la conversación el tal Paredes, y lo de tal lo pensó Javier porque con esta gente jamás se sabe su verdadera identidad.

-Supongo que el comisario le habrá dado mis datos personales para ubicarme, ¿verdad?

-¡Se equivoca! Los tomé de una tarjeta suya que dejó sobre el escritorio de él.

-¡Caramba! Debo estar haciéndome viejo para cometer semejante error, pero vayamos al grano, ¿qué ayuda pretende?

- Verá, cuando lo llamé no conocía su posición, pero no dudaba que tenía un cierto poder para subordinar a un comisario de la manera que lo hizo y en mi presencia, por eso en este momento reflexiono que… o usted es un ególatra que usa su cargo para humillar a las personas, o está cansado de la ineficiencia policial y actúa en pos de la justicia.

Él no se inmutó por mi razonada exposición y sin afirmar ni negar sonriendo comentó:

-Cada vez me resulta más simpático Klein, así que desembuche:

-Todo comenzó con…


En tanto acostumbrado a la temprana ausencia de Javier desayuné lentamente para dejar pasar el tiempo y luego me dirigí a la fiscalía.

Apenas llegué me encontré con Alba y Román en mi oficina de gran cháchara.

-¿Qué es este jolgorio? Pregunté sonriendo.

-Te esperábamos porque tenemos una reunión con el procurador en media hora y creemos que es una buena noticia.

-¿No sé por qué?

-Se comenta en los corrillos que nuestro jefe se retira de esta fiscalía, de modo que naturalmente usted ocuparía su lugar. –Manifestó de buen humor Román.

-No entiendo de qué se alegra, ya que usted lo asistió anteriormente, –comenté como al descuido.

-Justamente por eso estoy feliz, ya que siempre fue difícil trabajar con un pedante insoportable.


Y con ese ánimo media hora más tarde nos reunimos en la oficina del manda más, y éste comenzó su disertación diciendo:

-Como el doctor Campos fue nominado para un cargo en el exterior del país, quería comunicarles que quien lo reemplazará en sus funciones será… el doctor Roberto Norman quien en unos días asumirá el puesto. –Y a continuación agregó:

-Espero que lo asistan con la misma eficiencia que hasta ahora.

¡Pueden retirarse! –Terminó.

Mientras lo hacíamos, no pude menos que esbozar una ligera sonrisa por la cara de circunstancia que tenían mis compañeros de trabajo, hasta que Alba no aguanto más y lanzó:

-¡El desgraciado se nos escapa! Y ahora sí que estamos fregados con la investigación.

El gesto de asombro en la cara de Román fue tan evidente que hizo que ella se diera cuenta que cometió un grave desliz, mientras que yo intenté parecer distraído, pero él no lo permitió preguntando:

-¿Están investigando a Campos?

-En realidad no a él precisamente, es un conjunto de situaciones jurídicas en dónde tenemos la impresión que el fiscal intervino frenando el accionar judicial, quizá sea una falsa apreciación y haya un justificativo legal que desconocemos. –respondí evadiendo en lo posible una respuesta directa, pero Román no cejaba y volvió a la carga preguntando:

-¿Y no creen que se mueve por intereses ajenos a los legales?

-¿Cómo cuáles? –Indague interesado en su percepción.

-Diría que fundamentalmente económicos, pero no descarto el costado político.

Alba quién al principio se mostró abochornada por su exceso verbal, interesada cambió su postura inquiriendo:

-¿Por qué piensa que es corrupto? –Lo dijo de una manera tan directa que solo daba lugar a una definición. A tal punto que Román durante unos instantes evaluó el riesgo que estaba asumiendo, pero finalmente se decidió:

-¡Porque hace unos años recibimos una denuncia fundamentada! Y que Campos ordenó archivar considerando que era improcedente y disparatada.

-Vea, hace varios meses que estoy revisando las causas desestimadas y jamás encontré la que menciona. –Protestó Alba pensando que se le pasó por alto.

-¡Es imposible que la encuentre porque ya no está! Y me refiero al contenido original, ya que seguramente habrá visto una carpeta con el epígrafe y una nota en el interior diciendo desestimado, porque resulta que cuando le llevé la denuncia al fiscal, él se la quedó diciendo que la estudiaría para analizar el grado de veracidad, pero al día siguiente se presentó otro caso de menor importancia y luego de analizarlo con él me devolvió la denuncia anterior para que la archive porque era fantasiosa, en camino al archivo tuve la ocurrencia de abrirla, entonces vi que reemplazó el interior por la nota que acabo de comentar.

-Por lo que escucho el hombre está protegiendo a alguien, lástima que difícilmente sepamos a quién, y ahora que se va al exterior la pista está en camino de borrarse totalmente. –Comenté resignado.

-¡Quizá no todo este perdido! Exclamó Román agregando; -espero que lo que les diga no me cueste el puesto, pero ya avancé demasiado para retroceder. Fotocopié todo ese archivo antes de dárselo a mí jefe.

-¿Cómo se le ocurrió hacerlo? –Preguntamos ambos mientras nos invadía una sensación de seguridad que estábamos resignando.

-Vean… tengo un amigo bastante ingenuo que descree que muchas campañas eleccionarias están arregladas de antemano para asegurar el triunfo del candidato, porque dice que en definitiva el pueblo es quien elige, lo que no sabe que con mucho dinero se pueden comprar las voluntades de los que menos tienen, y que son la mayoría. Entonces decidí mostrarle la prueba y fue por eso que copié ese archivo. –Finalizó compungido.

-¡No se preocupe! Porque de todos modos el delito lo cometió el fiscal al desestimar la denuncia, pero jamás se le ocurra volver a hacerlo porque la sanción que le correspondería es de una gravedad extrema. Y ahora queremos ver esa copia, –agregó Alba.

-La tengo en mi casa y mañana puedo traerla.

-Les diré que pese a que el jefe máximo no lo mencionó, se supone que hasta que no llegue el reemplazo del fiscal saliente soy el sustito obligado, de modo Román que oficialmente fue a la Federal para averiguar el paradero del inspector Javier Klein, cuando en realidad irá a su casa y nos trae la copia.

-¿Quién es ese tal Klein? Indagó sorprendido nuestro compañero antes de retirarse.

- Es uno de los tantos expedientes archivados, pero realmente no tiene importancia alguna.

Mientras Román cumplía con su cometido, ambos acordamos que pese a algunos inconvenientes no solamente avanzamos con la investigación sino que teníamos un nuevo aliado, pero Alba aún se mantenía ofuscada por la reunión y tratando de quitarse la decepción comentó:

-No entiendo el nombramiento del tal Norman en reemplazo de Campos cuando la alternativa natural sería ponerte en funciones en su lugar, y no quisiera creer que…

-¡No lo digas mujer! Lo más probable que sea un nombramiento impuesto políticamente, y contra eso no se puede luchar.

Faltaban solo unos pocos minutos para que finalice nuestra jornada laboral cuando regresó Román con las copias…

Continuará... André Materón

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