"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 15 de noviembre de 2009

La política, Paco y el PAMI

Por Francisco G. Manrique

Muchos años después, cuando yo era candidato a la Presidencia de la Nación por la Alianza Popular Federalista, conocí a un hombre pintoresco, don Gerónimo Vinti, de Santa Fe.

Era un viejo político de los de antes.
De esos que ganan una elección interna por las buenas o por las malas.
Yo no lo hice así, sino que lo heredé.

La verdad es que fue un hombre muy leal conmigo, dotado de una mentalidad lógica innata que le hacía lanzar verdades como hondazos.
Fue él quien libró la batalla interna de la Unión Popular contra las pretensiones de Tecera del Franco, acunado por Lanusse, para que esa estructura, que necesitaba porque así era la Ley Electoral, me diera la posibilidad legal de juntar votos en todas las provincias.

En realidad, la Unión Popular era nada más que un sello, pero con la bendición de la ley.
Y era preciso dar cauce a los posibles votantes que habría en todo el país.
Claro está que estos entretelones bien merecen otro relato por separado.

La memoria de Vinti, que falleciera durante la campaña en un accidente automovilístico, está ligada a aquellos primeros sabores políticos que tuve en mis quietos e inolvidables días de provincia.

Estaba yo muy apesadumbrado por los condimentos de esos preparativos. Y no podía dar marcha atrás.
Había que constituir una fuerza luchando contra todo.
Al mismo tiempo teníamos que dedicar mucho tiempo para aplastar bichitos que acudían, como "irremplazables", para puestos que, seguramente, habrían de ganar cargos, aún en la peor elección.
Y esa lucha humana era espantosa.
Excepto Rafael Martínez Raymonda, que me acompañó en la fórmula, no intervine yo directamente en ninguna otra candidatura.

Entró Vinti a mi escritorio:
- ¿Qué te pasa, Paco? ¡No vas a aflojar ahora!
- Mira. Estoy asqueado. El gobierno me hace de todo.
Lanusse me insulta en cuanta oportunidad se le presenta.
Mueven las leyes para crearme trabas todos los días.
Y, entre nosotros, se comen los hígados por lograr ubicaciones en las listas.
Estoy rodeado de mentirosos que avanzan mientras los limpios van cediendo paso.
¡Esto es un asco...!

- Vos no sabes nada de política - me dijo poniéndome una mano sobre el hombro
- En política, es cuestión de pisar estiércol todos los días, a cada rato. Pisás, pisás, y seguís pisando. Y luego volvés a pisar. ¿Sabés hasta cuándo?
- ¿...?
- ...Hasta que el estiércol se vaya secando.
Y cuando se seque podrás cortarlo como ladrillos y cocinarlos, para después, recién después, hacer las catedrales con las que soñás.
¡Peleá!

Aquel viejo caudillo de Santa Fe no estaba equivocado, según las tradiciones de la política criolla.

Comprendo que hay mucho de verdad o de realismo en lo que me dijo.
Pero... ¿hay derecho a ello? ¿Es lógico que así sea?

A todo esto, si se trata de pisar estiércol, hay que tratar de no ensuciarse con él, ni de acostumbrarse al olor...
Muchos hay que pisando estiércol se aficionaron a su cercanía.
Y se les hizo necesidad.
Y así le ha ido al país...

Otro día yo me lamentaba de la defección de alguien.
< Y otro de que fulano no había cumplido su palabra.
< Y otro porque el que me prometiera tal cosa luego había hecho todo lo contrario.
< Y cuando quien era mi enemigo abierto, esgrimiendo contra de mí argumentos hasta ofensivos, de golpe se me ponía enfrente y, muy suelto de cuerpo me salía con "aquí vengo a trabajar por usted" como si nada hubiese pasado.
< Y otro...

En fin, el reino de la relatividad...
¡Cuesta entenderlo!
Pero así es la colmena humana.
Lo ideal es que se diga una cosa, se dé una palabra, y la resultante corresponda a lo dicho, o pactado, o convenido, o acordado.
Sin embargo puede ocurrir que todo se produzca al revés...

Ruth Fernández de Monjardín de Masci es hija de un gran político. Inconcluso, porque pudo ser más.
Tenía méritos, calidades e inteligencias para ello.
Luchó mucho, como para varios libros, en el cacumen mismo de la política.
Y nos hizo el favor de comentar entre sus más amigos y, particularmente, en su grupo familiar, muchas de sus experiencias.

A Ruth la conocí un día, cuando siendo Ministro de Bienestar Social, vino acompañando o guiando a un grupo de inquietos educadores que querían llevar adelante el sueño de la Universidad de Luján.
Y mientras ellos me hablaban, tratando de contagiarme con su proyecto, pensaba yo que esa señora era, justo, la persona adecuada para dar un paso en la política social en la que estaba empeñado, creando la Secretaría de Estado del Menor y la Familia.

Entiéndase bien que escuchaba lo que se me decía. Y atentamente.
Pero siempre he podido pensar varias cosas al mismo tiempo.

Aquella Secretaría nació y Ruth Monjardín tuvo la ingrata tarea de organizarla, cosa que da muchos más dolores de cabeza que brillo.

Cuando la campaña electoral, Ruth se incorporó al trabajo sin aceptar cargo alguno, pese a que yo creía que podía haber sido un gran candidato a gobernador de la Provincia de Buenos Aires.
De todas maneras, su aporte, y su oculta intención, era acercarnos toda esa experiencia, que había conocido desde adentro, de la marcha de los hechos.
Éramos un día un grupito que estábamos frente a una de las tantas cuestiones a resolver.
Y ella, que estaba en silencio, lo rompió:

- ¡Pero, Manrique...! ¡En política, siempre hay segunda...!

La miramos todos. Y tuvo que explicarnos:
- Quiero decir que no solamente es lo que se ve, lo que se decide, lo que se combina, sino que la inclusión del factor humano deja siempre la posibilidad de que el resultado no sea el previsto, apareciendo una nueva situación que hay que volver a encarar...
Nada es terminante y hay que pensar que serán necesarios retoques, correcciones o rectificaciones... A eso es a lo que me he referido cuando digo que siempre hay segunda...

Vinti, enterrado en Rosario, me dio la explicación del estiércol que hay que pisar; Ruth Monjardín, a la ejecución política, a la acción política, prefirió darle un tono más alto, condenando la tendencia a confundir el hacer político con la ciencia exacta.

Y yo... ¿qué pienso?

Desde Lencinas hasta Videla, pasando por los mil personajes y hechos que han jalonado este mosaico de política que hay en mi cabeza, sin negar los elementos de todo tipo, buenos y malos, que fueron consumando mi formación, opino que la "política", con "p" minúscula, nos guste o no, es el arte de los "en tanto y en cuanto".

Esto es una realidad tangible, sin ser lo ideal.
He visto amigos de toda la vida y traiciones entre ellos.
He visto enemigos irreconciliables tendiéndose la mano.

Lo asqueroso del sistema es cuando esos cambios de conducta obedecen a objetivos mezquinos o son productos de la hipocresía o de la más baja especulación.
El único "en tanto y en cuanto" que admito es el que deriva de la necesidad de variar de modo de acción ante la necesidad del cumplimiento leal del objetivo propuesto, el objetivo grande, el que obedece a la "Política", con "P" mayúscula.

Y esa Política se ubica en el marco de lo moral, lo ético, lo digno, lo visible y lo posible, escalón detectable con el telescopio de la imaginación en un paso del infinito camino de elevación del ser humano.
Y esa Política no admite, definida inteligentemente, que las argucias de la acción la tergiversen o la deformen.

La política con "p" minúscula, la de los modos de acción, es otra cosa, pero cuando abundan las "segundas" o los "estiércol" lo que surge avasallante es la decadencia, que todo destruye, actores o espectadores...

Cuando estaba en sexto grado, allá en Mendoza, revuelta ya mi cabeza por todo lo que estaba viendo a mi alrededor, fundé un periódico: "Ecos Diarios".

Salía cuando podía. Lo escribía a máquina en tres copias.
Hacía desde los editoriales hasta las historietas.
Un día critiqué al gobierno y el Hermano Director me dijo que no me metiera en política.
Y en el número siguiente critiqué al Director, y me lo clausuraron definitivamente...

Cuando exploté después de ser Jefe de la Casa Militar y siendo Director del Liceo Naval, contra los malos políticos, después de mil alternativas, declaraciones, amagos de duelos y etcétera, tuve que pedir mi retiro y fundé "Correo de la Tarde", que se fundió y me fundió.

Cuando fui Ministro y dejé de serlo porque no entendía lo que se armaba alrededor mío, y cuando tuve aquel "mano a mano" con Lanusse, me "autoproclamé" candidato a la Presidencia de la Nación.
Y casi dos millones de votos aparecieron, venciendo,los votantes y yo, todas las trampas y obstrucciones imaginables...

Cuando llegó Cámpora y luego llegó Perón al poder, revalidé lo que pensaba, señalando que ya estábamos viviendo en los peligros que había pronosticado.
Cuando se derritió el gobierno de Isabel, como manteca al sol, le hablé de frente a estas autoridades para advertirles del mar proceloso que les tocaba navegar y reclamando ir al fondo de la cuestión.

Debo ser un mal político, pero sí creo que tengo una "Política".

Una vez dije a un grupo de amigos:
Yo debo tender a ir al frente, siempre. Esa es mi obligación con ustedes.
Pero... ¿Quieren que les diga lo que siento?
Jamás lograré el poder que desearía.
A lo mejor a Uds. les ha de tocar en el futuro.
Para consolarme en mi tremenda soberbia, me digo que quizás fue más importante la institutriz de Napoleón que Napoleón mismo...

De todas maneras, reclamo para mí un epitafio: "Tuvo razón pero jamás se la dieron"
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Un hombre de temple

Francisco "Paco" Manrique (1919 - 1988) creador del PAMI en 1971, se constituyó en el Santo Patrono de los jubilados y pensionados que recuerdan su paso por el Ministerio de Bienestar Social.

Favoreció a la clase pasiva con numerosos beneficios reales en los descuentos para medicamentos, muchos de los cuales eran gratuitos, y en otros servicios de prestaciones para la salud y el bienestar.

Militar del arma de marina, hombre de probada honestidad, político de raza, ferviente defensor de la democracia, y obsecuente luchador contra toda clase de personalismos, dejó un legado importante para las generaciones futuras de dirigentes políticos, pero fundamentalmente para la ciudadanía toda.

Su paso por la gestión pública dejó su impronta, su trabajo tesonero al frente del Ministerio de Bienestar Social, y en la Secretaría de Turismo.
Son hasta el día de hoy, el sello mágico del hacedor de hechos palpables para la comunidad y no, como es costumbre en los tiempos que vivimos, de los vendedores de ilusiones de difícil concreción.

Roberto Neira

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