"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

viernes, 18 de diciembre de 2009

El Ágora...

LA VERDADERA HISTORIA DESTITUYENTE

La palabreja no está en el diccionario, pero el matrimonio presidencial la ha instalado como sinónimo de golpista.
Iniciamos esta nueva serie de artículos de opinión con algunas observaciones que parecería están ocultas al gran público respecto del funcionamiento constitucional.

Destituir al gobierno constitucionalmente elegido.
Obligarlo a renunciar.
Hacer que abandone el poder.
Esto sería en esencia lo que el oficialismo y sus adláteres califican de destituyente

Estamos en presencia de un gobierno integrado por personajes maniqueos, estereotipados, esquemáticos.
Para ellos las cosas de la vida y de la política en general no tienen matices: son blancas o son negras.
Y cualquiera de nosotros es partícipe de sus ideas o es enemigo declarado.
Lo que equivale a decir que es golpista o destituyente.

Si nos detenemos a analizar esta tesitura, podremos comprender algunas cosas, aunque más no sea para salir un poco de la retahíla a la que nos tiene acostumbrados el Matrimonio y su séquito.

Cuando los hechos de 2001 fue vox pópuli el famoso que se vayan todos.
Salvo contadas excepciones lo que la gente pedía era eso, que se fueran todos.
A tal punto que el ex presidente Duhalde habilitó un libro para que se anotaran en él los que se irían para no volver.
El único que se anotó, si no falla nuestra memoria, fue Scioli. "Un dato no menor"

El pedido de que se vayan, a los gritos y con cacerolazos, no era más que una movida destituyente, ¿no?
Al menos debería serlo a los ojos de los esquemáticos esposos Kirchner y de sus agresivos y genuflexos adláteres
¿Es así o no?

La Nación argentina ha adoptado para su gobierno la forma representativa, republicana y federal.
El pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes y tres poderes integran la república, todo ello coronado por la autonomía de las provincias.

Dejando de lado qué se cumple y qué no de los preceptos de nuestra carta fundacional,
es obvio que la renuncia o el juicio político al presidente o a su vice está perfectamente cubierta aún en la Constitución reformada de 1994, en la que se dispone que la Legislatura habrá de elegir al sucesor presidencial para que complete el mandato.

Desde la votación "NO positiva" a la famosa resolución 125, los esquemáticos y fariseos partícipes del oficialismo se cansaron de pedir la renuncia del vicepresidente Cobos.

La salida de Cobos por la presión política de los hasta entonces amigos oficialistas no es otra cosa que una actitud destituyente, si miramos el pedido con los mismos ojos con los que se mira a Hugo Biolcati cuando pide la cabeza de Scioli, por ejemplo.

¿La salida de Cobos diferiría sustancialmente de la salida de Carlos Álvarez como vice de De la Rúa?
Si Álvarez no hubiera renunciado antes, la renuncia posterior del presidente lo habría dejado a él como sucesor y la crisis política e institucional no se habría producido...

¿Qué ocurriría si Cobos hace caso a los aprietes de los fariseos y renuncia?

Nada fundamental en principio, a menos que la presidenta se enferme, deba abandonar el cargo por la razón que fuere o sufra un percance mortal.
No queremos ser pájaros de mal agüero pero la vida es así.

Pues bien, ¿qué ocurriría?
Que un amigo del gobierno ocuparía el cargo de presidente elegido por la legislatura si ésta tiene mayoría oficialista.

Ahora bien, ¿Cobos como vicepresidente tiene el voto de desempate en el Senado de la Nación o no?
Y si lo tiene, ¿por qué es que lo tiene?
Respuesta: Porque si ante un empate el voto del vicepresidente solamente puede ser favorable al oficialismo no tiene sentido que lo tenga.
En caso de empate, gana la banca ¿o no?

Y no. No es así.

De manera que pretender que el vice debe votar siguiendo los deseos del presidente es un rasgo autoritario carente de legitimidad.
El vice debe votar según su leal saber y entender.
Y ya que de leal saber y entender hablamos sería interesante conocer la opinión oficial acerca del vuelco de Colombi en Corrientes, aún antes de asumir.
O de la gobernadora de Tierra del Fuego.
O de tantos legisladores que dieron una voltereta en el aire en oportunidad de votaciones cruciales, como por ejemplo en oportunidad de la presentación de la antidemocrática ley de medios audiovisuales

Entonces, siguiendo la maniquea línea oficial tenemos que se es destituyente si se pretende que renuncie la primera magistrada, pero se es ¿patriota? si lo que se pide es que renuncie su vice.
Se es leal al gobierno cuando la borocotización es a favor de éste, y se es destituyente cuando implica el pase al otro bando.

La realidad es que el sistema está preparado para que los presidentes y los vice puedan renunciar o lo que fuera. La acefalía está prevista en la Constitución misma.

¿Es imprescindible tolerar hasta el final de su mandato a un presidente, un gobernador o un intendente ineptos porque el pueblo los ha elegido?

Ha habido muchos casos de renuncias e incluso de destituciones de intendentes y de gobernadores, con intervención nacional y todo...
¿Tales actos han sido golpistas y por consiguiente destituyentes?

Consideramos que en la Argentina va siendo hora de que unos cuantos puedan reconsiderar sus dichos y aclarar el panorama al grueso de la ciudadanía.

Nadie es golpista o destituyente o lo que se quiera porque está en desacuerdo y desea que el presidente abandone su cargo.
No lo es en Europa, no lo es en EEUU, no lo es aquí.

Incluso puede ser censurado el Jefe de Gabinete según la Constitución de 1994, al estilo europeo.
Y esto significa que la cámara de Diputados puede pedir su destitución.

Un gobierno constitucional está integrado por tres poderes nacionales y también tres poderes provinciales y tres municipales.
La salida de un gobernante o de un presidente no constituye un golpe de Estado a menos que se lo obligara a renunciar por presiones o aprietes demostrados ante el Poder Judicial.

El apriete o la amenaza son delitos de suma gravedad que todos sabemos que en la Argentina se toleran abierta y mansamente cuando provienen de funcionarios sospechados de fascistas actitudes.
Pero sobre este aspecto no parece haber demasiadas críticas.
A lo sumo se toman las cosas como de quien vienen.

Pero si la presidenta renuncia como se dice que estuvo a punto de hacerlo cuando salió en contra la votación por la 125, la verdad es que el sistema democrático y constitucional no tienen por qué peligrar.
Simplemente no están en juego.
Y si lo estuvieran, entonces la Constitución debería prohibir a las máximas autoridades renunciar o abandonar el cargo por ninguna razón.

Muy bien, con el derecho que tenemos todos los habitantes de peticionar ante las autoridades, y respetando las normas constitucionales y por lo tanto la más absoluta legalidad, todos y cada uno de nosotros tenemos el derecho de pedir que un presidente renuncie y que dé paso a otro en su lugar. Y no se es golpista por eso.

Probablemente el ex presidente Néstor Kirchner no quiera aceptarlo ni entenderlo. Como no querrá aceptar ni entender que cuando él dice que si el Congreso tiene mayoría opositora ellos (su facción política) tienen la calle, está adoptando, justamente, una actitud destituyente.

Siempre usando el mismo neologismo, claro está.

HÉCTOR BLAS TRILLO

Buenos Aires, 18 de diciembre de 2009

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