Por Andrea Gentil
El placebo tiene una historia larga, muy larga, tan larga como los primeros estudios sobre el ser humano, sus enfermedades y sus curas. Pero empecemos, justamente, por aquél principio.
El mismo térmico "placebo" proviene del latín, de un vocablo que significa satisfacer) y en los primeros términos se aplicaba a las personas hipocondriacos (aquellas que están convencidas de que siempre tienen alguna enfermedad), como un remedio inofensivo.
Hoy día, los placebos se utilizan por lo general en las pruebas de laboratorio denominadas "a ciegas y por partida doble", en la cuales se testean los efectos de los fármacos nuevos, antes de que los mismos puedan salir al mercado.
Durante las pruebas a ciegas,ni voluntario que recibe el fármaco ni quien administra la droga saben si la dosis administrada contiene el medicamento verdadero o el placebo. Eso sale a la luz recién cuando las pruebas finalizan.
La idea con esto es evitar que el científico pueda dar pistas al paciente sobre si está o no recibiendo un tratamiento real.
A ciertos enfermos se les administra una sustancia inerte para descubrir el beneficio psicológico que puede reportar ingerir una pastilla y compararlo con el efecto biomédico de ese nuevo fármaco.
Los ensayos clínicos a ciegas muestran una mejoría de entre el 25% y el 75% de los enfermos, gracias al efecto placebo. Las enfermedades que en mayor medida se benefician de esta medicina imaginaria son el dolor crónico, la hipertensión, la angina de pecho, la depresión, la úlcera, el asma, la artritis y la migraña.
Todas poseen un evidente componente psicosomático: una conexión entre la mente y el cuerpo. Y hay quienes agregan a esta lista al cáncer y a las enfermedades cardíacas.
Howard Brody, investigador de la Michigan State University y uno de los mayores defensores del placebo, lo define como "la farmacia del cuerpo. Dentro de nosotros mismos existen sustancias químicas curativas. Si logramos aprender a pulsar los botones correctos y a manejar las señales procedentes de nuestro entorno, estas vías químicas se activan".
Esta mejoría se debería, entonces al poder de la mente sobre la materia, y todos poseemos, en diversos grados, este potencial.
"Es la demostración palpable de cómo nuestra expectativa psicológica es capaz de prevalecer sobre las señales que proceden de nuestro cuerpo", explica Paul Martin, psicólogo de la Conducta, del Wolfson College de Oxford, Gran Bretaña.
Un estudio científico, realizado con un grupo de chicos venezolanos asmáticos, demostró la eficacia del placebo. Cada vez que los niños usaban un inhalador antialérgico se les exponía a un fuerte olor a vainilla.
A las dos semanas, ya sólo se les administraba el aroma, pero la capacidad pulmonar de todos los nenes mejoró como si hubieran usado el inhalador auténtico.
Irving Kirsh, profesor de Psicología de la Universidad de Connecticut (Estados Unidos), evaluó 19 pruebas clínicas de antidepresivos y llegó a la conclusión de que en el 75% de los casos la mejoría de los síntomas se debía a que los pacientes creían que así ocurriría.
Conclusiones similares ha obtenido Kirsch con los ensayos clínicos de fármacos similares al Prozac: Zoloft, Effexorf, Paxil y Serzone.
Desde hace mucho tiempo, en el campo de la cirugía existe la sospecha de que ciertos métodos deben su éxito al efecto placebo.
Durante los años 1950, la ligadura de las arterias mamarias era una técnica habitual para tratar la angina de pecho.
Implicaba el bloqueo de dos arterias en un intento por mejorar un riego sanguíneo alternativo al corazón. Fue entonces cuando Leigh Cobb realizó -durante un experimento en la ciudad estadounidense de Seattle- una incisión en el tórax de un paciente, pero sin hacerle nada más. Descubrió que la operación ficticia tuvo tanto éxito como la ligadura de arterias mamarias.
Aunque también existe lo que los expertos llaman "efecto nocebo", con sus resultados nefastamente contrarios. El mejor ejemplo es el de una mujer que, en un hospital de los Estados Unidos, escuchó a su médico hablar de un TC (caso terminal) y creyó que se refería a ella. A pesar de todos los intentos por convencerla de lo contrario, falleció ese mismo día.
LO QUE YA SE SOSPECHABA
Quienes estudian el efecto placebo creen que hay tres mecanismos por los cuales el cuerpo mismo, la química interna de una persona, logra curar sin tratamiento verdadero.
Uno de los mecanismos clave en el efecto placebo es la expectativa que genera, algo que se comprobó hace ya más de 160 años. The Lancet, revista médica de gran prestigio, relataba: "Un paciente que recibió 25 gotas de láudano y, pensando que era un purgante, se vio importunado toda la noche por una constante evacuación del abdomen (el láudano contiene opio y, por lo general, provoca estreñimiento, no diarreas)"
Pero el placebo hace mucho más que aliviar el dolor. Parece afectar al nivel de estrés, reduce la presión sanguínea y la hiperacidez, combate el exceso de azúcar en los diabéticos, descongestiona los bronquios, y hay quienes aseguran que reduce el tamaño de un tumor.
Uno reacciona hacia algo, llevando a la realidad los resultados esperables: algo así como una respuesta condicionada, la segunda de las explicaciones al placebo.
Pero hay otra más, y es la que pone en juego los estados anímicos sobre la química natural del cerebro y, en consecuencia, en el sistema inmunológico.
Fuente: NeoMundo.com.ar
Boletín Info-RIES nº 1102
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*Ya pueden disponer del último boletín de la **Red Iberoamericana de
Estudio de las Sectas (RIES), Info-RIES**. En este caso les ofrecemos un
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