El crítico Antony Lias, de Opera Britannia, quien ha
escrito que, por su registro, Eglise Gutiérrez es la "sucesora
natural" de Joan Sutherland, María Callas y Montserrat Caballé
Por Manuel Toledo
Aunque todavía lleva poco tiempo en los grandes
escenarios internacionales, a la cantante cubana Eglise Gutiérrez algunos la
comparan ya con las grandes divas del pasado.
"Esta representación en Cerdeña de la
encantadora ópera de Bellini tiene una magnifica Amina en Eglise Gutiérrez, la
más espléndida desde Callas", escribió sobre una reciente grabación de La
Sonámbula en Italia el crítico Michael Tanner, de la revista británica The
Spectator.
"Joan Sutherland mostraba una excepcional
maestría en este estilo y, de hecho, La Sonámbula era uno de los roles con los
que más se le asociaba.
De la generación actual, sin embargo, es difícil
pensar en alguien mejor preparada para ese papel que la soprano
cubano-estadounidense Eglise Gutiérrez", opinó la semana pasada otro
periodista del Reino Unido, William Hartston, sobre su presentación en el
Teatro Real de Ópera de Covent Garden, en Londres.
"Tuve la gran suerte de ir a verla invitado por
alguien que no suele estar en el público, sino en ese mismo escenario, el
bailarín cubano Carlos Acosta, quien mientras la aplaudía, después del aria
"Ah! non giunge...", me dijo: "Es impresionante y hasta se mueve
como si fuera una bailarina".
Poco antes de que comenzara la función, su vecino de
butaca nos había advertido: "Es la segunda vez que vengo a verla en los
últimos días. Para mí es una de las mejores voces del mundo en estos
momentos".
Después nos enteramos de que era el crítico Antony
Lias, de Opera Britannia, quien ha escrito que, por su registro, Eglise
Gutiérrez es la "sucesora natural" de Joan Sutherland, María Callas y
Montserrat Caballé.
Nada mal para una cantante que llegó a la ópera casi
contra su voluntad.
Guitarrista
y rockera
"Yo estudié guitarra clásica en la Escuela
Nacional de Arte en La Habana.
Desde chiquita siempre me gustó cantar pero, cuando
era adolescente, lo que me gustaba era el rock: Pink Floyd, Queen, Led
Zeppelin", me cuenta Eglise, pocos días después, en un apartamento que
tenía alquilado a poca distancia del teatro.
Su hija, Lucía, de un año, jugaba en la cuna
mientras su madre, Divina, la ayudaba a preparar las maletas porque tenían que
viajar a Bélgica, donde ella cantará del 9 al 29 de diciembre el papel del hada
madrina en Cendrillon (La cenicienta), de Jules Massenet, en el Teatro Real de
la Moneda, en Bruselas.
"La música clásica me gustaba pero no me
gustaba la ópera o, mejor dicho, yo no tenía una cultura operística.
Una de las cosas que hacía en las calles con mis
amigos era burlarme de los cantantes de ópera, imitándolos.
Yo era muy excéntrica y hacía muchas maldades",
dice, riéndose.
"Yo no era muy buena alumna de guitarra.
La escuela de guitarra clásica en Cuba es muy
exigente.
Yo quería ingresar en el Instituto Superior de Arte
(ISA) pero no sabía en qué. En guitarra, sabía que no me iban a aceptar y
entonces pensaba entrar en actuación, me gustaba mucho el humor y el arte
dramático", recuerda.
Pero unos amigos que la habían oído cantar la
convencieron de que se presentara a los exámenes de ingreso en la facultad de
canto.
"Con una amiga de mi año nos preparamos, sin
haber dado una clase de canto en mi vida. Monté dos canciones y me presenté a
la prueba.
Todo fue como un juego.
Y cogí el primer escalafón.
Me hicieron una prueba de vocalización y parece que
me vieron la extensión de la voz".
"Después, una de las primeras cosas que oí fue
a María Callas y con ella de verdad empecé a amar la ópera. Callas es, hasta
ahora, la inspiración más grande que tengo pero también admiro mucho a
cantantes como Joan Sutherland, Monserrat Caballé, Renata Scotto y Anna
Moffo".
"En Cuba ni se me habría ocurrido pensar que un
día tendría la gran fortuna de trabajar con Renata Scotto pero me gané una beca
con ella, en Nueva York, y ha sido una persona muy importante en mi carrera.
Con la Caballé no he tenido la oportunidad de
trabajar, pero gané un premio en su competencia, cuando yo estaba estudiando en
Estados Unidos".
¿Ópera
en Cuba?
Le comento que, mundialmente, Cuba es conocida por
ritmos como el son, la rumba, el mambo y el chachachá, pero que pocos asocian a
la isla caribeña con la música clásica y mucho menos con la ópera.
"En Cuba hay una gran tradición lírica.
Y en Holguín, la ciudad donde nací, es increíble el
talento de los cantantes. Yo considero que una de las grandes voces que ha
tenido Cuba es la holguinera María Luisa Clark".
"Además, tuvimos una gran influencia de la
escuela rusa, que es extremadamente rica en la música clásica.
Muchos instrumentistas y cantantes cubanos fueron a
estudiar a la Unión Soviética, entre ellos mi maestra, María Eugenia Barrios,
que estudió en el Conservatorio Tchaikovski de Moscú"
Pero, a pesar de que ganó varias competencias en
Cuba, la joven soprano nunca cantó allí profesionalmente.
Poco después de graduarse se fue a vivir a Estados
Unidos, en 1997.
Su voz era todavía un diamante a medio pulir.
"La formación en Cuba me ayudó muchísimo para
dar mi segundo paso, en Estados Unidos.
Uno piensa que basta con graduarse de un lugar y ya
no tiene que hacer más nada, pero es todo lo contrario.
Hay que tener mucha paciencia si se quiere llegar
cerca de la perfección, que es mi meta. Yo quiero ser una buena artista, quiero
ser honesta con el arte"
"En EE.UU. se me abrieron muchas puertas, me
encontré con muchas personas que creyeron en mi talento y comencé mi carrera
profesional en Miami, con zarzuelas como Cecilia Valdés y Doña Francisquita, y
muchos conciertos".
"En Cuba yo cantaba de todo un poco porque mi
voz no es ligera y su color tendía a confundir a muchas personas pero en Miami
un maestro, Manny Pérez, cuando me oyó me sugirió concentrarme en el bel canto.
Me dijo: 'La voz que tú tienes es muy especial para
este repertorio' y empezamos a trabajar más la técnica, los agudos, la
limpieza.
Con él mejoré muchísimo mi técnica vocal".
Las
dos Lucías
Pérez le aconsejó presentarse a los exámenes de
ingreso en la prestigiosa Academia de Artes Vocales de Filadelfia, donde obtuvo
una beca y estudió cuatro años.
En la academia conoció a su esposo, el bajo barítono
turco Burak Bilgili.
"Nuestra hija se llama Lucía porque yo estaba
haciendo Lucia di Lammermoor, la ópera de Gaetano Donizetti, en el Gran Ópera
de Florida, cuando, en la última función, me enteré de que estaba embarazada.
Y durante el embarazo tuve mi gran debut en Deutsche
Oper Berlin con Lucia di Lammermoor, junto al tenor Roberto Alagna".
"Después, en el festival de Savonlinna, en
Finlandia, con siete meses de embarazo, canté otra vez ese papel y a los 45
días de tener a mi niña comencé a ensayarlo en Vancouver, Canadá".
"Es una ópera que ha sido muy importante para
mí, con la que también debuté en el Palacio de Bellas Artes de México, en el
Teatro Colón de Buenos Aires y en Bogotá".
"En América Latina hay un gran interés por la
ópera y yo he trabajado con algunos músicos latinoamericanos, entre ellos el
tenor peruano Juan Diego Flórez, con quien hice mi debut en el Teatro Real de
Madrid, en I Puritani de Bellini.
Yo tenía casi cinco meses de embarazo y fue una
experiencia maravillosa".
Un
sueño
¿Tienes algún consejo para los cantantes que estén
empezando sus carreras?, le pregunto.
"Cuando uno es joven, quiere comerse el mundo
en cinco minutos y una de las cosas que he aprendido es el tiempo que uno
necesita para pulirse.
Hay jóvenes con mucho talento que todo el mundo
quiere explotarlos -las disqueras, los agentes- y entonces, a los cinco años,
se acaban sus voces".
"También, cuando uno está trabajando es muy
importante tener disciplina, llegar con la música aprendida, que el primer día
tengan una buena impresión de uno, y ser buen compañero, ser humilde".
¿Después de Bélgica, qué planes tienes?, le digo.
"A finales de enero voy a cantar en México, en
el festival Dr. Alfonso Ortiz Tirado, después voy a tener una gira de
conciertos con Andrea Bocelli, luego voy a Líbano y de ahí a París".
¿Y en tu tierra natal, en Cuba, te gustaría volver a
cantar?
"Es uno de mis sueños. Me encantaría. Ojalá que
sea pronto", responde, con un suspiro.
Cuando la acompaño al teatro, un rato antes de su
última función en Londres, regresa momentáneamente a La Habana.
"Mira", me dice, "así es como yo me
burlaba con mis amigos de los cantantes de ópera", y empieza a cantar, con
su voz juguetona, una imitación de esos agudos casi estratosféricos que ahora
deleitan a sus fanáticos en los grandes teatros del mundo.
Pero en esta callejuela del céntrico barrio
londinense de Covent Garden su único público éramos yo y una señora que
caminaba en sentido contrario y quien, al oírla, la miró de arriba abajo, como
diciendo, "¿quién será esa loca?"
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