"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

martes, 23 de marzo de 2010

Hartazgo violento...




Por Mara Martinoli (autora de las cuatro notas)

El abundante suministro de impunidad, situación desmedida que fastidia en el exceso, un hartazgo de la desvergüenza, conduce a la violencia, a acciones ejecutadas fuera de toda razón.

Tal vez una violencia invertida, en la que el miedo se concreta en la indefensión, producto del descontrol del supuesto control y el abuso de una sorda indiferencia, cuando la exclusión del círculo de pertenencia impulsa al error y la defensa se materializa en ataque.

Y entonces observamos castigos que tornan inconciliable toda convivencia desde el mismo corazón social que componemos; violencia indirecta que lleva a vivir sometido, que no se justifica ni en sí mismo ni en sus medios, tal vez producto de la inconmensurable violencia estructural que estremece todo natural proceder, que se legitima como victoria en el intento.

Libertad y violencia siempre serán contrarios que pujan por imponerse allí donde las relaciones son asimétricas, producto de acciones y omisiones que degradan en repulsiva manipulación, que humilla ante el dolor que, demasiado contenido, se expulsará bruscamente para que el reclamo pueda ser oído. ¿Secuela o producto de secuelas?
¿Re-petición o reincidencia?

Si no hay parámetros para la injusticia, aunque no se quiera repeler la indiferencia agresiva con una mayor embestida, el deseo de no querer más, acorrala y estalla.
Si bien la violencia podría considerarse una característica innata, no es innato someterse a ella, es un costo agregado a la “inacción violenta”, una acción equivocada que imitaría aquello que se rechaza.

¿Tan pocas opciones nos quedan para clamar por soluciones, procedimientos sin evasivas, reconocimiento y demostración, orden, disposición y mandato, aptitud y condición, prudente cumplimiento, Derechos y Justicia?

La actitud no violenta no cambia inmediatamente el corazón del opresor.
Comienza modificando el corazón y el alma de las personas que se comprometen con ella. Les da un nuevo sentimiento de respeto, revelando recursos de fuerza y coraje antes ignorados.
Finalmente toca al oponente y de tal manera mueve su conciencia que la reconciliación se convierte en una realidad. – M. L. King

La no violencia es la ley de nuestra especie, por la misma razón que la violencia es la ley de los brutos.
En el hombre brutal todavía no se ha despertado el espíritu... Gandhi

Ver: También es violencia - Creer que se cree - Justa Justicia

1) Necesidad básica insatisfecha (Junio 2009)

Si la más elevada necesidad del hombre se vive como una necesidad básica insatisfecha (NBI), ésta lo lleva a una incesante búsqueda, la que, por su condición persistente encuentra puerto frente al mejor postor.

Tanta desilusión previa lo une a falsas promesas, que por ser falsas lo conducen a la no-dicción, al ocultamiento del sufrimiento en el vacío (su vacío), a la adicción social a un grupo; porque en definitiva, la incomprensión del mundo y su indiferencia son más dolorosas que, la inclusión en un espacio donde puede compartir otras no-dicciones desplazadas en un lenguaje único e identificador del grupo; el lugar de un mensaje compartido desde cuanto no se comparte. Tal vez allí podrá fantasear una compensación.

En el silencio podemos encontrar nuestras propias miserias, que indefectiblemente compararnos con la omnipotencia que actualmente pareciera caracterizarnos como hombres y mujeres. Las tristezas y las angustias del hombre actual, sobre todo de aquellos que sufren; permiten la aparición de muchos “maestros” que, con poco para ofrecer (y mucho que pedir), logran canalizar a través de una oferta de unión una especie de “paz armada”.

Si desoímos la necesidad de esperanza, cuando un sujeto debe elegir entre una sonrisa amarga y una sonrisa aparentemente contenedora dentro de un grupo, seguramente optará por esta última; consciente o inconscientemente, por sentirse defraudado nuevamente, por agudizar su profunda necesidad o simplemente atento a una posible respuesta, porque reconoce su NBI.

En otras palabras, cuanto previamente observó a su alrededor es más no-dicción desde otra perspectiva, una forma de delegar en esos otros nuestra propia responsabilidad.

Sabemos que si los conflictos permanecen sin respuesta, sin resolución espontánea o programada, pueden perpetuarse, agravar la insatisfacción de necesidades y como consecuencia, deteriorar la calidad de vida.

Si bien las necesidades cambian constantemente y varían de una cultura a otra, o son diferentes en cada periodo histórico; la búsqueda de la esencia trasciende estas consideraciones. El individuo tiene una “necesidad de”, la siente e independientemente de ser consciente de ella, es una necesidad universal, que si bien puede no expresarse directamente, siempre puede sentirse.

Natural y radicalmente necesitamos encontrarnos con nuestra esencia y ante la primera posibilidad del afuera que pareciera brindar un alivio a esa realidad, el individuo se arroja sin temores; se arroja “aliviado” porque allí encontrará otras miserias también desorientadas. Cuando en realidad, la desilusión y el desencanto debieran llevarnos a una apertura psicológica hacia quienes nos rodean.

Hoy más que nunca el hombre tiende a pensarse sólo porque no se siente constructor o integrante de su ámbito social; por esto la “creencia” podría ser el referente que lo identifica para constituir su lugar en el mundo.

Estas necesidades básicas insatisfechas van mucho más allá de la dicotomía “creer o no creer”; más bien la dicotomía se presenta como: “me escuchan o no me escuchan”, “me contienen o me abandonan”.

El sufrimiento ajeno también es nuestro y en esto la no-dicción nos identifica al acostumbrarnos a observar realidades que podemos cambiar; si lo asumimos evitaremos una sociedad abierta a las adicciones grupales. Si las reglas se centraran en la promoción de las más profundas necesidades humanas, éstas jamás se subordinarían a una lógica de eficiencia, productividad o mayor rentabilidad, porque aquella necesidad (básica que debe ser satisfecha) es un sello de nuestra propia esencia, la única realidad verdadera.

“Las necesidades revelan de la manera más apremiante el ser de las personas, haciéndose palpable a través de éstas en su doble condición existencial: como carencia y como potencialidad” (Cecilia Moise, Prevención y Psicoanálisis).

La calidad de vida dependerá de la inclusión y reconocimiento de estas necesidades.

2) Justa Justicia (Enero 2010)

Las ausencias y desaciertos de la Justicia, que debe ser sabia y por lo tanto conocer cuanto ya se ha demostrado, no se salvarán si no se admite la necesaria actualización cultural.
Renovarse implica identificar “en el Derecho”, desempolvando para proyectar; sólo así será justa. La falta de información en ciertas instancias, pueden hacerla ineficiente o deficiente e injusta.
El accionar sectario y el padecimiento e indefensión de quienes directa o indirectamente lo cargan, ya no es una problemática poco conocida, su difusión es mundial.

La Justicia en abstracto no es poder, tiene manos de decisión y significación para dignificarse en servicio, porque el “Derecho” siempre es motivación social.
Fuera de esta premisa continuará alimentando intereses sectoriales; cuando sigue ideologías, nunca se adaptará a los cambios culturales y aunque ignore la no aceptación generalizada, igualmente se convencerá a sí misma que es justa.
Y “sectorial” la aproxima a tendenciosa, incondicional, absolutista, dogmática, casi sectaria. La Justicia no puede someterse a los valores de moda; no es buena ni mala, “se hará Justicia” tan solo si dejara de omitir, porque para ella el silencio nunca será saludable.

Leí por allí que en un país del norte los malos desempeños de la Justicia provocaron más daño que los delincuentes.
Esta ambivalencia que intenta calmar conciencias particulares seleccionadas para oscurecer la conciencia colectiva nos impulsa hacia una construcción que integre la realidad, donde el bien común y las instancias constitucionales determinadas produzcan un juego similar al intrapsíquico, entre inconciencia y conciencia.

¿Cómo podríamos concebir una confrontación simultánea entre instancias tan necesarias?
Y entre tanto “opinólogo” que merodea, tal vez alguno se tope con la realidad, con los vacíos del desamparo legal de problemáticas culturales actuales “desconocidas” en el ámbito de la Justicia, distorsiones simultáneas que se multiplican y rompen con la identidad que nos hace libres.

¿O tratamos de descomponer aquello que demoró tantos años en componerse?

Hay cargos especialmente trascendentes para trabajar para la equidad, tareas definitorias que nos ubican del lado de los ciudadanos de primera línea o del otro.
Como en toda crisis, sin proyecto de futuro compartido y consensuado, se intentará conformar con no estar tan mal en una sociedad conducida así, en desmesura y despropósito, a la decadencia; pero no se evitará que otras propuestas se expandan para evitar su caída.

3) Creer que se cree (Febrero 2010)

Si tus hijos no comieran, si la salud no fuera contemplada, si no tuvieras acceso a la mínima instrucción y tu vida dependiera de dádivas, promesas o propuestas que no llegaran en los tiempos de tus necesidades, si no hubieses tenido la oportunidad, la fortuna, de elegir libremente (porque no te enseñaron) y te llegara la posibilidad de manifestarte hacia el daño encarnado, es probable que te encamines detrás del ofrecimiento.

¿Cómo podrías ante tanta indiferencia, saber si la elección provocará un daño mayor?

Porque el peso, es probable que quiebre tu espalda y, sin saberlo, serás un número más dentro de algún grupo sectario que aproveche tu necesidad de no ser rechazado, de ubicarte en un aparente escenario contrario, para oponerte a quien te sometió.

Esta elección no es libre; es la salida que, paradójicamente, no garantiza una llegada; lejos de toda existencia, continuará la subsistencia.
Entonces la persona comenzará a creer que su dignidad no será profanada ni ultrajada; una creencia deshecha, reducida y resignada a la credulidad; un logro más de la miseria despiadada que somete el sufrimiento del otro.

Atacada por todos los flancos, cuanto pareciera contrastar con la pérdida de autonomía, atacará su cualidad humana.
En muchas ocasiones, la mirada desesperanzada, no tiene otra opción.
Estas “situaciones facilitadoras” satisfacen las necesidades del sadismo sectario.

Tradiciones, conocimiento, inconsciente colectivo, moral, leyes, capacidades, la cultura (que existe por sí misma) incluyen la “creencia"; íntimamente unidas, no pueden prescindir de ella, porque permite saborear la vida, colabora para disipar las dudas, es realización; no es esfuerzo, no requiere de la inconsistencia, no incluye instructivos de sumisión.
Por el contrario, libera, satisface, alimenta.

Creer en convicción y con conciencia, es defender los derechos, es observar los estratos sociales menos afortunados, es liberación de toda opresión.
Pero para llegar al espíritu, primero hay que llegar a las necesidades más insatisfechas; sólo entonces una persona podrá creer que cree.

Revaloricemos la apuesta, interpretando los desafíos del mundo de las dependencias como protagonistas de una red de diálogo entre la necesidad (dramática urgencia social) y su respuesta; esta “red” aún es una necesidad social insatisfecha.

Continuamente desafiados por el espectáculo del infinito dolor del mundo y de la percepción de la inexorable finitud de todo aquello que existe, no hemos podido dejar de interrogarnos...

¿Hay vías de acceso a la profundidad del Misterio? – Bruno Forte

Mara Martinoli

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