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Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 25 de abril de 2010

Costos y ganancias que tendrá un acuerdo comercial amplio entre México y Brasil...

América economía
Edición Internacional - Abril 2010 -
Política

Los enormes costos y ganancias que tendrá un acuerdo comercial amplio entre México y Brasil
La opción gusta mucho a los industriales paulistas, para quienes un acuerdo con México es una alternativa atractiva, ya que Brasil podría negociar con este país sin necesidad de sumar a los socios del Mercosur. Pero en este momento son los empresarios mexicanos los que muestran más resistencia a avanzar.

Felipe Aldunate

Los italianos de Fiat no esperaron el anuncio de los presidentes Felipe Calderón y Lula da Silva sobre el inicio de las negociaciones para un acuerdo comercial.
Después de comprar Chrysler, anunciaron que usarán las plantas que la montadora estadounidense tenía en México para empezar a fabricar su emblemático Fiat 500. Y como ya existe un acuerdo entre Brasil y ese país para liberar el comercio de vehículos y autopartes, el cinquecento puede venderse sin aranceles, tanto en el DF como en São Paulo.

No les fue muy difícil para los italianos llegar a esa conclusión.
Les bastó ver las cifras con que ha crecido el comercio automotor entre ambos países en los últimos cuatro años, gracias a un acuerdo bilateral de complementación económica sectorial firmado en 2002.
El intercambio de autos entre Brasil y México ha sido el principal responsable de que el comercio pasara de US$2.500 millones en 2000, a más de US$ 8.500 millones en 2008.
Los exitosos resultados conseguidos por la industria automotriz no han pasado inadvertidos.

“Hoy el sentimiento general de la industria brasileña, así como el del área de servicios y el sector financiero del país, es extender el acuerdo comercial con México del área automotriz a otros sectores”, dice Tomás Zanotto, director de Fiesp, la poderosa federación de industriales de São Paulo.

De hecho, el lobby del empresariado brasileño ha sido fundamental para empujar el tema en la agenda comercial de Lula. Y hoy el escenario no es el ideal para seguir avanzando de manera multilateral.
Algo que podría llevar, no obstante, a que las dos mayores economías de la región dejen atrás sus años de batallas comerciales para trabajar un acuerdo amplio conjunto.
La opción gusta mucho a los industriales paulistas, para quienes un acuerdo con México es una alternativa atractiva.

Como ya había acuerdos con ese país antes de la firma del Mercosur, Brasil puede negociar directamente sin necesidad de sumar a los socios del bloque sudamericano.
Pero en este momento son los empresarios mexicanos los que muestran más resistencia a avanzar. “¿Comerciaremos más con Brasil si firmamos un TLC?
La respuesta es no”, dice Manuel Molano, director general adjunto del Instituto Mexicano para la Competitividad A.C.
“Pensar que cambiaremos sus políticas de proteccionismo no arancelario es una idea pueril”.
No son pocos los empresarios que piensan parecido.
Se trata de un giro histórico, pues en los 90, cuando se iniciaron los primeros acercamientos de negociación comercial entre las dos potencias, eran los mexicanos los más interesados y los brasileños los recelosos.
Pero la argumentación de Molano tiene asidero en México, un país que gracias a exportaciones que casi llegan a los US$ 1.000 millones diarios, ha logrado una operación de intercambio fluida con sus socios comerciales.

Y es que un acuerdo comercial con Brasil será infructuoso si no considera las enormes trabas del país sudamericano para sus importaciones y que no corresponden sólo a sus altísimos aranceles, sino también a medidas que se toman en las mismas aduanas.
Y no resulta nada de barato tener detenido un barco lleno de autos a la espera de un papel.
“Por eso no estamos buscando un TLC”, dice el mexicano Humberto Jasso, responsable en la secretaría económica de México de las negociaciones comerciales con los países de la región. “De hecho ni siquiera le llamaremos un acuerdo de libre comercio”.
Según Jasso, lo único que han negociado hasta el momento es el nombre que tendrá el tratado: Acuerdo Estratégico de Integración Económica. “Un TLC no tiene las herramientas que se necesitan para regular el comercio con Brasil”, dice Jasso.
“Tenemos que buscar un acuerdo que tenga las herramientas adecuadas para la relación entre los dos países, que son muy particulares”.

El funcionario mexicano señala que aún no están negociando el acuerdo de por sí, aunque sí están en un proceso formal de trabajo cuyo objetivo es medir el alcance de lo que se quiere. Será un tratado amplio, que incluya comercio de bienes, servicios e inversiones, incorporando a casi todos los sectores.
Aún más retrasado estará el sector agropecuario, el cual posiblemente nunca se sume al acuerdo, pues la agricultura mexicana, muy atomizada y de tradición familiar, no tendría ninguna posibilidad de competir con los agronegocios de Brasil.

En el país del Cono Sur dicen que entienden esto
• “Creo que podemos avanzar con industria, servicios y finanzas y dejar el resto para después. El interés de la industria es tan grande que prevalecería”, dice Zanotto, de Fiesp.
“Es distinto, por ejemplo, a la negociación con la Unión Europea: a ellos no les abriríamos nuestro sector industrial a menos que nos abran su sector agropecuario”

El cálculo de Fiesp incluye un agregado: México es una puerta para el mercado de EE.UU.

Las exportaciones industriales que México hace con su vecino del norte podrían incluir cada vez más componentes brasileños, sin necesidad de esperar el lejano acuerdo con EE.UU., país con el que ahora tiene más diferencias comerciales que puntos de unión.

Pero la buena voluntad de los industriales paulistas no basta.
Y es que Brasil no tiene un buen registro que mostrar en acuerdos bilaterales.
De hecho, durante el gobierno de Lula sólo se ha firmado el reciente acuerdo con Israel, que tiene poco potencial de crecimiento.
Aunque se han anunciado otros tratados, carecen de sustancia y profundidad.

“Itamaraty –la cancillería brasileña– tiene más experiencia desarmando acuerdos que armándolos”, dice un mexicano que negoció en los 90 con Brasil y que pidió no revelar su nombre. Pero las dificultades generan oportunidades.
“México podría ser la única economía industrializada con acceso al cerrado mercado brasileño”, dice Jaime Zabludosky, vicepresidente de la consultora especializada IQOM Inteligencia Comercial, en Ciudad de México.

Y hay otro incentivo “China entra todos los días un poquito con su sector automotor y otros sectores a América, especialmente al Mercosur, pero después se hace imparable”, dice el argentino Félix Peña, especialista en comercio exterior, ex subsecretario de Comercio Exterior del Ministerio de Economía de Argentina y miembro titular del Mercosur.
De hecho, mientras las exportaciones de Brasil a América Latina cayeron en 20% en 2009, las de China crecieron.
“Brasil importa unos US$ 20.000 millones al año en manufacturas desde China; México importa unos US$ 30.000 millones”, dice Jasso. “Lo ideal sería que hiciéramos ese comercio entre nosotros y nos quedáramos con el dinero”.

¿Cuándo podría concretarse el acuerdo?
Los optimistas brasileños dicen que Lula querría dejarlo firmado antes de dejar el gobierno en diciembre.
En el peor de los casos, las negociaciones seguirían con Dilma Russeff, la candidata oficialista del PT, quien apoya la iniciativa de su ex jefe en la materia, y José Serra, el candidato de la oposición y quien, como gobernador del estado de São Paulo, está fuertemente comprometido con sus industriales.
Así, lo más probable es que haya continuidad sea el resultado que sea en la elección presidencial brasileña.

Sería una gran señal para el mundo, en un escenario post crisis con creciente tendencia al proteccionismo, que dos países se comprometan con acuerdos comerciales liberales.

Además, sería una formidable señal para los gobiernos de la región, que verían cómo los dos principales referentes buscan la integración por una vía institucional de intercambio económico.

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