Homilía de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, para el domingo 18º durante el año (1 de agosto de 2010)
El Evangelio de este domingo (Lc. 12,13-21), nos propone que reflexionemos sobre la avaricia. Jesús hace una advertencia: “Cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por su riqueza”.
En seguida nos va a proponer la parábola del rico insensato.
En el pensamiento bíblico, la riqueza, lo material y corporal no es algo malo en sí mismo como en otras visiones filosóficas o religiosas. Pero en todos sus textos encontramos una clara advertencia del peligro que pueden ocasionar la riqueza y el poder, cuando estos caen ante el pecado de avaricia.
El pecado de avaricia designa la sed de poseer cada vez más, sin ocuparse de los otros, incluso a sus expensas.
Esto ofende a Dios y constituye una verdadera idolatría: “Por lo tanto hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal: … y también la avaricia, que es una forma de idolatría” (1 Col. 3,5)
El Profeta Amos denunciada a quienes extorsionaban a los pobres:”falseando las balanzas, especulando o haciendo dinero de todo” (Amos 8,5)
Isaías lo hacía con aquellos que acaparaban las propiedades (Is. 5,5)
El texto del Eclesiastés de este domingo cuestiona: “por qué un hombre que ha trabajado con sabiduría y eficacia tiene que dejar su parte a otro que no hizo ningún esfuerzo” y concluye diciendo: “Esto también es vanidad” (Eclesiastés 2, 21-23)
En el Nuevo Testamento, Jesús nos enseña que quienes son “amigos del dinero” (con avaricia)” (Lc. 16,14), ponen su corazón en los bienes creados, tomando estos bienes por señores y despreciando al único verdadero Señor, que es Dios” (Mt. 6,24)
Estos textos bíblicos tienen mucha actualidad, como todos los temas importantes que tienen que ver con el corazón humano.
Esta avaricia también puede ser extensiva no solo al tener, sino al poder.
“Avaricia de poder”
Seguramente la avaricia, es una de las causas principales de la concentración de riquezas y poder en manos de unos pocos, y la creciente marginalidad de muchos hermanos nuestros que padecen distintos tipos de pobreza.
En la V Conferencia de Aparecida hemos reflexionado sobre el flagelo de la avaricia en nuestra América Latina, llevándonos a graves situaciones de inequidad social.
Creo conveniente la lectura y reflexión de un texto que puede ayudarnos en nuestra realidad nacional y provincial:
- “Conducida por una tendencia que privilegia el lucro y estimula la competencia, la globalización sigue una dinámica de concentración de poder y de riquezas en manos de pocos, no solo de los recursos físicos y monetarios, sino sobre todo de la información, y de los recursos humanos, lo que produce la exclusión de todos aquellos no suficientemente capacitados e informados, aumentando las desigualdades que marcan tristemente nuestro continente y mantiene en la pobreza a una multitud de personas.
La pobreza hoy es de conocimiento y del uso y acceso a nuevas tecnologías, por eso es necesario que los empresarios asuman su responsabilidad de crear fuentes de trabajo y de invertir en las regiones más pobres para contribuir al desarrollo” (62)
En realidad todos debemos evaluarnos y realizar un examen de conciencia sobre el “pecado de avaricia” que nos plantea la Palabra de Dios este domingo.
Tanto de la avaricia del tener, como la avaricia del poder.
"Especialmente este examen de conciencia debe instalarse en la dirigencia social y política, para medir cuales son las motivaciones que están en nuestro corazón"
Si realmente nos mueve el servir al bien común; si estamos dispuestos a darnos y a perder beneficios personales por este servicio.
Quizá el cuestionamiento sobre las motivaciones implique evaluar si tenemos vocación de servir.
Esto es importante porque pasa demasiado habitualmente en nuestra dirigencia el exceso de una búsqueda de aprovechar el momento para sacar rédito personal con más egoísmo, que servicio.
La avaricia lleva a que en algunos dirigentes se note que con los favores del poder tengan un excesivo enriquecimiento personal sin ninguna medida ética, perjudicando en última instancia a la gente que se transforma en víctima de tal avaricia.
En este domingo podemos reflexionar sobre la desorientación espiritual que implica cargarnos de tantas cosas innecesarias y preguntarnos donde está nuestro tesoro.
El Evangelio de este domingo termina diciendo: “Insensato, hoy vas a morir, ¿y para quién será lo que has amontonado? (Lc. 12,20)
Al final seremos evaluados por el Amor.
¡Les envío un saludo cercano y hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
Fuente: AICA
Boletín Info-RIES nº 1102
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Estudio de las Sectas (RIES), Info-RIES**. En este caso les ofrecemos un
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