"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

viernes, 6 de agosto de 2010

Desanimados se buscan, indiferentes se quieren

Sabemos que cada manifestación de dolor, de ningún modo equivale a la expresión de la gravedad que lo provoca, porque el fenómeno es subjetivo
Y cuando las causas y condiciones se proveen adredemente, quien las padece en lo físico y en lo psicológico, sólo esperará atenuar el sufrimiento
Y si el sufriente se volviera “posesión” será porque en su tiempo, muy largo, el estado de lo provocado no siempre será consciente.

Este “dolor social”, aquel que aventaja determinados fines, y por esto no abordado, se menciona rozando apenas aquello que se vive en sufrimiento, sin intentar si quiera comprender el modo particular en que el dolor se sufre.
Y entonces comienza a actuar la “manipulación del dolor”, que encubre la significación de la existencia en independencia, ésa que a veces ni si quiera se sueña, porque la “capacidad de tolerar” estanca la voluntad del sufriente implicado.

Y si sabemos que al dolor lo acompañan el miedo y la ansiedad, expresiones instintivas de auto conservación, positivas para sobrellevarlo, se acrecentarán cuando fueran instaurados, y someterán a la necesidad de encontrar figuras que simbolicen un consuelo imaginado cuando no se pudieran encontrar razones, cuando fueran inciertas las explicaciones, siempre adulteradas.

La saturación de palabras hipócritas perdidas en promesas sin presencia, la aflicción del hoy vivida en incomprensión y soledad, la humillación del rechazo que se silencia en la posesión de cada dolor, marcan tiempos de colmos y de nadas que, oyendo sin escuchar, llenan y toman hasta vaciar.

Si nos convenciéramos que no podemos incluir ni incluirnos, concientemente seguiríamos la desidia, no por desanimados, sino por mantenernos cómodamente en la propia insensible miseria que, por propia, no es diferente sino igualmente indiferente.

“Cuando invade la enfermedad, continuamente intentaremos conocer qué está sucediendo, porque la enfermedad nos empuja fuera de la vida de cada día y hasta nos produce extrañeza:
- Yo parezco otro para mí mismo y esto me desconcierta y me angustia, ante todo porque me descubrí como otro y me rebelé, porque la enfermedad amenazó mi identidad, que andaba bien, por su cuenta, casi ignorada” – C. Pantillon.

Y nuestra sociedad está así, enferma, en esas partes en las que se desconoce a sí misma y no se rebela para recuperar su identidad, la que la hace social.

¿Cómo evitar que se multiplique esta desadaptación marginada que suspende el tiempo del dolor?
No nos es lícito abstenernos por lo alto, o por debajo...

¿Vivimos desanimados o indiferentes?

Recordemos que, como condición de posesión, desanimados se buscan e indiferentes se quieren.

Mara Martinoli

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