"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

miércoles, 20 de octubre de 2010

El desierto, la búsqueda y el rescate

El desierto de Atacama bien puede ser una metáfora del espíritu del hombre.

Cuántas veces hemos sentido el vacío interior.
Cuántas veces nuestros deseos o nuestras ilusiones no satisfechas han dejado en el alma un lugar desolado.
Así como la tierra se tragó a sus hijos, también la existencia se ha tragado nuestras emociones y nuestros sentimientos
Y sumergidos en un profundo averno, que es más tumba que cobijo, nos ponemos delante de nosotros mismos y estamos como Adán, vacíos y desnudos.

Pero el hombre se aferra a la vida, que a pesar de todo continúa y se proyecta hacia delante.
En el sentido temporal, seguir con la existencia y en el sentido espacial del ser, hacer, ser mejor, perfeccionarse.
Y puestos delante de nosotros mismos y teniendo conciencia de nuestra finitud, comienza la búsqueda.

La búsqueda interior, de nuestros valores y de nuestras ideas que os dirán quienes somos.
La búsqueda exterior, del otro, que conjugue con nosotros su vida, que entienda nuestro gozo y nuestro dolor, nuestra grandeza y nuestra miseria.

Pero cada uno de nosotros, realiza su propia búsqueda, con los elementos existenciales que tiene, y muchas veces se cruzan, para bien o para mal, y otras veces no se encuentran.

Es la añoranza del hombre, que como en el mito griego busca su otra mitad.

Dicen que un dios malvado creo al hombre en parejas, varón y mujer unidos por la columna vertebral e impedidos de copular, hasta que otro dios benévolo, los separó y dejó en el mundo la otra parte de nosotros.

¿Adónde está? ¿Quién es?

Es la búsqueda permanente del hombre identificada con la felicidad.
Encontrar la otra parte de si mismo.
El yo y el otro.
La alteridad que perfecciona al hombre, que sin el otro no es nada.

Y pasa el tiempo y en esa búsqueda se va la vida.

Es posible que en algún momento se logre encontrarla, la felicidad de estar completo con la otra mitad de nosotros.
Se produce el rescate, el rescate del hombre, el rescate del ser, con todo lo que es, con lo que ha sido y con lo que será.
Y ese encuentro ensombrece, empequeñece todo lo demás.

Las cosas deseadas, las pequeñeces a las que nos aferramos, la avaricia de las cosas materiales, la orfandad de lo mezquino y la reyerta, el rencor y la violencia hacia si mismo y hacia el otro, pierden sentido.

Las cosas queridas se desvanecen como por arte de magia.

Ante la felicidad del encuentro todo lo demás pasa a segundo plano y deja de tener interés.

El hombre ha sido rescatado.

Estaba en las tinieblas y volvió a la luz.

Estaba perdido y encontró el camino.

No sabía que hacer y encontró el sentido de su vida.
Y sin quererlo, genera una gran alegría y una profunda conmoción no sólo en los que lo rodean, sino en el común de los hombres.

Aquellos que honestamente, con humildad, y conscientes de sus límites, han buscado y siguen buscando el rescate, se ufanan y comparten el gozo de los rescatados.
Sin promoción, sin publicidad, sin entregas a cambio, o dádivas para que apoyen.

Con el gozo natural del hombre, con el deseo de ser también uno de los rescatados, sin envidias ni enconos.
El hombre se ha encontrado con el hombre, que es lo mismo que decir que se ha encontrado consigo mismo.
El hombre se ha encontrado con la vida, porque el rescate significa la vida, significa volver de la obscuridad a la luz, del encierro a la libertad, de la muerte a la vida.

Es posible que este acontecimiento despierte en nosotros el deseo de apostar por el hombre, de ser solidarios, benignos, amables y pacíficos para que vivamos un mundo mejor...

Elías D. Galati
wolfie@speedy.com.ar

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