"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 1 de febrero de 2015

El banquete de Platón

El banquete o El simposio (en griego antiguo Συμπόσιον, Sympósion) es un diálogo platónico compuesto hacia el año 380 a. C. que versa sobre el amor.
Esta obra, junto al Fedro, conformó la idea de amor platónico.

La narración se inicia con Apolodoro, que en una conversación con un amigo rememora una historia que el amigo supone reciente.
Apolodoro le comenta que dichos diálogos en los que participó Sócrates ocurrieron en otro momento histórico, cuando ellos eran niños.

Se inicia el susodicho relato en el banquete organizado por el poeta trágico Agatón para celebrar su victoria en las fiestas Leneas del 416 a. C.
Tras la comida, Erixímaco propone pasar el tiempo en mutuos discursos en alabanza del Amor, de Eros, y debatir un tema que Fedro ha tenido en mente.
Erixímaco pide que cada uno de los invitados improvise un elogio a Eros pues, según comentarios de Fedro, siendo este dios uno de los más importantes, rara vez es encomiado como merecería.

El primero en realizar el discurso es Fedro, y dice lo siguiente
:

Eros es el dios más anciano.
Es el que hace más bien a los hombres, porque no hay mayor ventaja para un joven que tener un amante virtuoso, ni para un amante, que el amar un objeto virtuoso.
Inspira al hombre la vergüenza del mal y la emulación del bien.
Inspira valor, ya que «sólo los amantes saben morir el uno por el otro».
En el alma del que ama hay divinidad.
De todos los dioses, Eros es el más capaz de hacer feliz al hombre.

El segundo en hablar es Pausanias, y lo hace de la siguiente manera:

Hay dos Afroditas, y por lo tanto dos Eros.
La Afrodita popular y la Afrodita Urania.
El amor que acompaña a la primera es el del cuerpo y, por tanto, no dura.
El amor que acompaña a la segunda es el del alma y, por tanto, es duradero.
El amor es bello si es honesto.
Es bello cuando la causa es la virtud, éste es el amor de la Afrodita Urania.
Todos los demás pertenecen a la Afrodita popular.

Luego habla Erixímaco, y dice lo siguiente:

El amor reside en todos los seres.
Es preciso complacer a los hombres moderados y a los que están en camino de serlo, y fomentar su amor, el amor legítimo y celeste, el de la musa Urania.
Pero respecto al amor vulgar, no se le debe favorecer sino con gran reserva y de modo que el placer que procure no pueda conducir al desorden.
Cuando el amor se consagra al bien y se ajusta a la templanza y a la justicia, nos procura una felicidad perfecta.

Sigue entonces el discurso de Aristófanes, al que se debe sin duda gran parte de la fama de la que goza el Banquete. 
Dice: Eros es el dios más beneficioso.
Es el protector y médico de los hombres, cura los males que impiden la felicidad.
En un principio la naturaleza humana era distinta,
Introduce un mito según el cual hubo un tiempo en que la tierra estaba habitada por personas esféricas con dos caras, cuatro piernas y cuatro brazos.
Tres sexos existían entonces:
el masculino, descendiente del sol;
el femenino, descendiente de la tierra
y el andrógino, descendiente de la luna, que participaba en ambos.
Como eran tan poderosos querían escalar al cielo a luchar contra los dioses, y por ello, Zeus los dividió en dos mitades, convirtiéndolos en seres incompletos y condenándolos a anhelar siempre la unión con su mitad perdida.
A partir de ahí, hacían esfuerzos por encontrar a su otra mitad, y cuando se encontraban no querían separarse la una de la otra.
Los hombres que provienen de andróginos aman a las mujeres, y las mujeres a los hombres.
Las mujeres que provienen de las mujeres primitivas, aman a las mujeres.
Y los hombres que provienen de los hombres primitivos aman a los hombres.
El amor es el deseo de encontrar esa mitad que nos falta.

Ahora habla Agatón:

Eros es el más bello y mejor de los dioses.
Es el más joven y siempre es joven.
Es delicado.
Fija su morada en los corazones y en las almas.
Es sutil.
Es justo y templado.
Es un poeta tan entendido que convierte en poeta al que quiere.

El último en hablar es Sócrates, que comienza con un irónico exordio en el que advierte de que no elogiará a Eros faltando a la verdad sobre él sino que contará lo que sabe del amor sin callar lo que no sea hermoso.
Sócrates explica que fue instruido en asuntos amorosos por Diotima, una sabia mujer de Mantinea cuya veracidad histórica no ha sido aclarada.
Dice:
Uno desea lo que no tiene.
El amor es el amor de la belleza, luego el amor no puede ser bello.
Y como lo bello es bueno, tampoco puede ser bueno.
Como todos los dioses son bellos y buenos, Eros no puede ser un dios, pero tampoco es humano.
Es un demonio.
Los demonios son intérpretes y medianeros entre los dioses y los hombres, la adivinación procede de los demonios.
Por una parte no es bello ni delicado, pero por otra parte está siempre a la pista de lo que es bello, varonil, atrevido, etc.
Como la sabiduría es bella, ama la sabiduría, por tanto es filósofo.
El amor consiste en querer poseer siempre lo bueno.
El objeto del amor es la producción y generación de la belleza.
Y también la inmortalidad es su objeto.
El que quiere aspirar a este objeto desde joven, debe amar a los cuerpos bellos, pero debe amar a todos los cuerpos bellos, y además, debe considerar la belleza del alma como más importante que la belleza del cuerpo.

El diálogo se cierra con la bulliciosa entrada en la celebración de un ebrio Alcibíades que habla sobre Sócrates, del que dice que es un sátiro burlón y descarado que se burla de todos haciéndose el ignorante, y que dice que nada sabe aunque hay muchos tesoros en él.
A continuación, Alcibíades elogia la figura de Sócrates alabando su templanza y su apego a la verdad, a cuya búsqueda vive consagrado.
De esta forma se muestra al lector cómo el propio Sócrates es la encarnación perfecta de los preceptos que él mismo expuso en su discurso.
Para ejemplo, Alcibíades narra cómo, a pesar de que entonces toda Atenas reconocía su belleza física, Sócrates rehusó el trato sexual con él.
...
La imagen corresponde al pintor: Belga Jean Delville 

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