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Caricatura de Alfredo Sabat

viernes, 19 de noviembre de 2010

BRASIL - Cuando la ignorancia y el egoísmo se encuentran

Después de las elecciones, una ola de xenofobia hacia las regiones del norte y nordeste recorre el país

ÁLVARO GARCÍA / La Vanguardia.es

Tras las recientes elecciones que permitieron al Partido de los Trabajadores (PT)continuar en la presidencia de Brasil durante los próximos cuatro años, una ola dexenofobia se ha desatado en el país. Las regiones del norte, correspondiente a la Amazonia, y del nordeste han sido las afectadas. Éste es un sentimiento que no es nuevo, pero que las últimas semanas se ha acentuado.

Históricamente éstas han sido las regiones con menor desarrollo de Brasil. La Amazonia ocupa un 45% de la superfície brasileña, y cuenta con menos del 7% de la población. Entre sus pobladores encontramos aún tribus indígenas, a pesar de que la ambición de poder y riqueza de algunas multinacionales y algunos políticos trate de mantenerlas al margen de la vida económica, política y social del país. El nordeste fue donde los primeros colonos portugueses llegaron, estableciendo la primera capital en Salvador de Bahía. Hasta el siglo XVII fue el noreste fue el eje vertebrador de la voraz economía lusa, pero la industrialización y la extracción de minerales concentró todo el poder en el sureste, donde se desarrollaron las principales ciudades de hoy en día, como Sao Paolo y Río de Janeiro. Desde entonces en estas dos regiones norteñas se han registrado las tasas más altas de analfabetismo, desempleo y pobreza.
Desde el final de la primera vuelta de las elecciones, en las que la disputa quedó entre el Partido de los Trabajadores (PT) y el Partido Social Democracia Brasilera (PSDM), el discurso del líder de los tucanos, José Serra, se radicalizó. Eso le permitió, entre otras cosas, conseguir el voto de los conservadores que habían apoyado a Marina Silva, del Partido Verde (PV), en la primera vuelta. José Serra había sido gobernador del estado y de la ciudad de Sao Paolo, lo que le permitía disfrutar de una buena imagen en una de las zonas clave del país. A pesar de todo, perdió las elecciones y ni él ni sus seguidores encajaron la derrota de buen grado. Muchos son los que aseguraron que sin el voto del norte y del nordeste, en un acto de ignorancia, Dilma Rousseff no se hubiera proclamado vencedora.

Los números demuestran lo contrario. Teniendo en cuenta únicamente las regiones del sur y del sureste, Dilma habría obtenido 29,7 millones de votos por 29,4 de José Serra.

Los problemas no se generan cuando algunos políticos alzan la voz, sino cuando su mensaje lo creen y lo adoptan millones de personas, llevándolo al extremo en algunas ocasiones. El día siguiente de las elecciones, se podían leer mensajes en redes sociales como "los nordestinos no son gente, haga un favor a Sao Paolo, mate a un nordestino ahogado" o "Cambiaron voto por miga de pan"

Lo cierto es que estos sentimientos xenófobos vienen de años atrás. En 1920 comenzó en Sao Paolo, y diez años más tarde en Río de Janeiro. Fueron consecuencia de las masivas llegadas de personas del norte en busca de las oportunidades que sus regiones no ofrecían. El movimiento obrero alzó la voz, alegando que les estaban quitando puestos de trabajo. A pesar de los riegos que conlleva, aún son muchas las familias que se desplazan a las grandes ciudades, lo que se demuestra en las cifras de población que registran hoy las grandes megápolis brasileras. Muchas de estas familias, tras fracasar, pasan a contribuir al crecimiento de las famosas favelas del país.

La realidad es que las diferencias entre el norte y el sur del país son muy grandes, exageradas. A pesar de que poco a poco se van reduciendo, sin la concienciación de la población todo va a ser más difícil. Lo clamaba Bob Dylan en su canción "
Times they are a changing". Empezando por parte de las clases pudientes de las regiones menos desarrolladas, cuya actitud frente a estas desigualdades no es la más idónea, no debemos obviar uno de los grandes males que sufre Brasil. Son muchos los que nacen con las limitaciones que su clase social implica, condenándolas a una vida difícilmente mejor de la que encuentran.

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