Sabemos que en este área, en cada proceso nos enfrentamos a la incertidumbre de efectos colaterales, que pueden hacernos bajar la guardia como ya lo hicieran otros, agotados en el desamparo y la imposibilidad de concretar los logros pretendidos o convencidos por aquello que, en principio cuestionaron. Porque estar del otro lado es introducirse en los problemas que emanan de la realidad sectaria, nuestra realidad cotidiana, es señalar las áreas que cambian rumbos, es no negociar, es compensar la impunidad e imprevisión de medidas que autorizan síndromes de sumisión y esclavitud, generados por algún “esto-colmo” que menosprecia, por encima de toda práctica y teoría, la libertad y la conciencia.
Tal vez muchos desestimen la tarea, considerándola una batalla perdida de antemano o minimicen el esfuerzo que desvela y descubre el adverso andar sectario, previsible. Aunque aún no se comprenda, o se pacte no comprender, marcamos y dejamos huellas con palabras que el viento nunca se lleva,movilizando lo más finito del abordaje en el exquisito diálogo de pasos lentos, seguros, firmes, constantes, perseverantes y pensantes, en intercambio de humanidad que escucha la dignidad descuidada por instituciones que sólo velan por el derecho archivado, que esperan observarnos también enfrentados.
Entre tantos otros anhelos, lejos de la ilusión del Quijote, no es utópico permanecer fuera y no enloquecer en el intento cuando la búsqueda más fuerte es identificarse con el auténtico “bien comunitario”, hilo conductor de la propuesta que permitirá, en el tiempo, desestructurar esos lados ocultos del accionar sectario.
Y aunque nuestros resultados no son fácilmente observables, en el “área de juego”, es imposible perder la capacidad de asombro, ésa que crea nuevas oportunidades e impide que acciones e ideas se pierdan. Del otro lado del “área sectaria” recordamos que la sociedad posible nos pertenece y que no hay lucha ni confrontación sino toma de “posición sin posesión”
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