Por Humberto Bonanata
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Cuando algunos preveían que 2010 pasaría a nuestra historia por conmemorar los primeros 200 años de la Revolución de Mayo, un imponderable infortunio dividió el año en antes y después del 27 de octubre: la súbita muerte de Néstor Kichner trazó en el gobierno y en la oposición una línea divisoria que en estos diez meses deberán atravesar para dirimir el fin último de la política: el poder.
Desde el oficialismo se encargó con claridad meridiana la “veneración del luto político”; quisieron convencer a la sociedad que un prohombre había sacrificado su vida en miras de la ideología del gobierno nacional y popular.
La muerte puede glorificar momentáneamente mas nunca santificar a un ser humano que dividió sus actos de vida entre amigos y enemigos.
Desde la oposición la “congregación galáctica de individualidades” resultó más estupefacta que el propio oficialismo ante la muerte de Kirchner; se encontraron de repente sin adversario físico que combatir ni idea oficial que superar.
Kirchner potenció su proyecto político aún muerto; sería vergonzoso para una sociedad que quienes ya forman parte de otra esfera vividencial conduzcan los destinos de un país con un crecimiento excluyente del desarrollo social necesario para eliminar de cuajo los bolsones de pobreza.
La judicialización de la política también tuvo su lugar en este espectro: (D.N.U.;
. no aplicación de la ley de medios ni de la estatización de Fibertel;
. filiación de los hijos adoptivos de Ernestina Herrera de Noble;
. escuchas ilegales que lograron el procesamiento de Macri,
. restitución incumplida del Procurador de Santa Cruz, Eduardo Sosa, a pesar de la orden judicial de la Corte Suprema de Justicia,
. el rechazo oficial al reclamo extraditorio del ex guerrillero marxista, el chileno Galvarino Apablaza, etc.
Como así también el dispendio presupuestario previsto para este año al prorrogar el PEN el del año anterior para disponer a voluntad de los fondos que el Congreso Nacional no pudo aprobar como ley de leyes, con el infaltable apoyo de los partidos que se autotitulan progresistas de izquierda que, con proyecto propio, se separaron de la verdadera oposición para hacerle otra vez más, juego al gobierno.
Aunque para mal de nuestros próceres, el bicentenario nos encontró crispados socialmente y peleando como indios por un pedazo de tierra ajena para hacerlo propio por la fuerza.
Esa es la imagen de la Argentina de hoy. No la de Brasil disminuyendo la pobreza estructural ni urbanizando villas de emergencia.
¿Será por ello que la presidenta no asistió a la asunción de la nueva mandataria Dilma Rousseff?
La mediocridad no tiene límites.
Humberto Bonanata
Buenos Aires, Enero 02 de 2011
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