"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 22 de mayo de 2011

El mito de que Cristina ya ganó

Editorial I
LA NACION

Un análisis desapasionado demuestra que el actual triunfalismo kirchnerista tiene poco fundamento
 
La idea de que Cristina Kirchner ya ha ganado las elecciones presidenciales del 23 de octubre y de que cualquier intento de las fuerzas de oposición prácticamente carece de sentido, ha ganado a una porción no menor de la opinión pública, de la prensa, de la clase dirigente y de gran parte de la oposición.
Sin embargo, un análisis desapasionado de los datos demuestra que ese triunfalismo no está del todo bien fundado.

Cabe recordar que los sondeos de opinión, que parecen tan homogéneos y coincidentes acerca de que el oficialismo se impondrá en la primera vuelta, dos años atrás pronosticaron, en forma ampliamente mayoritaria, un claro triunfo de Néstor Kirchner sobre Francisco de Narváez en la elección de diputados nacionales en la provincia de Buenos Aires.
Pero el electorado tenía otras ideas: ganó la lista de Francisco de Narváez.


La realidad política muestra que las conductas electorales son muy volubles.

En Ecuador se pronosticaba que la propuesta del presidente Rafael Correa se impondría por cerca del 60%.
Sin embargo, estaría obteniendo un triunfo muy ajustado con sólo 45%.
Dos meses antes de la elección peruana, hubiera sido difícil pronosticar que Keiko Fujimori podría quedar primera acercándose a la segunda vuelta.
En Colombia se pronosticaba una elección cabeza a cabeza y, finalmente, el actual presidente, Juan Manuel Santos, se impuso por más de 20 puntos en la primera vuelta, ganando también en la segunda.
En Brasil, al iniciarse la campaña, el candidato opositor le llevaba más de 15 puntos a Dilma Rousseff. Pero, finalmente, ella le sacó casi diez en la primera vuelta y se impuso también en la segunda.

Es que en política, y en especial en los procesos electorales, la fotografía de hoy no es necesariamente la película de mañana.
Sin ir más lejos, un mes atrás hubiera sido difícil imaginar un acuerdo Alfonsín-De Narváez como el que se está negociando; también, que Cristina Kirchner exprese públicamente sus dudas respecto de ser o no ser candidata, o que Hugo Moyano desafíe y le tema al poder al mismo tiempo.

Si se examinan las elecciones provinciales realizadas en lo que va del año, ninguna autoriza a sacar conclusiones definitivas respecto del estado de la opinión pública.

En una ganó el oficialismo (Catamarca); en otra se dio un empate conflictivo (Chubut), y en la tercera (Salta), el gobernador justicialista que se impuso se encargó de aclarar que su triunfo era local y no consecuencia del apoyo del gobierno nacional, que, además, se había inclinado por el candidato que salió tercero (Walter Wayar), sostenido también por Hugo Moyano.

A ello se agrega que en la elección presidencial de 2007, el oficialismo obtuvo en Catamarca el 54% para presidente y ahora sacó el 48%; en Chubut, tuvo entonces el 67%, y ahora, sólo el 38% al dividirse el peronismo; en Salta, ganó hace cuatro años con el 75% y ahora sumando los dos peronismos -y sin reparar en la independencia del gobernador que obtuvo el 58% - totalizó el 66 por ciento.

Si bien puede argumentarse que en 2007 el resultado fue el presidencial y ahora el provincial, lo que resulta claro es que los guarismos actuales están bastante por debajo del 45% obtenido a nivel nacional entonces.

Como dato curioso, Salta fue el estreno electoral de La Cámpora, que presentó un candidato a intendente en el municipio de Cafayate, que quedó cuarto.
En elecciones municipales aisladas, como las registradas el domingo 15 de mayo en Chos Malal (Neuquén) y en La Falda (Córdoba), el kirchnerismo no ganó en ninguna de las dos.
Ello no anticipa un triunfo opositor en la elección presidencial, pero sí pone en duda que estemos frente a una ola electoral del kirchnerismo arrasadora.
Serán las elecciones provinciales que tendrán lugar el 10 de julio, en la Capital el 24 de julio, en Santa Fe, y el 7 de agosto, en Córdoba, las que pondrán en evidencia con mayor precisión cuál es el ánimo del electorado respecto del Gobierno.
Sobre todo, porque esos distritos concentran una muestra aceptable de aquellos sectores con los que el kirchnerismo entró desde hace ya varios años en conflicto: las capas medias urbanas y rurales.


Estos distritos representan a alrededor del 26% del padrón electoral y en los tres la oposición al gobierno nacional está en condiciones de ganar.
Los votos en la interna simultánea y obligatoria del 14 de agosto también serán un indicador importante de lo que puede suceder dos meses después.

En principio, hoy el 55% de quienes tienen el voto definido optan por candidatos marcadamente opositores.
La cuestión es qué grado de unidad o dispersión tendrán finalmente estos votantes.
Ese panorama puede cambiar en los próximos meses, como normalmente sucede con la polarización de los procesos electorales al acercarse la fecha de la elección.

En la Argentina esta incertidumbre está agravada por un factor muy gravitante: la carencia de un sistema de partidos bien definido, que potencia la indecisión de la ciudadanía.

La debilidad organizativa de la democracia hace que entre nosotros la oferta electoral siga siendo muy difusa a pocos meses de los comicios.
Esta peculiaridad beneficia al Gobierno, que utiliza en su provecho el aparato del Estado para proyectar a su principal figura, la Presidenta.

La reforma política de 2009 dio otra vuelta de tuerca sobre este desequilibrio.
Al prohibir la contratación de publicidad de los candidatos en los medios masivos, pero permitir un caudal ilimitado de propaganda oficial, le otorga a quien ocupa la Casa Rosada una ventaja desproporcionada. Todo este dispositivo explica también de manera muy clara la atmósfera triunfalista que se expande desde el centro del poder.

Sin embargo, fuera del plano electoral, nacional, provincial y municipal, tampoco se percibe una ola nacional kirchnerista en los distintos sectores.
El año pasado, en las elecciones para elegir representantes al Consejo de la Magistratura, el kirchnerismo fue derrotado tanto entre los abogados como entre los magistrados.
Y pese al activismo de las juventudes intelectuales del oficialismo, en las elecciones de la Universidad de Buenos Aires, el kirchnerismo y sus aliados quedaron en tercer lugar.

Es probable que, si se votara hoy y Cristina Kirchner fuera la candidata del oficialismo, ella ganaría en la primera vuelta porque estaría por encima del 40% de los votos y ningún candidato opositor llegaría al 30%.
Pero, a pesar de que faltan cinco meses para las elecciones, la Presidenta sigue siendo todavía -y a pesar de su indefinición pública- el único sujeto electoral disponible.

Habrá que ver cuánto permanece y cuánto se modifica este cuadro el día en que la ciudadanía disponga de una alternativa electoral más nítida.

Habrá que ver, sobre todo, si la oposición consigue configurar esa alternativa con una estrategia inteligente.

Sólo entonces se podrá aventurar un juicio más consistente sobre el destino del poder en la Argentina

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