"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

sábado, 30 de julio de 2011

ARGENTINISMOS - Martín Caparrós -



Peronismo

sust. mas. sing., argentinismo, arcaísmo: la particularidad argentina. Anfibología: vocablo de significado múltiple, indefinible. 2. El nombre del poder.

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Yo siempre pensé que si fuera fiel ferviente seguidor de un dios me dedicaría más que nada a negar su existencia. Haría de todo: expondría sus contradicciones para desprestigiarlo, le lanzaría desafíos para menoscabarlo, difundiría novedades de la ciencia para desmentirlo, me pelaría el upite para que nadie creyera que Él existe. Todo por Él, para Él, de puro feligrés. Es que hay autorías que es mejor negar: como si alguien pensara en defender la influencia de Bilardo en la invención del antifútbol, de Tinelli en el estilo de la televisión criolla, del comisario Lugones en la renovación de los modos de interrogar a un reo. De la misma manera, si yo creyera que un dios -mi Dios- es responsable de este mundo de mierda, lo negaría por todos los medios: trataría de evitar que lo hicieran responsable de este desastre que vivimos. El verdadero creyente simula ser ateo -como yo, y eso hace que los ateos seamos siempre sospechosos.

Por eso, si yo fuera fiel ferviente apasionado peronista me dedicaría más que nada a negar su existencia, disimularla, minimizarla todo lo posible. El peronismo ha gobernado 30 de los últimos 40 años, y ya lleva 65 como la fuerza política decisiva en la Argentina. El peronismo, si existiera, sería como dios: el responsable de este país-desastre. Es una suerte que no exista.

El peronismo no existe por pura falta de sentido. Si una palabra no significa nada -si no se sabe qué significa, si significa demasiadas cosas, esa palabra no funciona y tiende a desaparecer. Si perro quisiera decir mamífero carniza de ojos tristes, engaño socarrón, adolescente que ese día se quedó sin plata, cuarto planeta del sistema solar de la vigésima de Andrómeda, la hojita que al caer produce en su refrote contra el suelo un chistido que recuerda vagamente al canto gregoriano, el tercer órgano sexual, empleado perserverante, verde botella, rojo pecado, blanco radiante, atropello violento con los codos, choricito y venticuatro más, nadie diría perro porque no está diciendo nada. Hablar es poner en acto un pacto: yo digo uch y vos sabés que uch significa más o menos uch; para que una palabra sirva tiene que significar determinadas cosas, no cualquiera. Peronismo no cumple con este pacto: con éste tampoco.

Una designación política que designa, según lugares y momentos, a un general populista nacionalista macartista o una guerrilla socialista nacional o unos privatizadores liberales proyanquis furibundos o unos caudillos provinciales hambreadores clientelistas o unos conservadores populares sin demasiado pueblo o unos socialdemócratas demócratacristianos redistribuidores que no redistribuyen y tantos tantos otros; que nombra al mismo tiempo a Menem Duhalde Cafiero Scioli Kirchner Rodríguez Sáa Firmenich Macri Moyano Duarte Reutemann D’Elía Favio Iglesias Duarte Vandor Walsh López Rega designa tanto que no designa nada. Un movimiento o partido que puede ser tantas cosas es tan confuso que no es nada: no existe.

El mecanismo tenía, pese a todo, un poco más de lógica en vida del líder epónimo: cuando respiraba el general Perón, todos esos sectores variados, incluso enfrentados, podían proclamar que los unía su sumisión, su aceptación de los dictados de su jefe. Ahora, que ya no hay tal cosa como un jefe indiscutible -ni siquiera un jefe indiscutido-, sólo aceptan los dictados del que tiene más poder en cada momento; ese momento, inestable como es nuestro país, puede durar meses, semanas, días, hasta que vuelvan a pelearse, a separarse, a insistir en su propia inexistencia.

El ¿peronismo? es un engaño, un arma: les sirve a los autodenominados peronistas para convencernos de que son parte de lo mismo y que, por lo tanto, los demás deberíamos considerarlos como un todo, votarlos como un todo, temerlos como a un todo. El ¿peronismo?, al fin, es el 60: una línea de colectivos que en realidad son muchas. Todas tienen el mismo color, el mismo número, pero una va a Tigre, otra a Escobar, otra a San Isidro, una por Flemming, otra por Maipú, otra por el Acceso, y todas se pintan igual, aunque sean tan distintas. Así lleva a sus clientes, entregados, apiñados, a cualquier lado, el ¿peronismo?

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