"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

viernes, 1 de julio de 2011

Otro faltazo presidencial

Editorial LA NACION

De nada vale un certificado médico si el mismo día en que debía estar en Asunción la Presidenta encabeza un acto público

Por segunda vez en menos de dos meses, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ha suspendido una visita a Paraguay.
En ambos casos, vale aclararlo, debió cancelar sus viajes por problemas de salud.
Son atendibles las razones por las cuales, en esta ocasión, ha sido la única mandataria de los cuatro miembros plenos del Mercosur que no estuvo en la cumbre de mandatarios realizada en Asunción, pero resultó chocante observar que el mismo día, en horas de la tarde, se mostrara sonriente y despreocupada en la presentación del plan de seguridad para el sur de la ciudad de Buenos Aires.

¿Era necesario que se exhibiera lozana y radiante en la Casa Rosada, en compañía de los ministros Florencio Randazzo, Nilda Garré y Julio Alak, mientras dejaba literalmente plantados a sus pares de Paraguay, Brasil y Uruguay, con los cuales tenía reuniones bilaterales concertadas?

La presencia de la Presidenta en el lanzamiento de la llamada Unidad Cinturón Sur resultó ser, en realidad, otro tiro por elevación contra el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, en campaña por su reelección, en beneficio del candidato oficialista, Daniel Filmus.
No se entiende de otro modo la exposición pública después de haber cancelado su asistencia a la cumbre semestral del Mercosur, en la cual el anfitrión, Fernando Lugo, iba a entregarle la presidencia temporaria a su par uruguayo, José Mujica.
Es una nueva falta de respeto.


En la diplomacia, materia que jamás han aprobado los Kirchner, deben cuidarse las formas.
La Presidenta, como se sabe, sufre hipotensión crónica.
Hace unos días, en una visita al Instituto Leloir, en Parque Centenario, se resbaló y se golpeó la frente contra una reja de seguridad.
Por esa causa, con una herida en el cuero cabelludo, le practicaron una tomografía computada en un sanatorio privado.
Se trataba de un episodio menor, según la propia Casa de Gobierno, que terminó siendo determinante para la agenda presidencial.
Le aconsejaron no viajar en avión "por el momento".
Por respeto a las agendas de Lugo, Mujica y Dilma Rousseff, ¿no podía haberse contemplado con la debida anticipación y consideración que no iba a ir a Asunción?

En esa ciudad, Lugo también la esperó vanamente el 14 de mayo, en ocasión de los festejos del bicentenario.
No asistió por la alta temperatura y la humedad, así como desistió a último momento de estar en el desfile por los 150 años de la unificación italiana, el 2 de este mes, y postergó un viaje a México que tenía previsto para abril.
Cualquiera entiende que la salud puede jugarle una mala pasada.
Lo que no se entiende, en el caso en particular de la cumbre del Mercosur, es el motivo por el cual se esperó hasta último momento para decidir si podía viajar en avión.

De nada vale un certificado médico si el mismo día del viaje la única ausente con aviso entre los presidentes de los países que son socios plenos del bloque regional encabeza un acto oficial como si nada pasara.
Detrás de la visita de un presidente extranjero existen siempre preparativos costosos que se hacen con la mayor discreción para no perder de vista detalle alguno de la seguridad, el protocolo y otros asuntos vinculados con su estada.

No tiene la Presidenta un buen ejemplo a seguir si se guía por la escasa disposición de su marido para participar de cumbres presidenciales o por su apuro en retirarse de ellas antes de que concluyeran.
Cristina Kirchner prometió durante su campaña de 2007 que iba a mejorar las relaciones con el mundo.
En la cumbre del Mercosur, súbito escenario internacional para el ministro Amado Boudou después de haber sido designado a dedo ladero en la fórmula presidencial, se admitió la excesiva lentitud de Brasil y la Argentina en reconocer las asimetrías con Uruguay y Paraguay.
Bueno hubiera sido que la Presidenta fijara en persona la posición argentina en lugar de confiársela a un canciller amonestado por sus sobreactuaciones y su debilidad por expresar opiniones ajenas a su función por Twitter.

El mundo ha de ser muy piadoso para sentir simpatía por un gobierno que ha llegado a jactarse de sus malas relaciones con países centrales como los Estados Unidos y de sus afinidades con regímenes dictatoriales y violatorios de los derechos humanos como el de Muammar Khadafy.

Como se ve, la coherencia tampoco es en este campo de las relaciones internacionales el principal capital del gobierno argentino.

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