Editorial | La Vanguardia.es
ESTADOS Unidos nunca olvidará el 11 de septiembre del 2001.
A las 8.46 horas un avión de American Airlines, con 20.000 galones de combustible, se precipitó contra la parte superior de la torre norte del World Trade Center.
Minutos después, un segundo avión se estrelló contra la otra torre gemela, lo que provocó el hundimiento de los dos edificios.
Otro aparato se lanzó contra el Pentágono.
Y un cuarto avión se desplomó, una hora después del segundo ataque contra las Torres Gemelas, sobre el suelo de Pensilvania, posiblemente a causa de la acción de los pasajeros, que, alertados por lo que ocurría en Nueva York y Washington, decidieron enfrentarse a los secuestradores.
Este avión, probablemente, apuntaba a la Casa Blanca.
Diecinueve terroristas, con un presupuesto de medio millón de dólares, provocaron cerca de tres mil muertos.
"La noche ha caído sobre un mundo diferente", dijo el presidente George W. Bush en un discurso dirigido a los conciudadanos.
Y, efectivamente, el mundo ya no era el mismo.
El terrorismo de Al Qaeda plantea la cuestión de si con la muerte de Osama bin Laden ha llegado a su fin, pero en la víspera del décimo aniversario del 11-S, Estados Unidos ha vuelto a sentir el azote del terrorista, ya que ha investigado una amenaza "específica y creíble, pero no confirmada".
El terrorismo continúa siendo un flagelo, pero, diez años después del 11-S, el mundo ha cambiado política, económica, social y tecnológicamente.
Los atentados terroristas del 11 de septiembre cambiaron psicológica, política y económicamente a Estados Unidos, cuyo rumbo viró al embarcarse en dos guerras mientras el mundo se transformaba.
En Asia se ha gestado el acontecimiento económico de nuestra era:
El ascenso de China e India, lo que anuncia que Asia puede moldear el futuro.
La globalización ha acelerado la historia con la redes sociales, cuyo papel en las revoluciones árabes ha sido decisiva.
Las políticas de inmigración y asilo se han hecho más restrictivas como consecuencia también del 11-S.
El populismo ha avanzado en Europa –tanto por la incertidumbre por el Estado de bienestar como por la inmigración– y en Estados Unidos, donde los índices de popularidad de Barack Obama siguen cayendo mientras aumenta la influencia de los populistas del Tea Party.
Y, sobre todo, y especialmente en las economías occidentales, el mundo del 2011 se caracteriza por la crisis financiera y económica que se gestó en el verano del 2007 con las hipotecas subprime en Estados Unidos y acabó estallando en Wall Street en el 2008.
Los atentados del 11 de Septiembre fueron interpretados por la administración Bush como la oportunidad histórica para alumbrar otro orden internacional basado en cuatro ideas:
. La preservación del flamante orden unipolar,
. la primacía de la fuerza,
. el ejercicio unilateral del poder y
. el derecho a desencadenar una guerra preventiva.
Pero lo más decisivo es que, en estos diez años, el equilibrio del poder económico, con las potencias emergentes, ha comenzado a cambiar.
Estados Unidos y China, por ejemplo, ya tienen una relación económica de mutua dependencia.
Y la Unión Europea, enfrascada en los rescates de las economías golpeadas por las deudas, está en crisis. El estado del mundo es ahora, después del 11-S, más interdependiente, pero la grave crisis financiera es la advertencia de que el largo predomino de Occidente está dejando paso a un nuevo reparto del poder económico en el mundo.
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